lunes, 19 de febrero de 2024

¡¡Ay!!

 


Le habría resultado insoportable ver a ese pedazo de cachas haciéndole el boca a boca a su flamante novia… si no fuera porque su compañero, el tirillas, hacía lo propio con él al ritmo de La Macarena. «Dale a tu cuerpo alegría Macarena –canturreaba el socorrista mientras machacaba el tórax del joven con sorprendente fuerza–, que tu cuerpo es pa'darle alegría y cosa buena», tonadilla a la que se incorporó el aspirante a Schwarzenegger más mal que bien. Y cuando en la última estrofa todos cuantos contemplaban expectantes aquella tragedia vacacional lanzaron un estentóreo: «¡¡AY!!», los dos cuerpos requemados, aceitosos y apenas vestidos retornaron a la vida con una inspiración profunda, incorporándonos al coro.

Ni que decir tiene cuál fue la canción que eligieron para abrir su baile nupcial.



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Abrax, Braxas y el rayo que los parió

 



–¡Saludos, Nahna, Bruja del Páramo! Abrax le da la bienvenida al Mercado de Dona.

–¡Nahna! Del páramo la bruja. ¿Por nuestro humilde comercio qué le trae?

–Abrax. Braxas. Tengan los dos muy buenos días. Necesito mandrágora de fauno. Una raíz bien grande será suficiente. Y también nueces de Ávalon. ¿A cuánto tiene la onza, Abrax?

–Abrax tiene la onza a solo una pieza de oro. Y pueden entrar entre diez y doce nueces. Se la quitan a Abrax de las manos, señora. ¡Se las quitan a Abrax de las manos!

–¿Doce nueces a una sola pieza? ¿Tan barato, Abrax? No me estará ofreciendo jamelgo salado por unicornio, ¿verdad? Y dígame, Braxas, ¿usted a cuánto las tiene?

–Mis productos de la mejor calidad son, en cuenta lo tenga. Tres piezas a una onza es su valor pero grandes son como huevos por gallinácea puestos. Recolectados recién.

»No le engaño, bien lo sabe. Los tejemanejes a Abrax le dejo.

–Abrax se pregunta qué quieres decir con eso, Braxas.

–Compañero, digo que un estafador eres.

–Eso no se lo dices a Abrax en la cara.

–En la cara te lo digo. De aquí a Peichín malo eres. Como la quina.

–¿Qué Abrax es malo? ¡¡Que Abrax es malo, el desgraciado dice!! Pues mejor ser malo que bobalicón como tú, Braxas. Si no fuera por Abrax el negocio hace tiempo que se hubiera ido al garete. Un mes sin pagar el alquiler y Baskin, El del corazón helado, convertiría el local en una cabaña turística.

»¡Ay, Nahna! En nuestra pobre Arcadia Bajo ya solo hay sitio para turistas, tabernas y tiendas de recuerdos. Qué pocos negocios tradicionales quedan.

–¿Qué me va a contar, Abrax? La semana pasada salvé a dos idiotas de morir calcinados. Fueron al Páramo para hacerse un retrato ante una fumarola. ¡Un retrato a pigmento y aceite! Si hubieran visto como sudaba el pintamonas…

–Pero excusa no es para a la clientela engañar.

–¿Será idiota el santurrón? Nos vas a arruinar el negocio.

–Pobre pero honrado mejor es.

–Eso díselo a Baskin, a quien las hadas contagien la gripe del troll.

–¡Sinvergüenza!

–Ahora vas a ver tú…

–¡¡SE PUEDE SABER QUÉ PASA AQUÍ!! Hola, Nahna. ¿Me puedes explicar qué le pasa a estos dos buenos para nada?

–Dona, Hija de Verdulero, Hijo de Frutero. Buen día tenga. Aquí sus esposos, que tienen una visión muy distinta del negocio.

–No me digas más. Abrax, siempre taimado y tramposo, vende mucho con su género de tercera a precios de saldo mientras que Braxas, de una bondad rayana a la estupidez, atrae a los pocos arcadianos de paladar exquisito con sus productos de lujo.

–¿Y usted, Dona?

–Yo engaño lo justo para tener beneficios y conservar a la clientela.

