jueves, 12 de diciembre de 2024

La bruja que surgió del Páramo

 


–Salud, Nahna, Bruja del Páramo.

–Saludos, Mirrena, de la Cueva de las Sirenas. Esto… Creía que nos íbamos a reunir a solas para hablar de lo que tú sabes.

–¿Lo dices por mi hermana Rosalinda, la Sorda de Sentolaf? He tenido que traerla conmigo porque la enfermera me ha fallado (nunca apuestes por la profesionalidad de una troll). Pero no debes preocuparte por la Sorda.

–¿¡ME HAS LLAMADO GORDA, MIRRENA!?

–No, Rosalinda, estoy hablando con una amiga.

–¡¿QUEEE…?!

–¡¡Que estoy hablando con una amiga!!

–¡¿QUEEE…?!

–¡¡UNA AMIGA!!

–¡¿UNA HORMIGA?! ¿Y PARA ESO ME MOLESTAS?

–Entiendo, Mirrena. Podemos hablar con tranquilidad.

–Ya te digo. Y en cuanto Eldercafé, Hijo de tostador de Achicoria, le traiga su chocolate con tejeringos de la Comarca ya no habrá Rosalinda por un buen rato.

»Ahora dime, ¿cómo te fue?

–Magnífico. A ese elfo engreído de Jénrricas se le ha acabado el negocio de las pociones.

–Ha declarado ante Su Majestad que muchos elfos murieron durante el incendio.

–¡Mentira! Sólo trata de ocultar la vergüenza que siente.

–¿Vergüenza?

–Déjame que te explique. Como bien sabes, el plan era introducirme en la propiedad de Jénrricas haciéndome pasar por elfa, a la manera de un personaje de Yonlecarré, el famoso trovador bretón.

–Me gustan las obras de Yonlecarré, como también las de ese compatriota suyo, Ianflemingas.

–Tampoco recita mal.

–Y para hacerte pasar por elfa necesitabas mi hechizo de transmutación. ¿Te resultó complicado?

–En absoluto. Esperé como me indicaste a la primera lágrima de Illarguia, Radiante en la noche, y al momento noté cómo mi vejestorio cuerpo ganaba en altura y lozanía. Hacía siglos que no me sentía tan…

–Prieta.

–Prieta, exacto. Y te confieso que, aun a sabiendas del propósito de tu fabuloso hechizo, no fue poca la sorpresa que me llevé cuando vi reflejado el rostro de una bella elfa en las aguas del pantano.

–Y dime. ¿Te has dado un homenaje con ese cuerpo prestado?

–¡Qué dices…! ¿No me irás a decir que tú…?

–Una tiene sus necesidades… y la forma de aplacarlas.

–¿Como elfa?

–Elfa, troll, duende, hada,… Hasta como unicornio.

–¡Valiente vieja verde estás hecha, Mirrena!!

–¡¿LA TAZA LLENA?! CLARO QUE QUIERO LA TAZA LLENA.

–¡YA LLEGA, ROSALINDA. TEN PACIENCIA!

»Sigue contando, Nahna.

–Gracias a tu hechizo pude colarme sin problemas en la propiedad de Jénrricas. No te puedes imaginar las de orejudos que trabajan para él. Con razón había saturado el mercado de las pócimas.

–Comprendo que estuvieras enfadada.

–Cabreada, dirás. Mi negocio se basa principalmente en los elixires, bebedizos y mejunjes, y Jénrricas me hacía una competencia desleal con su género de mala calidad y bajo precio. Y para colmo, cuando la población se retuerce en la cama por un brote diarreico a causa de uno de sus brebajes mal destilado, soy yo quien paga las consecuencias. No estoy en contra de una sana rivalidad comercial pero detesto el intrusismo. 

–Te entiendo perfectamente, Nahna, pero quemar el almacén…

–Mira, Mirrena. Le di a Su Majestad cuanta información pude reunir sobre los planes de Jénrricas y el Cabeza del Reino, en vez de intervenir, aprovechó para sacar tajada asociándose con él.

–Por algo apodan a Su Majestad como El del puño cerrado. ¿No temes haberte ganado la enemistad real?

–Todo ha sido orquestado por una elfa desconocida, ¿recuerdas?

–Cierto.

–Y nadie va a hablar de ello, ¿verdad?

–¿Qué voy a decir yo cuando el hechizo de transmutación está prohibido por orden real? Además, ya no es que tema acabar en el calabozo o quemada en la hoguera, eso son gajes del oficio, lo peor es que no volvería a disfrutar de… Me entiendes, ¿no?

–Te entiendo demasiado bien, Mirrena.

–¿Sentiste miedo en algún momento?

