Se ha levantado viento en el paso fronterizo de Santa Catalina. Las fuertes rachas lanzan puñados de arena contra la colada recién tendida, tiñéndola de ocre, y hacen ondear las faldas de las mujeres y los guardapolvos de los ganaderos, gente silenciosa y hosca inmune como pocos a los caprichos del desierto.