jueves, 10 de febrero de 2022

Ángel custodio

 


Amaya anda encorvada sobre el cochecito de capota azul marino. Tiene que echar todo el peso de su delgado cuerpo para hacerlo avanzar y el esfuerzo, sumado al calor del día, empapa de sudor la ligera camiseta que viste. Hubiera preferido resguardar a la nena en la frescura de su pisito pero apenas tenía cereales y los pañales también escaseaban. El bueno de don Federico, el farmacéutico del barrio, no ha querido cobrarle en esta ocasión. «Mañana vienes y me ayudas a limpiar el polvo de las estanterías, que buena falta le hacen», le dijo, dando el pago por zanjado.

–No te inquietes, princesa –consuela amorosamente a su pequeña–. Ya vamos para casa.

Al doblar la esquina distingue a su vecina a las puertas del bloque. Doña Encarna se haya acompañada de otra señora de edad similar y hacia ellas se dirige con buen ánimo, al resguardo de las sombras dibujadas por los naranjos de la calle.

 

–¡Qué cosa más bonita, Encarni!

Doña Ramona –Mona para las pocas amigas que se obstinan en vivir–, sostiene entre sus manos una medalla de plata con el ángel custodio en delicado bajorrelieve. Volutas y hojarascas enmarcan al protector. Joya de la familia desde antes de la guerra, Doña Encarna la acaba de recoger del taller de joyería donde la han pulido y sustituido el deteriorado lazo por otro de seda rosa. «Es un regalo para alguien muy especial», le comenta a Mona emocionada y al levantar la vista ve venir precisamente a la destinataria del presente.

–Mona, ahora tienes que seguirme la corriente –apenas tiene tiempo de advertir entre susurros a su amiga para después saludar en voz alta–. ¡Dichosos los ojos, Amaya! A ti te quería yo ver.

–¿Y eso, doña Encarna?

–Mira lo que tengo para tu niña. Iba a guardarlo hasta el bautizo pero…

La joven abre la cajita que le tiende su vecina y se queda sin palabras cuando descubre la preciosa medalla acunada entre pétalos de papel de seda.

–No puedo aceptarlo, doña Encarna.

–¿Acaso quieres que me enfade?

–¡No, por favor!

–Pues no hay más que hablar. Y ahora, enséñale tu ricura de niña a mi amiga.

La anciana aprovecha que la joven ha hundido la cabeza en el capazo para lanzarle una nueva mirada de advertencia a Mona, quien sin comprender su misteriosa actitud se aproxima con curiosidad para contemplar a la beneficiaria de tales atenciones.

–¿Puede haber cosa más bonita en el mundo? –le dedica Doña Encarna al cuerpecillo acurrucado entre sábanas de flores–. Y qué piernas tiene la jodía.

–Seguro que anoche oyó sus llantos –se lamenta apurada la joven madre–. Es otro diente. El tercero ya.

–Pobrecita, con lo que duelen.

–Siento las molestias.

–¿Molestias? ¡Anda ya!

Mona apenas presta atención a la conversación, incapaz de apartar la vista del interior del carrito, los pelillos de la nuca inhiestos.

–Bueno, doña Encarna, debemos irnos ya.

–Por supuesto, cariño.

–Y la medalla… ¿Cómo se lo puedo agradecer?

–Pues pasándote luego por casa para tomarte un cocacolita.

–Lo haré, en cuanto despierte la nena de la siesta. Que tengan buen día.

Nada más entrar la joven en el portal, Mona se encara a su amiga, exigiendo respuestas.

–¿Una muñeca? –pregunta ante su silencio.

–Amaya no ha tenido una vida fácil –es la escueta explicación de doña Encarna.