–Miedo no, pero sí desesperanza. La noche avanzaba y no me era posible acceder a los almacenes, donde guardaban los ingredientes más valiosos, tal era la vigilancia. Menos mal que me guardaba un as en la manga.

–¿Un plan B?

–Complementario, digámoslo así. Sabes lo organizados y meticulosos que son los orejudos, ¿verdad?

–Ya lo creo. Nadie desfila como ellos, sincronizados a la perfección. No son los mejores guerreros pero es una delicia verlos partir a la muerte.

–Pues también son muy aficionados a las coreografías.

–¿Como en las obras de los juglares bolibudienses?

–Exacto. Se pirran por un buen bailoteo. Es más, son incapaces de controlarse cuando suena la música.

–¿Y eso qué tiene que ver con tu «negocio»?

–Tiene que ver todo porque contraté a un grupo circense para que tocaran a las puertas de la propiedad a una señal mía. Tenías que ver cómo corrían los orejudos cuando entonaron la famosa coplilla del alquimista, esa que dice: «Mortero, probeta, caldero, calderón». No quedó ni uno de ellos en los edificios, por eso te digo que nadie murió quemado.

–¿Y Jénrricas?

–El primero que bailaba a ritmo del Macareniel. «Date cosas buenas, Macareniel, Cuerpo alegre,… »

–«…porque la vida es para eso… ¡Ay!». Ahora entiendo que estuviera avergonzado. Yo también lo estaría si hubiera perdido el negocio por mover las caderas, je, je, je.

–Fue un espectáculo digno de ver. Y con el campo despejado pude prenderle fuego a los almacenes y salir pitando.

–¿Y ahora qué, Nahna? ¿Celebramos tu buen hacer dándonos un garbeo como ninfas acuáticas por el barrio de los estibadores?

–No me tientes, Mirrena. No me tientes.

–¡TINTO, NO! ¡¡CHOCOLATE!!

–Creo que tus estibadores tendrán que esperar.

–No me digas.

 

B.A.: 2024

 

viernes, 11 de octubre de 2024

Guardia caminera de pinares y alcores

 


–¡¡Alto!! ¡¿Quién va!!

–Baja el mosquetón, Estébanez, o vas a provocar una desgracia.

–¡Sí, señor! Pero creo haber visto a alguien ocultarse tras esos arbustos.

–Pues claro que has visto a alguien. Pero no es el Tempranillo quien se esconde de nosotros sino un chaval llamado Vitorino. ¡Vamos, gorrión! Sal de una vez antes de que al Estébanez le tiemble el dedo.

»¿Quieres bajar el mosquetón de una puñetera vez?

–¡Sus órdenes!

–Pues eso.

El sol de la mañana hace pesadas las capas a los dos guardias civiles, y qué decir de los tricornios. Vigilantes de los caminos en torno al pequeño municipio de Alcalá del Abacoa, en la comarca sevillana de Los Alcores, Garralón y Estébanez han visto un poco de todo en su diario deambular entre los resinosos pinos de copas centenarias, o cuando sus pasos los llevan hasta las canteras de albero, donde las punteras de sus botas se cubren de tan característica pátina amarilla para disgusto del más joven de la pareja. Y como no han sido pocas las veces en las que se han topado con maleantes y ladrones en tiempos tan inciertos, el Jefe de Pareja entiende perfectamente la cautela de su compañero, aunque en esta ocasión está de más. Vitorino, pues de él se trata con certeza, es uno de los chavales del pueblo. De los menos traviesos, a decir verdad, por eso le escama tanto a Garralón verlo un domingo deambulando entre los pinares en vez de hallarse a las puertas del templo de San Juan Evangelista, más si cabe cuando el repique de campanas ya ha llamado a misa por primera vez y es bien sabido que don Venancio toma buena nota de los parroquianos ausentes para imponerles después la penitencia adecuada.

–¡Venga, Vitorino! Que es para hoy.

–Ya salgo, mi Coronel.

–Coronel… ¡Qué más quisiera! Tendría ampollas en los pies si lo fuera. ¡Y baja los brazos, hombre de Dios! Que nadie te va a disparar. ¿Verdad, Estébanez?

–Al menos un cacheo rápido.

–Vaya día me estás dando, Estébanez.

De detrás de los frondosos matorrales sale un chicuelo encanijado vestido con ropa de diario, manchadas por lo que ha debido ser una larga caminata. Lleva del manillar la bicicleta de su difunto padre, quien fuera hojalatero de profesión, donde porta un par de alforjas.

–¡Qué susto m´an dao! Casi me jiño encima.

–Esa boca, Vitorino –le reprende el Jefe de Pareja–, o te planto un pescozón que ni los de don Venancio. ¿Cómo tú por aquí?