–Dona, en usted se halla el equilibrio.

–No hay otra forma de sacar el negocio adelante. ¡Abrax! ¡Braxas! Preparadle a Nahna una onza de nueces. Mitad de una calidad y mitad de la otra.

–Y no os olvidéis de la raíz de fauno. Bien grande, por favor.

–Ya habéis oído, chicos. En marcha que el dinero no crece como las manzanas de oro en el jardín de las hermanas Herpérides.

–Bueno, Dona. ¿Y cómo es su vida con esos dos? Reconozco que Guierindie Gueltcam, El insuflador de la vida, hizo un trabajo excepcional. Pocos hubieran conseguido salvar a su pobre Abraxas, Esposo de Verdulera, cuando ese rayo lo partió por la mitad.

 –Para El insuflador de Vida no tengo más que palabras de agradecimiento, no me vayas a malinterpretar, pero usar medio golem para completar cada parte de Abraxas...

–¿Tiene quejas de su trabajo?

–Más bien de los efectos secundarios.

–¿Y cuáles son? Si puede saberse.

–Pues mire. Desde que la comunidad de Judá se instaló en el reino cada vez que uno de sus miembros tiene un problema, por muy nimio que éste sea, el golem sale del letargo para ayudarlo, arrastrando a mis maridos y dejando el puesto vacío.

»A veces pienso que mejor me habría ido si Riotuerto, El matasanos de la Cavada, hubiera cosido a Abraxas con aguja e hilo.

–¿Me hablas de sirujía? Y qué vendría luego, ¿tomarse una gragea de lonotil para dormir a los genios de la cabeza?

–No seas hipócrita, Nahna. Tú usas lentes para ver.

–Eso es cristal tallado, no aberrar a la Madre Naturaleza.

–Si tú lo dices…

–Lo digo. Pero bueno… Hablando de todo un poco. ¿Puedo hacerle una pregunta personal? Curiosidad de vieja bruja.

–Hazla y ya veré si te respondo.

–¿Cómo es tener a dos hombres en el mismo lecho?

–¡Bah! No te hagas muchas ilusiones. Incluso cuando estaba completo mi Abraxas no funcionaba ni medio bien.

–¿Quiere que le recete una píldora de genio azul?

–No te preocupes, Nahna. Siempre fui una mujer con recursos. ¿Le apetece un manojito de plátanos para esta noche? De las Islas de los Canarios, por supuesto.

–No gracias, Dona. Ya llevo cuanto necesito.

–Pues nada. Que tenga un buen día.

–Salud, Dona, Hija de Verdulero, Hijo de Frutero.

–Salud, Nahna, Bruja del Páramo.

»¡¡SIGUIENTEEE…!!

 

B.A.: 2024


Serie: Érase una vez en el reino de Arcadia Bajo

Abrax, Braxas y la madre que los parió


miércoles, 7 de febrero de 2024

Lágrimas de claro de luna

 


Cuentan quienes lo vieron que la belleza de la joven Illarguia era abrumadora. Viajera infatigable en un mundo recién despierto, Illarguia trazaba su camino siempre en pos del brillo de la estrella del este, solventado entuertos y disputas donde el errante deambular la llevara, tal era su naturaleza armónica. En ella habitaban la luz y la oscuridad en perfecto equilibrio y afirman los trovadores que cantaron sus alabanzas que los hijos de hombre la tenían en elevada estima pues las suyas eran las más justas de las decisiones.

Pero a la manera de las leyendas y los cuentos de antaño, donde un espíritu maligno dificulta la suerte del héroe con sus negras intensiones, en el camino de Illarguia se cruzó un abominable hijo de hombre quien por medio de las peores artes de la alquimia, motivado por una ferviente envidia –hacia su singular belleza o por el aprecio que le mostraban sus congéneres; por ambas causas a la vez o por otras totalmente desconocidas–, la transformó en áspera roca para lanzarla después hacia el cielo nocturno donde quedó colgada para siempre. La identidad de este innoble ser no quedó registrada en los anales de la Historia pero sí se sabe que tuvo un mal final pues si sus actos hacia Illarguia fueron despiadados los de sus hermanos lo fueron aún más para con él, dándole brutal muerte al verse huérfanos de la buena guía de la joven.

