martes, 22 de octubre de 2019

Barcos en la niebla


Nota: Imagen extraídas de Pixabay e Internet. 


—¡Susanaaa…! ¡¡SUSI!! ¿Eres tú?
—…
—¿Quién anda ahí? Conteste, por favor.
—¡No se acerque!
—Que no me acerque… ¿Adónde? ¡¡No veo una mierda con esta maldita niebla!!
—Quédese donde está. Se lo ruego.
—¿Qué podría hacerle? Mido un metro sesenta y estoy sola.
—También estaba sola la mujer que pedía ayuda cerca del chiringuito y cuando llegué hasta ella intentó atracarme con un cúter.
—¿¡Se encuentra bien!?
—Nada serio que lamentar.
—¡Menos mal!
—Pues sí.
—Mire, sé que es difícil pero le juro que puede confiar en mí.
—Está bien…
—¿Busca a alguien?
—A mis dos hijos, Róber y Lina. Los dejé junto a las boyas. Lina tenía sed y me acerqué a por unos refrescos.
»¿No los habrá…?
—No, lo siento. Usted es el primero con el que me cruzo. Yo también estoy buscando a una amiga. Se llama Susana.
—¿Cómo se separaron?
—Hacía tan buen tiempo que quiso darse un baño. A mí no me apetecía y entonces…
—Cayó la niebla.
—…
—¡Ei, ei! Seguro que está bien. Me llamo Nicolás. ¿Y usted?
—Beba.
—Mire, Beba. Siento lo de antes, estaba muy alterado.
—Es comprensible, dadas las circunstancias… ¿No le resulta extraña esta niebla?
—¡Y que lo diga! Tan densa, tan repentina… ¿Funciona su teléfono?
—No.
—Tampoco el mío. Beba…
—¿Sí?
—Estooo… ¿Le parece bien que los busquemos juntos?
—¿Podrá fiarse de mí?
—¿Qué puedo temer de su metro sesenta?
—Je, je. Tome mi mano.
»La orilla está a la izquierda.
—¡¡LINAAA…!! ¡¡RÓBERRR…!!
—¡¡SUSIII…!! ¿¡Me oyes, cariño!?

B.A.: 2019

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