–Vengo de la Venta la Noria de haserle un recao a la aguela.

–¿Un recado para doña Cruz?

–Sí. Anda pachucha y tenía que verse con un señó.

»Yo me ofresio pa ayudarla –sonríe con orgullo el pilluelo–, pero ma costao convenserla, no se vaya a creer.

–Y ese señor es…

–Lo llaman el Lima. No sé si lo conose usté.

–Lo conozco muy bien

–Estaba con otro señó, un estranjero con un diente de oro.

–¿Un diente de oro? –pregunta el guardia civil con semblante repentinamente serio–. Espero que te tratara bien.

–¡Vaya que sí! Hasta ma invitao a una tostá con manteca colorá.

–Qué alma más caritativa. ¿Y cuál ha sido el recado?

–Poca cosa. Le cambiao al Lima veinte azumbres de vinagre y unos muy buenos manojos de espárragos por picadura de tabaco. Y aquí las llevo –dos golpecitos a las alforjas–, pa dárselo a la aguela.

El rostro del chiquillo resplandece, feliz en su desconocimiento por el delito cometido, mientras que al joven Estébanez, entre sorprendido e indignado, se le escapan los ojos de las órbitas, contenido a duras penas por una significativa mirada de su superior.

–Vamos, gorrión. Si te das prisa puedes dejar la carga en casa y ahorrarte una buena ristra de Padrenuestros y Avemarías.

Grasia, mi Coronel.

–Y dale recuerdos a doña Cruz… Da igual, ya se los daré yo.

El chicuelo y su bicicleta no son más que una mancha oscura contra el encalado de las primeras casas del pueblo cuando Estébanez ya no puede aguantarse más y le espeta a su superior: «¡Pero si eso es contrabando! ¿No vamos a hacer nada?». El reproche de Estébanez suena a insubordinación, apresurándose el joven a disculparse con los ojos clavados en la tierra de nadie que separan a los dos guardias.

–Mira, chaval. Llevas poco tiempo de patrulla conmigo y no sabes de la misa la mitá. Doña Cruz, como buena parte del pueblo y de media España, quedó de la noche a la mañana sin marido ni hermanos varones, y solo a base de cojones pudo sacar adelante a su familia, ayudando de paso a cuantos la rodeaban. De esto hace ya más de veinte años pero estoy seguro de que la buena señora repartirá ese tabaco entre los vecinos, quienes lo venderán por unas perras con las que aliviar sus puercas miserias.

»Por eso vamos a hacer la vista gorda, aunque hablaré con ella para que deje al Vitorino fuera de esto.

–¿Y el Lima? –pregunta esperanzado Estébanez.

–El Lima es un desgraciado del lugar pero ese otro, el del diente de oro… O mucho me equivoco o es el Portugués, un cabrón sin escrúpulos con quien me gustaría intercambiar más que palabras. Quizás sigue en la Venta de la Noria. ¿Llevas el mosquetón cargado? Pues andando, que es gerundio.

 

B.A.: 2024


viernes, 14 de junio de 2024

Madeja de desconcierto

 


Siento los párpados pesados, como si tuviera una fuerte resaca. Con las persianas bajadas al completo, la única luz que ilumina la habitación procede de un pequeño aplique colocado sobre el cabecero, origen de la penumbra blanquecina por la que vagabundea mi conciencia totalmente desorientada.

–¿Dónde estoy? –pregunto a la presencia sentada en el sillón junto a la cama.

–Tranquilo, Álex –me responde una voz conocida–. Estoy aquí. Te he inyectado un calmante.

»Descansa, yo vigilo.

«¿Calmante?». «¡¿Yo vigilo?!». A pesar de tan extrañas palabras, a las que mi cerebro amodorrado busca una explicación, vuelvo a dormirme sin remedio, acunado por la nana química de los fármacos. Minutos, horas, días después, consigo abrir de nuevo los ojos para no volverlos a cerrar.

Misma habitación, misma luz, misma irrealidad. Jorge, ahora lo reconozco, dormita desbaratado sobre un incómodo sillón de brazos resquebrajados. Aprovecho su descanso para mirar en derredor, a la búsqueda de la clave que desentrañe esta madeja de desconcierto, pero cuanto veo sólo la enmaraña aún más.

Una silla ha sido colocada bajo la manilla de la puerta, bloqueando el paso, y material de lo más diverso se haya almacenado por doquier. Garrafas de agua, comida enlatada, botiquines,… ¡Un hacha de generosas proporciones sobre el regazo de mi amigo! ¿Es eso sangre?

–¡Jorge! ¡¿Qué ha pasado?!