A la anciana jamás se le ocurriría traicionar la confianza de Amaya con cuchicheos sobre los abusos sufridos a manos de un padre alcoholizado, violencia de la que huyó mediante un precipitado matrimonio con el primero que le dijo bonitos ojos tienes. Pero como dice el sabio refranero, la joven salió de la sartén para caer en las brasas pues la convivencia marital se convirtió más pronto que tarde en una prolongación de las penurias sufridas hasta entonces. La gota que colmó el vaso de la cordura la destiló la pérdida de su primer hijo y si bien quiso la última Nochevieja que Amaya enviudara pronto, sólo una maternidad cimentada sobre aquella muñeca reborn comprada a precio de saldo fue capaz de darle motivos para vivir. Vida fruto de la inconsciencia, cierto, pero vida al fin y al cabo, y el barrio entero se volcó sin reservas con la nueva madre.

–¡Por el amor de Dios, Encarni! –casi grita Mona, escandalizada por lo anómala de la situación–. Esa chica necesita ayuda, y encima vas y le regalas la medalla de tu familia. ¡Para un muñeco!

–Mira, Mona. Yo regalo mis cosas a quien me sale de las narices.

–No te pongas así…

–¡Me pongo como me da la gana! Amaya es una buena chica con muy mala suerte. Despacha cariño y atenciones como pocos, además de ser una trabajadora incansable.

–Eso no te lo discuto pero creo que deberíais llamar a los Servicios Sociales.

–¿Y para qué, si puede saberse? ¿Para que le ocurra como al pobre Román? Toda una vida pagando religiosamente las cuotas de su modesto piso y van y se lo llevan a un asilo, donde murió solo en vez de hacerlo arropado por los suyos.

»No. Amaya es parte del barrio y como tal la cuidamos. Le damos todo aquello que nunca tuvo y por eso don Francisco bautizará a su nena la próxima semana, con mi medalla prendida de su pecho.

–No lo entiendo, Encarni. De verdad.

–Por supuesto que no, querida. Éste no es tu barrio.

 

B.A.: 2.022

Safe Creative #2202100454785

76 comentarios:

  1. Gracias, Bruno, por participar con este relato en el homenaje a Truman Capote y Desayuno en Tiffany's. Un abrazo y suerte!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¿Cómo faltar a uno de tus retos? Muchas gracias por todo tu esfuerzo.
      Un abrazo enorme.

      Eliminar
  2. Hola Bruno. Que triste y melancólico tu relato. Por un lado, la necesidad de la pobre mujer, y la falta de cariño que pone de manifiesto las penurias de estos tiempos de tantas familias necesitadas. Al menos, aunque sea un muñeco ella logrará ser feliz gracias a un barrio cuya misericordia expresa como puede llegar a ser el ser humano. Se me encogió el estómago. Un placer leerte. Abrazos

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola, Nuria. La historia de Amaya es una más de las tantas y tantas que desgraciadamente se dan en nuestra sociedad, familias desestructuradas en la que uno o varios de sus miembros sufren grandes penurias. Yo he querido darle un final ¿feliz? gracias a ese barrio que se volcó con ella. No siempre el apoyo y el amor incondicional vienen desde la familia.
      Un abrazo y muchas gracias por el comentario.

      Eliminar
  3. Un regalo es una bendición 😊 y quién lo ofrece es de corazón 💕. En tu narrativa llena de emociones que tratan de apaciguar sentimientos encontrados, y añorando una mejor vida a las nuevas generaciones. Una medalla que podría traer una mejor suerte a quien la lleva. Una perla para ti 🤩. Saludos desde Venezuela

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola. Muchas gracias por tu comentario. La buena de doña Encarna estima a la pobre Amaya como si fuera de su propia familia, y por eso no sólo le ofrece de todo corazón la medalla del ángel custodio sino que incluso hace las veces del protector. Y tras ella, todo un barrio cargado de buena intensiones
      Un saludo desde España.

      Eliminar
    2. Gracias por visitarme. Soy Perla narrativa Abrazos 💋 desde Venezuela

      Eliminar
    3. Así es, un relato digno de compartir y leerte.

      Eliminar
    4. Gracias a ti por tu compañía. Un abrazo enorme.

