Derecho en el
derecho, izquierdo en el izquierdo ¡Otra vez! Derecho en el derecho, izquierdo…
El
proceso es simple, como hubiera dicho su padre el científico de haber estado a
su lado; «¡lógico!» habría exclamado de haberse desesperado
con él. Su discurrir infantil sabe diferenciar el zapato derecho del izquierdo,
en qué pie va cada uno, y aún así el izquierdo se niega a obedecer. ¡¡Una vez
más!! Un poco más lento esta vez. Pie derecho en el zapato derecho. ¡Bien! Pie
izquierdo en el zapato izquierdo… Desesperado, tira el zapato todo lo lejos que
puede, quebrando sombras que se ocultan del cuadrado de plata que rasga la
oscuridad a través de la ventana; fulgor de una luna hinchada, tan llena de luz
como vacío está su corazón. Algo en su interior le impulsa a llorar pero las
lágrimas, secas desde hace tiempo, se niegan a diluir su frustración. En vez de
eso, se le inflaman los ojos, siente un calor enloquecedor y la ira se desborda,
arramblando con todo y contra todos; destrozando con su propio cuerpo maderas,
telas y lozas hasta que los restos de la tempestad hacen sangrar su pie desnudo.
Y la vida que se le va a chorros, espesa y caliente, le ayuda a recuperar el
domino de sí mismo, busca a tientas el zapato perdido y comienza el proceso de
nuevo. Pie derecho en el zapato derecho. Pie izquierdo…