Lo último lo digo a voz en grito para sobresalto de Jorge. «¡Chisss…! Calla, por favor, o nos oirán», dice muy bajito, súplica desesperada al silencio que torna mi perplejidad en cólera.

–¡¿Quién nos va a oír?!

–Baja la voz, por favor.

–¿Qué cojones…?

–Por favor…

–De acuerdo.

–Gracias. No sabes por lo que he pasado estos días. Dime, ¿qué es lo último que recuerdas?

–¿Lo último que recuerdo?

No es fácil hacer memoria. Era viernes, seguro, pues estaba con Jorge en el bar de Bosco, disfrutando de uno de sus estupendos serranitos. Después… ¿Después?, sólo oscuridad, hasta despertar en aquella habitación hospitalaria.

–Una peritonitis –me aclara Jorge–. Hubo que ingresarte de urgencia y la cosa se complicó un poco. Llevas tres días inconsciente.

–¿Qué dicen los médicos?

–Verás, han pasado muchas cosas en estos tres días.

A media voz, tomándose largas pausas para que pueda asimilarlo, Jorge me habla de un brote vírico que sacudió la ciudad ese mismo viernes, llevándola al colapso.

–¿Una nueva cepa de COVID?

–Nada de COVID, amigo mío. Un brote zombi. Como los de las pelis pero tan reales como tú y como yo.

–¿Un brote zombi? ¡Venga ya, Jorge!

–Te lo juro por lo que más quieras, Álex. Unos malditos zombis hijos de…

Con una amargura que no le conocía, Jorge me muestra su brazo izquierdo, cubierto de arriba abajo por mordeduras de bordes putrefactos.

–Me han mordido, Álex. Me han mordido… ¡Estoy muerto! Muerto, joder…

–¡Jorge! Yo…

–Ya da igual –dice resignado–. He reunido para ti el poco material que no se llevaron los saqueadores, atándome después al sillón por si mi transformación te pillaba dormido.

–¡Esto es una locura, Jorge!

–Eso quisiera yo…

–¡¡DÉJATE DE GILIPOYECES!!

–¡Chisss…! No grites.

De repente algo golpea la puerta, ¡PUM!, seguido de un continuo rascar, a la manera de un perro desesperado por entrar. Pero el gemido antinatural que nos llega no deja dudas de la espeluznante naturaleza del ser que intenta girar la manilla.

–Debes huir, Álex, antes de que lleguen más.

–¿Y tú?

–Poco puedo ayudarte ya. Siento la cabeza ardiendo. Se me nubla la vista…

 –¡Jorge, sigue contigo! Vamos a salir de aquí juntos –los recuerdos afloran haciéndome un nudo en la garganta. Momentos felices se mezclan con otros más amargos, todos ellos piezas indispensables de la inquebrantable amistad que forjaron dos niños en un salón recreativo cuando nada había mejor que compartir un puñado de píxeles por valor de 25 pesetas.

–Vete, Álex.

–¿Y abandonarte?

–No hay otra manera.

Las lágrimas me libran de asistir a la muerte de mi amigo. Pero no será uno de ellos, me juro, no mientras pueda evitarlo y con fría determinación levanto el hacha para hacerla caer sobre su cabeza exangüe.

En la neblina de irrealidad donde me muevo imagino a Jorge abriendo los ojos, espantado, y suplicar que me detenga con los brazos extendidos pero ya el hacha hace su misericordioso trabajo, y vestido con la sangre de quien fuera mi amigo salgo al pasillo convertido en el ángel de la venganza, enfrentándome a la horda congregada ante la puerta. «¡ACABARÉ CON VOSOTROS, CABRONESSS…!», grito, y a golpes de hacha los libero de su miserable condición.

 

CANAL DE NOTICIAS 24/7

 

«En el parque de las Tres Chimeneas han aumentado los incidentes protagonizados por adictos a la llamada droga caníbal quienes atacan sin provocación alguna… Un momento. Arturo de Benjumeda nos pide paso desde el Hospital Universitario Virgen de los Buenos Libros. Adelante, Arturo.»

 

«Lo que debería haber sido una broma del polémico programa ¡ZASCA! se ha tornado en tragedia cuando Alexis Villegas, de cuarenta y siete años, ha acabado con la vida de cinco personas y herido de diversa consideración a otras tantas. Ayudados por un cómplice, el equipo del programa convenció a Alexis de despertar tras una falsa intervención bajo la amenaza de una epidemia zombi. Lo que nadie pudo prever fue la violenta respuesta de la víctima azuzada por el realismo del engaño. Les avisamos de la dureza de las imágenes.»

 

«¿Y abandonarte?»

«No hay otra manera… ¿Pero qué…? ¡Álex! ¡¡NOOO…!!»

«¡¡¡CHASSS!!!»