      Eliminar
  4. ¡Qué bonito, Bruno! Un relato emotivo y muy dulce. Me ha encantado.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola, Marta. Me alegro un montón que te haya gustado. El esfuerzo ha merecido la pena.

      Eliminar
  5. Una historia emotiva que va creciendo y desvelando su recorrido según avanza, alrededor de la triste historia de Amaya cuya vida ha sido difícil desde que era niña. Por desgracia no es común en nuestras sociedades individualistas encontrar esas muestras de solidaridad en todo un barrio arropando a una de sus miembros, una ventana de de esperanza que se revela en esta historia y que recuerda a esos barrios de antaño donde todos se conocían. Escrito con mucha ternura y elegancia literaria, un relato brillante Bruno, con muchas opciones de llegar alto en el concurso. Un abrazo!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola, Jorge. Son muchas las historias parecidas que se dan en la sociedad en la que vivimos, ¿verdad?, personas que no conocen la felicidad y el amor que otros damos como algo normal. El final de Amaya es todo lo bueno que puede ser dadas las circunstancias, arropada por un barrio de los de antaño, lejos del individualismo que tanto fomentamos sin ser conscientes de la soledad que conlleva.
      Gracias por tus palabras de ánimo; el esfuerzo ha sido mucho pero veo que ha valido la pena.
      Un abrazo enorme.

      Eliminar
  6. Un barrio muy peculiar, pero muy divertido, me he disfrutado cada dialogo y parrafo, me encanta este humor que a la vez nos descubre una realidad brutal.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola, Jose. El equilibrio entre la tragedia y la comedia es muy complicado de conseguir. A mi modo de ver, el gran Berlanga era un maestro en retratar nuestra compleja sociedad, y me gustaría pensar que este barrio que me he inventado bien pudiera ser parte de su universo cinematográfico.
      Muchas gracias por tus palabras.

      Eliminar
  7. Hola Bruno, bonita historia que lleva el sello del amor y la solidaridad entre vecinos. Es muy triste lo que pasa con tu protagonista pero es bonito que esté rodeada de amor. Me ha gustado mucho tu relato. Saludos.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola, Ana. Quería reflejar esa solidaridad y compañía entre vecinos que parece desaparecida, no sé si por las prisas de esta sociedad o de un individualismo llevado al extremo.
      Amaya vive en la confusión, fruto de su penosa vida pero es arropada por el barrio. Su barrio, como defiende doña Encarna.
      Gracias por tus palabras. Un saludo.

      Eliminar
  8. Me ha encantado, Bruno, la historia de la solidaridad de un barrio. Si Amaya hubiese vivido en un edificio no se habría enterado de su situación personal ni el vecino de al lado.
    A pesar de la tristeza de una mente confusa, destaco la generosidad de los vecinos.
    Me ha gustado también los diálogos que de tan naturales saltan de la pantalla.
    Un abrazo, Bruno

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Holla, Tara. Es triste el ostracismo en el que vivimos actualmente, ¿verdad? Las prisas tampoco ayudan y en el camino quedan las relaciones con nuestros vecinos.
      Amaya, al menos puede disfrutar de la solidaridad del barrio y al fin vivir rodeada de amor y cariño.
      Siempre me ha gustado trabajar los diálogos y si te han resultado naturales entonces puedo darme por satisfecho.
      Un abrazo enorme.

      Eliminar
    2. Estupenda cuarta posición rozando el podio, Bruno, Te felicito compañero.

      Eliminar
    3. Muchas gracias, Tara. Vuestro apoyo es el mejor premio, sin duda.
      Un abrazo.

      Eliminar
  9. Tal como lo has escrito, con esa vivacidad de intervenciones de los protagonistas, me place muchísimo por analogía con Teatro Social. ¡¡¡¡¡¡¡Y luego por motivos personales, porque aún conservo algo similar a un medallón de cuna de cuando de Eras Allende los Evos de cuando nací....!!!!!!!! El texto que hace recordar ¡¡¡¡M a r a v i l l a !!!!!