Muchos fueron los nombres con los que se bautizó a la nueva naturaleza de Illarguia. Selene para unos, Luna para otros,… Ilargia en boca de quienes habitaban los bosques del norte. Ya fuera Áine, Chandra o Nisha, la brillante esfera en que transformaran a la desgraciada joven salía todas las noches para bendecir con su fulgor la dura tierra a sus pies, mostrándose siempre plena a ojos de los hijos de hombre. Pero Illarguia era equilibrio, y si su lado luminoso protegía la vida bajo su manto, regulaba los ciclos naturales y daba lugar a las mareas, su imagen especular reflejada en las infinitas aguas origen de vida era la maldad en su estado más puro.

Sin el contrapeso de la luz, el mal que habitaba en Illarguia se derramó libremente por la faz del mundo. El nuevo astro del cielo atraía la vista y los suspiros de los hijos de hombre pero era inalcanzable, y la naturaleza oscura de Illarguia, consciente de este anhelo insatisfecho, lo aprovechó para satisfacer su sed de venganza.

Devorada por un rencor que se hacía mayor con cada nuevo amanecer, el daño sufrido a manos de uno supondría el fin de cientos y así, ya fuera desde un océano, un riachuelo o el más apacible de los pantanos, Illarguia la Oscurecida se mostraba bellísima ante los hijos de hombre, ilusoriamente cercana, nublándoles la voluntad para atraerlos al asfixiante abrazo de las frías aguas.

Desde entonces el bello rostro de Illarguia pasó a ser la encarnación del mal. Los hijos de hombre dejaron de frecuentar los caminos desde la atardecida, máxime en los meses de copiosa lluvia, temerosos de caer en el embrujo del demonio líquido de la noche. Solo los muy valientes, o los muy inconscientes, se atrevían a desafiar a la Oscurecida, siendo pocos los que conservaron la vida para poder contarlo. Mientras tanto, Illarguia la Radiante lloraba desconsolada lágrimas de claro de luna. 

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Corren malos tiempos para los hijos de hombre. El pueblo bajo se desvive por malvivir de lo que consigue arrancarle a los ingratos cultivos. Una reducida élite gobierna con puño de hierro tierras ganadas sin honor y solo los muy versados pueden comprender las verdades ocultas en los antiguos escritos. Pocos suspiran hacia la Radiante; nadie desafía el hambre insaciable de la Oscurecida.

Moviéndose no sin dificultad entre grimorios enmohecidos y anaqueles con productos químicos que derriten los tejidos blandos con sus corrosivos vapores, un hijo de hombre descifra a la luz incierta de una palmatoria los orígenes olvidados de Illarguia. El sabio, a quien el cruel Destino reserva una dolorosa muerte entre las llamas purificadoras de un auto de fe, acusado de brujería por aquellos a quienes está a punto de ayudar con sus conocimientos, acaba de descubrir la fórmula que dará término a la maldición de la Oscurecida. Dibuja figuras herméticas, purifica principios, destila extractos capaces de reiniciar el mundo, pues solo con el poder de la Energía Primigenia podrá restablecer el equilibrio injustamente robado a Illarguia.

Al término del proceso alquímico un estremecimiento recorre la columna vertebral del Universo, imperceptible en las distancias imposibles que lo trazan, suficiente para que la Luna comience lentamente a ocultar su fulgor. Y así, coincidiendo con la floración de la higuera en la víspera de San Juan, tanto la Radiante como su reflejo desaparecen por completo a ojos de los hijos de hombre.

La primera luna nueva es un momento de profunda intimidad para las dos naturalezas de Illarguia. El dolor por los muchos años perdidos es insignificante comparado con la alegría del reencuentro, y al igual que el mineral de plata derrite el hielo, la sonrisa argentina que se le dibuja en la cara a la Radiante funde el frío odio enquistado en el corazón de su gemela líquida. El equilibrio queda restablecido y con Illarguia nuevamente completa los hijos de hombre pueden disfrutar desde entonces de sus lágrimas de claro de luna, ahora y ya por siempre de felicidad.

 

B.A.: 2024