martes, 23 de abril de 2019

Space cowgirl



Homenaje a Beatriz Fontana,
space cowgirl patria de la serie Diego Valor.

Los científicos aseguraban que no soñaríamos durante el hipersueño. Se equivocaron, como en tantas otras cosas, y durante ciento catorce años mis pensamientos han vuelto una y otra vez a ti, Álex, a tu rostro surcado de lágrimas aquel lejano 26 de octubre, cuando un «Por favor, mami, no te vayas» apenas susurrado traspasó mi alma partiéndola en dos. Hace mucho que habrás muerto, nadie vive eternamente, y yo me aferro a esta misión para no perder la cordura, consciente de que nunca más volveré a sentir tu cálido cuerpo entre mis brazos, ni a oír las risas soterradas que eras incapaz de contener cuando jugábamos al escondite en casa de los abuelos. Mi pequeño Álex. Mi amor. Cuánto te echo de menos, cariño mío.
El viaje exploratorio al planeta Tellus, en el que la moribunda Tierra había puesto todas sus esperanzas, debía durar poco menos de dos años, pero algo salió mal y la Fénix nos ha despertado huérfanos de todo aquello de lo que nos despedimos, incapaces de contactar con los sucesores de los que organizaron esta misión, si los hubiera, un shock difícil de asimilar que ya se ha cobrado la vida de dos de nuestros compañeros de infortunio y mermado la razón al resto. Afortunadamente, los víveres han aguantado bien en las cámaras frigoríficas, aunque la tortilla ha pasado a ser un mazacote de huevo que hace cabrear al bueno de Badejo, nuestro abnegado capitán. Entre bocado y bocado a esa masa insípida, menta a la madre del que dijo que aquello era una tortilla –«Omelette» afirma optimista el envase plástico–, haciéndonos olvidar con sus histriónicas salidas de tono el dolor que lacera nuestros corazones, aunque solo sea por unos instantes. Yo le paso un panecillo untado en queso, con olor a pomada antihemorroidal, y él lo devora de una dentellada, ñam, como un perro famélico, arrancándonos una nueva carcajada. No tengo palabras para agradecer a Control que lo pusiera al mando de la misión; Badejo sabe que debe mantener lo que queda de su tripulación lo más entera posible y a ello se entrega con la pasión de un buen líder.
Nos acercamos a Tellus a velocidad de crucero. Con el planeta centrado en el ventanal rectangular del mirador panorámico, semejante a un zafiro rutilante que nadara solitario entre las estrellas, mis pensamientos vuelven a ti, Álex, haciéndome desesperar. Lloro desconsolada ante la fotografía que te hice antes de partir, sonriente tras la tarta de tu tercer cumpleaños, y soy yo la que ahora sopla sus velas deseando que tuvieras una vida plena y feliz. Y rezo. Sí, también rezo. Rezo egoísta a un dios en el que nunca creí para que en tu lecho de muerte perdonaras la ausencia de tu madre, pues todo lo hice para conseguirte un futuro mejor.
Bip, bip. Me llega un mensaje urgente de la piloto Ferro; acaban de encontrar muerto al capitán. Se ha cortado las venas en el baño comunitario y en su carta de despedida me pide perdón por pasarme el mando de la Fénix. ¡Qué considerado el muy cabrón! En contra de lo que opina la mayoría de la que ahora es mi tripulación, vamos a completar el estudio del planeta Tellus. No es que me importe saber si realmente es apto para la vida humana, máxime cuando puede que a nuestro regreso a la Tierra no quede nadie en ella a quien entregarle los resultados que llevaremos con nosotros, pero he de darle un sentido a la causa de tu pérdida, mi querido Álex. Solo así mi alma torturada descansará; solo entonces podré reunirme contigo sin apartar la mirada.
Te veré pronto, cariño mío.

B.A.: 2.019

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