    ResponderEliminar
  10. Hola, Juan. Pues no puede haber mejor premio para un relato que devolver a un lector sus recuerdos más gratos. Quería reflejar ese apoyo y amor desinteresado entre los vecinos de un barrio, de un pueblo, orgullosos de sus raíces y defensores de su familia sea o no de sangre.
    ¡Qué maravilla encontrarme con comentarios como el tuyo!
    Muchas gracias. Un abrazo enorme.

    ResponderEliminar
  11. Pues ojalá fuéramos todos de tu barrio, Bruno. Son mucho mejores y más curativos esos barrios que cualquier "Servicio Social". Conmovedora historia. Y así de conmovida te mando un abrazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola, Juana. Me alegro que los vecinos de mi barrio te hayan conmovido. Es raro ver ya este tipo de barrios, pueblos,... en nuestra sociedad, siempre con prisas y sin ganas de convivencia. A ver si damos un pasito para atrás y nos humanizamos un poco.
      Un abrazo enorme.

      Eliminar
  12. Hola Bruno, no puedo evitar remontarme al pasado. Los barrios ahora son otra cosa, no existe nada de solidaridad; cada uno va a lo suyo. Y además, la medallita la vi, asi como antes, prendida en el pecho del bebé. Esas costumbres pueden que en pueblitos más pequeños se conserven. Un guiño acertado al pasado. Un abrazote.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola, Emerencia. Como bien dices, esta solidaridad es cosa del pasado, o al menos eso parece. Siempre vamos con prisas, celosos de una individualidad mal entendida. Lo que hay al otro lado de las paredes son personas como nosotros, en las que nos podemos apoyar y que pueden buscar consuelo en nosotros. Busquemos esa vieja forma de vivir.
      Un abrazo muy grande.

      Eliminar
  13. Una historia preciosa, Bruno. De esas que erizan la piel y abren los ojos a otras realidades.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola, Carmen. Me alegra que pienses así. Han sido tres los párrafos complejos de resolver y con comentarios como los tuyos veo que el esfuerzo ha valido la pena.
      Un abrazo enorme.

      Eliminar
  14. Hola, Bruno.
    Hemos dejado atrás solidaridad cambiándola por envidias. Hemos dejado de saludar a nuestros vecinos y estamos poco a poco perdiendo nuestra identidad. Al menos , aquella con la que yo crecí. Es lo que he visto reflejado en tu relato, un retrato de como eran las cosas antes en todos los lugares. Supongo que será cosa de la evolución y tendremos que adaptarnos. Un relato que toca la fibra. Mucha suerte en el concurso. Saludos.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola, Pedro. Efectivamente, en nuestra "evolución" como sociedad hemos dejado atrás la solidaridad y las relaciones con los vecinos, cambiadas por un individualismo mal entendido. Habrá que adaptarse, sin duda, pero quizás deberíamos mirar más de vez en cuando hacia atrás y aprender del pasado.
      Muchas gracias por tus palabras, compañero. Un saludo.

      Eliminar
  15. Es un relato muy bello, conmovedor, basado en la idea de la compasión (palabra desgraciadamente en desuso). No esperas la sorpresa de la muñeca, descoloca completamente al lector. Y el personaje de Encarna, un verdadero ángel, está muy bien definido, contrastando con la perplejidad de la amiga, más afín a lo ordinario (y lo convencional).
    Precioso relato, diferente. Enhorabuena.
    Un abrazo

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola, Maite. Me alegra que pienses así de mi relato. Han sido muchas las vueltas que le he dado hasta conseguir el resultado idóneo (hubo tres párrafos que me dieron bastante trabajo).
      Doña Encarna es sin duda un ángel custodio, punta de lanza de todo un ejército de seres compasivos para los que Amaya y su nena son dos más del barrio. En el otro lado está Doña Ramona (Mona para las amigas) que no comprende lo extraordinario de la situación. Pero, como dice Encarna, ella no es del barrio.
      Un abrazo enorme. Muchas gracias por tus palabras.