 

B.A.: 2024


martes, 23 de abril de 2024

Arcadia´s Got Talent

 



–«Puede ser o puede que no lo sea. Esa es la cuestión, o sea, la duda. ¿Se me entiende?»

–Sam, Y veme por esto otro, mayordomo de Su Majestad, ¿no le parece realmente mala la actuación de Chéspir, El de los versos disparejos?

– Nahna, Bruja del Páramo, calificarlo de «mala» es quedarse corto. Este actorucho de baja estofa convierte a Chuache, Exterminador de rimas, en trovador del año.

–Y aparte de lo mal que recita y de ser un fantasma… ¿Cuál es el problema por el que me ha convocado con tanta urgencia?

–Necesito su ayuda para deshacerme de él.

–¡Ay, hijo! Lo mío son las pociones y emplastos naturales. Para problemas de espíritus debe recurrir a un nigromante.

»¿Le ha consultado a Tímpurras, Sanador de la Estepa?

–Sí, pero se sale del presupuesto.

–Veo que Su Majestad, El del puño cerrado, vuelve a las andadas. Ya estuvo una vez a punto de ganarse un hijo bastardo por querer ahorrarse unos cuartos de oro.

–Mucho me temo que he de ser yo quien se encargue de la factura en esta ocasión.

–¿Y eso?

–Es una historia larga.

–Cuéntemela. A lo mejor así me convence.

–«Date cosas buenas, Macareniel, Cuerpo alegre, porque la vida es para eso… ¡Ay!»

–¡Vaya! El tal Chéspir le da a todos los palos.

–Ya lo ve, Nahna.

–¿Y esa historia?

–Me da un poco de vergüenza.

–Al mal paso dele prisa.

–Usted gana. Verá, antes de fallecer coincidí con Chéspir en cierto lugar del reino cuyo nombre no quiero acordarme.

–En la taberna de Eldelbar, ¿no?

–Esto… Sí. Pero no me juzgue por ello.

–¡Jamás se me ocurriría!

–Pues eso. Estábamos los dos en el Grifo de cerveza tras su última actuación y me invitó a unas rondas. Parecía que solo deseaba entablar conversación pero lo que realmente buscaba eran chismes sobre Su Majestad para escribir sus monólogos.

–No le contaría lo de su necesidad de píldoras de genio azul, ¿verdad?

–Mucho me temo que sí.

–Y por supuesto Su Majestad se enteró de tamaña metedura de pata.

–No puede hacerse una idea de hasta dónde llegaron los gritos del Cabeza del reino.

–¿Mató usted a Chéspir para silenciarlo?

–No tuve necesidad. Hizo cierto chiste sobre la esposa de Ozello, El criador de cuernos, que no fueron del gusto del cabrero.

–¿Entonces dónde está el problema?

–Tras finar, el espíritu de Chéspir se aparece ante el lecho conyugal cuando Sus Majestades entablan relaciones íntimas. Concentrarse en tales menesteres puede ser muy difícil si alguien recita a voz en grito una oda al árbol caído.

–Me hago cargo.

–¡Y Su Majestad me echa la culpa de ello! Ha jurado por su invencible espada…

–«Invencible espada». Cuán cachondo puede ser El guía de la villa.

–…que los cerdos reales se darán un festín con mi pobre cuerpo si no me deshago de Chépir antes de la próxima luna llena.

–Se lo merece por su indiscreción.

–Ayúdeme, Bruja del Páramo. Es mi única esperanza.

–Buenooo… Pero no le va a salir barato.

–Pida lo que sea.

–Eso después. A ver, déjeme pensar. ¡Ya lo tengo! Vamos a organizar en honor a Chéspir una pantomima. ¿Sería capaz de convencerle de algo?

–Mi vida está en juego. Podría venderle jabón de leche de burra alada a una familia de orcos si fuera necesario.

–¡Esa es la actitud! Pues bien, se va a acercar a nuestro amigo para decirle que si quiere aparecerse en palacio ha de presentarse a una prueba, prueba que por supuesto no pasará.

–¿Y si se niega?

–Entonces Tímpurras lo mandará a los infiernos con sus oscuras artes.

–¡Pero si no puedo contratar sus servicios!

–Sam, es un farol. Habrá jugado alguna vez a la baraja arcadiana, ¿no?

–Lo mío son las pintas de cerveza.

–No sé si alegrarme por ello o no. A lo que vamos. Es un farol; una farsa. Debe convencerle de que tiene que hacer la prueba, y aceptar el resultado, o se las verá con Tímpurras.

–¿Y para cuándo sería esa prueba?

–Para mañana. Dejemos que Su Majestad disfrute del trabajo interpretativo del comediante una noche más.