      Eliminar
  16. Hola, Bruno! ¿Que tal? Vaya giro que le das a la historia. Una historia de barrio que deriva en un drama sujeto bajo la potente imagen de la muñeca/bebe (genial ese guiño a la ciencia ficción que tanto dominas), un giro genial donde la trama pivota y queda a merced de la ternura y amor por una persona que parece ser lo ha sufrido todo. Me ha gustado mucho, compañero.
    Un abrazo y mucha suerte!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola, Pepe. Me alegra que te haya sorprendido mi giro final. Desde el principio ésta era la historia de una persona enajenada que tiene todo el apoyo de su barrio, pero no quería mostrar mis cartas (en forma de muñeca) hasta algo más de la mitad. Creo que me la jugaba un poco pero el resultado conseguido no puede ser más satisfactorio.
      Muchas gracias por tus palabras, compañero.
      Un abrazo enorme.

      Eliminar
  17. Una historia preciosa llena de ternura. Has tocado un tema muy sensible, el de las enfermedades mentales y de cómo la sociedad trata a los que las padecen como unos estigmatizados. En este relato, en contrapartida, haces emerger la bondad y la comprensión de un alma caritativa hacia quien ha sufrido tanto y solo le queda el consuelo de una muñeca "reborn" para sentirse madre.
    Me ha encantado. Espero que lo veas recompensado con un buen puesto en el concurso.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola, Josep. No puede haber mejor premio que el apoyo que está recibiendo este relato. Muchas gracias, de verdad.
      Quería plasmar la solidaridad ¿perdida? de un barrio hacia uno de sus vecinos, enfermo a causa de las injusticias de la vida, siendo doña Encara la punta de lanza de ese ejército de ángeles custodios. Don Federido, el farmacéutico, don Francisco, el párroco,... y tantos otros luchando hombro con hombro por la pobre Amaya. Y en medio, esa medalla de plata del ángel custodio.
      Ha habido tres párrafos que me han tenido bloqueado varios días pero estoy muy feliz con el resultado.
      Un abrazo.

      Eliminar
  18. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar
  19. Las cosas que ocurren en el barrio, en el barrio se quedan. En él, es la ley de la aceptación y del que más ama la que impera.
    Me ha parecido un relato delicioso y muy bien dialogado.
    Los auténticos ángeles no van grabados en las medallas sino en los corazones de las buenas personas.
    Abrazos.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola, Francisco. Como bien dices, lo que ocurre en el barrio no le importa a los "extranjeros",que no saben de la misa la mitad. Los ángeles no tienen alas ni cuerpos de luz, sino las facciones de una anciana arrugada o de un párroco preocupado por los miembros (que no feligreses) de su comunidad.
      Gracias por tus palabras.
      Un abrazo enorme.

      Eliminar
  20. Hola Bruno, es un relato muy conmovedor, la solidaridad de los vecinos para ayudar a Amaya, una joven desprotegida ante los abusos de la vida, me ha gustado mucho, te felicito, Patricia F.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola, Patricia. Qué bonito sería si hubiera más solidaridad en nuestros corazones, ¿verdad?
      Me alegra que te haya gustado mi relato. Ha sido difícil darle el resultado deseado.
      Un saludo.

      Eliminar
  21. Hola, Bruno. Es una ráfaga fresca este relato de empatía y solidaridad. Prenderse del juego que plantea el desesperado, sin denostar. Y poner luces y sonrisas para sanar una sociedad desesperada y triste. Un aplauso. Mucha suerte.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola, Beba. Si practicáramos más la solidaridad qué gran mundo sería el nuestro, ¿verdad? Gracias por tus palabras. Recibe un abrazo muy fuerte.

      Eliminar
  22. Hola Bruno , tú relato lo ley la otra noche
    y la verdad es que es muy tierno , me a gustado mucho.
    Te deseo una feliz mañana , suerte en el reto del tintero de oro.
    Saludos de flor.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola, Flor. Me alegro que pienses así de mi relato. Comentarios como el tuyo es premio más que suficiente.
      Un saludo.

      Eliminar
  23. Hola, Bruno. Un relato lleno de tristura, de emoción, de pesar, de solidaridad y cariño. La última frase encierra todo eso. Un abrazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola, Isan. Cuánto dolor y alegrías, tristeza y solidaridad pueden darse en un pueblo o barrio, ¿verdad? En mi relato, he querido subrayar el apoyo que antes se prestaban los vecinos, y digo antes porque ahora nos vemos perdidos en un individualismo a mi modo de ver mal enfocado. Espero que evolucionemos como sociedad.
      Un abrazo enorme.

      Eliminar
  24. Muy yierno, porque cómo sabemos la historia que hay detrás de un muñeco de esos.

    Un abrazo

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¿Cuántas historias tristes pueden haber detrás de una muñera, verdad? Menos mal que la solidaridad del barrio puede sanar algunas de ellas.
      Un abrazo enorme. Gracias por tu comentario.

      Eliminar
  25. Hola, Bruno. Vaya duelo interpretativo de dos señoras mayores, ambas supuestamente curtidas con la vida y con experiencia para salir adelante, pero con la diferencia de quien antepone los buenos sentimientos a la fría lógica. Por supuesto, creencias religiosas aparte, la señora de la medallita tiene mi voto. Saludos y suerte.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola, JM. ¿A qué es difícil no querer a Doña Encarna? Le sale buenos sentimientos por todos los poros y defenderá a cualquier vecino del barrio con uñas y dientes. Pásate luego por su casa que te invitará gustosa a un cocacolita, je, je, je.
      Muchas gracias por tus palabras. Un abrazo.

      Eliminar
  26. Hola, Bruno!! Tu relato me ha emocionado mucho. Qué triste y a la vez hermosa historia. No me esperaba que la niña fuese una muñeca. Me gusta no solo la idea sino cómo la has narrado, de forma clara y a la vez dando esos pequeños detallitos que enriquecen tanto. Qué buena persona es Encarna que sabe valorar a Amaya a pesar de su locura. Enhorabuena. Suerte y un abrazo!!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola, Cristina. Me alegra haberte emocionado on el drama de Amaya. Intento escribir de forma clara aunque no puedo evitar esos pequeños detalles que le dan sabor al relato. Y los diálogos. No nos olvidemos de ellos. Me gusta trabajarlos hasta darles fluidez.
      Muchas gracias por tu comentario. Un abrazo enorme.

      Eliminar
  27. Yo tampoco me esperaba que estuviera paseando un bebé. Un ejemplo de solidaridad difícil de ver hoy en día... ¿dónde está ese barrio?
    Suerte con el concurso.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola, MJ. Me alegra que os haya sorprendido tanto ese giro de tuerca ya que sin él mi relato hubiera quedado "descafeinado". El barrio se encuentra perdido actualmente. Si lo intentamos quizás podamos encontrarlo.
      Un abrazo enorme.

      Eliminar
  28. N9 veia por donde iba el relato y cuando sale la muñeca, me pierdo del todo. Pero ya estoy atrapado porque la Ramona "se empeña en seguir viviendo".
    No se si Encarni no tiene hijos, o no la necesitan o no le hacen caso porque es vieja y sun no tan mal como para "asilarla".
    Pero el final lo rompe y lo encaja todo. Me parece magistral el final. El orgullo. El farmsceutico, el cura y el barrio. A veces se cruza en tu vida alguien que no pide ayuda, aunque la necesita, y te da ña sensación de que no serias buena persona so no la ayudaras
    Magnifico
    Abrazo Bruno

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola, Gabilante. Perdona si el relato te ha confundido un poco. Quería que sintiérais lo mismo que doña Ramona, su extrañeza por la forma de actuar de su amiga, su sorpresa ante la visión del muñeco,... Su racionalidad ante lo irracional. Pero ella no es del barrio y no comprende las normas que lo rijen.
      Me alegra que al final te haya gustado mi relato.
      Un abrazo enorme.