–«¿Saben cuál es la pasta preferida del rey Arturo? El Canelot. Jua, jua, jua.»

–Encima chistoso.

 

Al día siguiente

 

–¡Sam! ¿Qué hacen aquí todos estos espíritus?

–Buen día tenga, Nahna. ¿Ha visto cuántos he conseguido reunir en tan poco tiempo? Cuando ayer nos despedimos pensé que si organizaba un concurso de talentos nuestra pantomima sería más realista para Chéspir.

–Talento es de lo que usted carece.

–Pero Nahna. Yo…

–Vamos a ver, Sam, El del cerebro de mosquito. ¿Ha pensado qué va a hacer con el ganador?

–Esto…

–Ya me lo imaginaba. Pues ya puede ir ensayando cómo le va a explicar a Sus Majestades que desde hoy el castillo tiene un fantasma oficial.

–Mientras nos deshagamos de Chéspir…

–Terminemos con este sinsentido de una vez; haga pasar al primero de los «aspirantes».

–El primero es Rocca Sigfredi, Ébano de Guasap. Se hace llamar El Trípode. Yo le veo con muchas posibilidades de pasar la prueba.

»Es bailarín raro. O extraño. No recuerdo cómo se me ha presentado.

–Vamos a ver, Sam. ¿De verdad le parece bien que el espíritu de un bailarín exótico, que no raro, apodado El Trípode, se pasee por el lecho conyugal de Sus Majestades?

–¿Sí?

–Muy caro. Le va a salir muy caro.

 

B.A.: 2024


lunes, 19 de febrero de 2024

¡¡Ay!!

 


Le habría resultado insoportable ver a ese pedazo de cachas haciéndole el boca a boca a su flamante novia… si no fuera porque su compañero, el tirillas, hacía lo propio con él al ritmo de La Macarena. «Dale a tu cuerpo alegría Macarena –canturreaba el socorrista mientras machacaba el tórax del joven con sorprendente fuerza–, que tu cuerpo es pa'darle alegría y cosa buena», tonadilla a la que se incorporó el aspirante a Schwarzenegger más mal que bien. Y cuando en la última estrofa todos cuantos contemplaban expectantes aquella tragedia vacacional lanzaron un estentóreo: «¡¡AY!!», los dos cuerpos requemados, aceitosos y apenas vestidos retornaron a la vida con una inspiración profunda, incorporándonos al coro.

Ni que decir tiene cuál fue la canción que eligieron para abrir su baile nupcial.



Safe Creative #2102176947085

Abrax, Braxas y el rayo que los parió

 



–¡Saludos, Nahna, Bruja del Páramo! Abrax le da la bienvenida al Mercado de Dona.

–¡Nahna! Del páramo la bruja. ¿Por nuestro humilde comercio qué le trae?

–Abrax. Braxas. Tengan los dos muy buenos días. Necesito mandrágora de fauno. Una raíz bien grande será suficiente. Y también nueces de Ávalon. ¿A cuánto tiene la onza, Abrax?

–Abrax tiene la onza a solo una pieza de oro. Y pueden entrar entre diez y doce nueces. Se la quitan a Abrax de las manos, señora. ¡Se las quitan a Abrax de las manos!

–¿Doce nueces a una sola pieza? ¿Tan barato, Abrax? No me estará ofreciendo jamelgo salado por unicornio, ¿verdad? Y dígame, Braxas, ¿usted a cuánto las tiene?

–Mis productos de la mejor calidad son, en cuenta lo tenga. Tres piezas a una onza es su valor pero grandes son como huevos por gallinácea puestos. Recolectados recién.

»No le engaño, bien lo sabe. Los tejemanejes a Abrax le dejo.

–Abrax se pregunta qué quieres decir con eso, Braxas.

–Compañero, digo que un estafador eres.

–Eso no se lo dices a Abrax en la cara.

–En la cara te lo digo. De aquí a Peichín malo eres. Como la quina.

–¿Qué Abrax es malo? ¡¡Que Abrax es malo, el desgraciado dice!! Pues mejor ser malo que bobalicón como tú, Braxas. Si no fuera por Abrax el negocio hace tiempo que se hubiera ido al garete. Un mes sin pagar el alquiler y Baskin, El del corazón helado, convertiría el local en una cabaña turística.

»¡Ay, Nahna! En nuestra pobre Arcadia Bajo ya solo hay sitio para turistas, tabernas y tiendas de recuerdos. Qué pocos negocios tradicionales quedan.

–¿Qué me va a contar, Abrax? La semana pasada salvé a dos idiotas de morir calcinados. Fueron al Páramo para hacerse un retrato ante una fumarola. ¡Un retrato a pigmento y aceite! Si hubieran visto como sudaba el pintamonas…

–Pero excusa no es para a la clientela engañar.

–¿Será idiota el santurrón? Nos vas a arruinar el negocio.

–Pobre pero honrado mejor es.

–Eso díselo a Baskin, a quien las hadas contagien la gripe del troll.

–¡Sinvergüenza!

–Ahora vas a ver tú…

–¡¡SE PUEDE SABER QUÉ PASA AQUÍ!! Hola, Nahna. ¿Me puedes explicar qué le pasa a estos dos buenos para nada?

–Dona, Hija de Verdulero, Hijo de Frutero. Buen día tenga. Aquí sus esposos, que tienen una visión muy distinta del negocio.

–No me digas más. Abrax, siempre taimado y tramposo, vende mucho con su género de tercera a precios de saldo mientras que Braxas, de una bondad rayana a la estupidez, atrae a los pocos arcadianos de paladar exquisito con sus productos de lujo.

–¿Y usted, Dona?

–Yo engaño lo justo para tener beneficios y conservar a la clientela.

–Dona, en usted se halla el equilibrio.

–No hay otra forma de sacar el negocio adelante. ¡Abrax! ¡Braxas! Preparadle a Nahna una onza de nueces. Mitad de una calidad y mitad de la otra.

–Y no os olvidéis de la raíz de fauno. Bien grande, por favor.

–Ya habéis oído, chicos. En marcha que el dinero no crece como las manzanas de oro en el jardín de las hermanas Herpérides.

–Bueno, Dona. ¿Y cómo es su vida con esos dos? Reconozco que Guierindie Gueltcam, El insuflador de la vida, hizo un trabajo excepcional. Pocos hubieran conseguido salvar a su pobre Abraxas, Esposo de Verdulera, cuando ese rayo lo partió por la mitad.

 –Para El insuflador de Vida no tengo más que palabras de agradecimiento, no me vayas a malinterpretar, pero usar medio golem para completar cada parte de Abraxas...

–¿Tiene quejas de su trabajo?

–Más bien de los efectos secundarios.

–¿Y cuáles son? Si puede saberse.

–Pues mire. Desde que la comunidad de Judá se instaló en el reino cada vez que uno de sus miembros tiene un problema, por muy nimio que éste sea, el golem sale del letargo para ayudarlo, arrastrando a mis maridos y dejando el puesto vacío.

»A veces pienso que mejor me habría ido si Riotuerto, El matasanos de la Cavada, hubiera cosido a Abraxas con aguja e hilo.

–¿Me hablas de sirujía? Y qué vendría luego, ¿tomarse una gragea de lonotil para dormir a los genios de la cabeza?

–No seas hipócrita, Nahna. Tú usas lentes para ver.

–Eso es cristal tallado, no aberrar a la Madre Naturaleza.

–Si tú lo dices…

–Lo digo. Pero bueno… Hablando de todo un poco. ¿Puedo hacerle una pregunta personal? Curiosidad de vieja bruja.

–Hazla y ya veré si te respondo.

–¿Cómo es tener a dos hombres en el mismo lecho?

–¡Bah! No te hagas muchas ilusiones. Incluso cuando estaba completo mi Abraxas no funcionaba ni medio bien.

–¿Quiere que le recete una píldora de genio azul?

–No te preocupes, Nahna. Siempre fui una mujer con recursos. ¿Le apetece un manojito de plátanos para esta noche? De las Islas de los Canarios, por supuesto.

–No gracias, Dona. Ya llevo cuanto necesito.

–Pues nada. Que tenga un buen día.

–Salud, Dona, Hija de Verdulero, Hijo de Frutero.

–Salud, Nahna, Bruja del Páramo.

»¡¡SIGUIENTEEE…!!

 

B.A.: 2024


Serie: Érase una vez en el reino de Arcadia Bajo

Abrax, Braxas y la madre que los parió


miércoles, 7 de febrero de 2024

Lágrimas de claro de luna

 


Cuentan quienes lo vieron que la belleza de la joven Illarguia era abrumadora. Viajera infatigable en un mundo recién despierto, Illarguia trazaba su camino siempre en pos del brillo de la estrella del este, solventado entuertos y disputas donde el errante deambular la llevara, tal era su naturaleza armónica. En ella habitaban la luz y la oscuridad en perfecto equilibrio y afirman los trovadores que cantaron sus alabanzas que los hijos de hombre la tenían en elevada estima pues las suyas eran las más justas de las decisiones.

Pero a la manera de las leyendas y los cuentos de antaño, donde un espíritu maligno dificulta la suerte del héroe con sus negras intensiones, en el camino de Illarguia se cruzó un abominable hijo de hombre quien por medio de las peores artes de la alquimia, motivado por una ferviente envidia –hacia su singular belleza o por el aprecio que le mostraban sus congéneres; por ambas causas a la vez o por otras totalmente desconocidas–, la transformó en áspera roca para lanzarla después hacia el cielo nocturno donde quedó colgada para siempre. La identidad de este innoble ser no quedó registrada en los anales de la Historia pero sí se sabe que tuvo un mal final pues si sus actos hacia Illarguia fueron despiadados los de sus hermanos lo fueron aún más para con él, dándole brutal muerte al verse huérfanos de la buena guía de la joven.

Muchos fueron los nombres con los que se bautizó a la nueva naturaleza de Illarguia. Selene para unos, Luna para otros,… Ilargia en boca de quienes habitaban los bosques del norte. Ya fuera Áine, Chandra o Nisha, la brillante esfera en que transformaran a la desgraciada joven salía todas las noches para bendecir con su fulgor la dura tierra a sus pies, mostrándose siempre plena a ojos de los hijos de hombre. Pero Illarguia era equilibrio, y si su lado luminoso protegía la vida bajo su manto, regulaba los ciclos naturales y daba lugar a las mareas, su imagen especular reflejada en las infinitas aguas origen de vida era la maldad en su estado más puro.

Sin el contrapeso de la luz, el mal que habitaba en Illarguia se derramó libremente por la faz del mundo. El nuevo astro del cielo atraía la vista y los suspiros de los hijos de hombre pero era inalcanzable, y la naturaleza oscura de Illarguia, consciente de este anhelo insatisfecho, lo aprovechó para satisfacer su sed de venganza.

Devorada por un rencor que se hacía mayor con cada nuevo amanecer, el daño sufrido a manos de uno supondría el fin de cientos y así, ya fuera desde un océano, un riachuelo o el más apacible de los pantanos, Illarguia la Oscurecida se mostraba bellísima ante los hijos de hombre, ilusoriamente cercana, nublándoles la voluntad para atraerlos al asfixiante abrazo de las frías aguas.

Desde entonces el bello rostro de Illarguia pasó a ser la encarnación del mal. Los hijos de hombre dejaron de frecuentar los caminos desde la atardecida, máxime en los meses de copiosa lluvia, temerosos de caer en el embrujo del demonio líquido de la noche. Solo los muy valientes, o los muy inconscientes, se atrevían a desafiar a la Oscurecida, siendo pocos los que conservaron la vida para poder contarlo. Mientras tanto, Illarguia la Radiante lloraba desconsolada lágrimas de claro de luna. 

–––––––––––––––––––––––––––––– 

Corren malos tiempos para los hijos de hombre. El pueblo bajo se desvive por malvivir de lo que consigue arrancarle a los ingratos cultivos. Una reducida élite gobierna con puño de hierro tierras ganadas sin honor y solo los muy versados pueden comprender las verdades ocultas en los antiguos escritos. Pocos suspiran hacia la Radiante; nadie desafía el hambre insaciable de la Oscurecida.

Moviéndose no sin dificultad entre grimorios enmohecidos y anaqueles con productos químicos que derriten los tejidos blandos con sus corrosivos vapores, un hijo de hombre descifra a la luz incierta de una palmatoria los orígenes olvidados de Illarguia. El sabio, a quien el cruel Destino reserva una dolorosa muerte entre las llamas purificadoras de un auto de fe, acusado de brujería por aquellos a quienes está a punto de ayudar con sus conocimientos, acaba de descubrir la fórmula que dará término a la maldición de la Oscurecida. Dibuja figuras herméticas, purifica principios, destila extractos capaces de reiniciar el mundo, pues solo con el poder de la Energía Primigenia podrá restablecer el equilibrio injustamente robado a Illarguia.

Al término del proceso alquímico un estremecimiento recorre la columna vertebral del Universo, imperceptible en las distancias imposibles que lo trazan, suficiente para que la Luna comience lentamente a ocultar su fulgor. Y así, coincidiendo con la floración de la higuera en la víspera de San Juan, tanto la Radiante como su reflejo desaparecen por completo a ojos de los hijos de hombre.

La primera luna nueva es un momento de profunda intimidad para las dos naturalezas de Illarguia. El dolor por los muchos años perdidos es insignificante comparado con la alegría del reencuentro, y al igual que el mineral de plata derrite el hielo, la sonrisa argentina que se le dibuja en la cara a la Radiante funde el frío odio enquistado en el corazón de su gemela líquida. El equilibrio queda restablecido y con Illarguia nuevamente completa los hijos de hombre pueden disfrutar desde entonces de sus lágrimas de claro de luna, ahora y ya por siempre de felicidad.

 

B.A.: 2024