      Eliminar
  29. Hola Bruno al principio el relato desconcierta, la descripción del bebé es muy real, lo que no se imagina el lector que es una muñeca lo que pasea la abuela.
    En el barrio todos se conocen y se solidarizan con la mujer, saben de las penurias de la familia y entienden lo que hacen.
    Te felicito por la forma en como llevas la esencia del relato y los diálogos son muy cercanos.
    Un abrazo
    Puri

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola, Puri. Perdona si te he desconcertado un poco. Quería mantener el secreto hasta que la revelación del secreto fuera más efectista. Al fin y al cabo el relato es un canto a la solidaridad, algo que parece cada vez más difícil de conseguir.
      Muchas gracias por tus palabras. Un abrazo enorme.

      Eliminar
  30. Hola, Bruno. Un relato delicioso de un barrio imposible en la actualidad. La solidaridad y el cariño de los vecinos que era como una familia. Así lo viví en mi infancia y ahora justamente nos saludamos. Como siempre, creas unos magníficos diálogos que redondean el relato y lo convierten, como la medalla para la niña-muñeca, en una joya. Un abrazo y suerte en el Tintero.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola, Jose. Quiero creer que esos barrios o pueblos en los que todos se conocían y apoyaban como una gran familia no han desaparecido, pero es un deseo cercano a la ilusión pues todos somos celosos de una individualidad mal entendida.
      Me alegra que pienses así de mi relato pues me ha dado verdaderos dolores de cabeza. Sobre todo tres párrafos que no querían salir como a mí me gustaba.
      Un abrazo enorme. Muchas gracias de nuevo.

      Eliminar
  31. El relato fue muy realista, ya que muchas personas suelen sublimar sus penas de distintas maneras, y en muñecos es una bastante común. Pero bien por el barrio en cuidarla, es el barrio su única y verdadera familia.
    Buen relato.
    Suerte en el Tintero.
    Un saludo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola, Cynthia. Como bien dices, cada uno tiene su forma de gestionar sus dolencias y Amaya consiguió el consuelo en una muñeca reborn. El barrio es su familia, un barrio como los de antes, donde todos se conocían y apoyaban.
      Gracias por tus comentarios. Un saludo.

      Eliminar
  32. Precioso y profundo. Enhorabuena por tu relato, que podría muy bien estar con su tintero (tendrían que ser dobles o tripes, ja, ja)
    Un abrazo cordial :)

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola, Maite. Muchas gracias por tus palabras. He puesto todo mi esfuerzo en este relato y el apoyo recibido es el mejor premio.
      Un abrazo.

      Eliminar
  33. Bruno! Felicidades por esa mención casi al umbral del podium. Un relato magnífico que se llevó todo el reconocimiento.
    Un fuerte abrazo!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Muchas gracias, Pepe. A un puntito me he quedado del bronce. Pero Francisco se lo merece por su relato, sin duda alguna.
      Un abrazo enorme.

      Eliminar
  34. Felicidades Bruno por ese cuarto puesto, que no ha sido bronce por un pelo. Un gran trabajo. Un abrazo!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias, Jorge. Pues sí, me he quedado rozando el bronce pero estoy feliz por la acogida de la comunidad y por ese tercer puesto tan merecido de Francisco.
      Un abrazo enorme.

      Eliminar
  35. Bruno, enhorabuena por el cuento, termino de leerlo y es para tenerlo en cuenta en estos tiempos tan revueltos. Cuanto mejor nos iría si cada uno cuidase un poquito más del prójimo.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola, Ángel. Muchas gracias por tus palabras. Llevas toda la razón en lo que dices: si cuidáramos un poquito más del prójimo cuánto bien haríamos.
      Un abrazo enorme.

      Eliminar
  36. Hola, Bruno, un relato triste pero muy emotivo. Destilando la solidaridad de las manos cercanas en una sociedad que parece ir en dirección contraria. Hay locuras que los cuerdos con mucho afecto hacen pasar por lógicas razones en un mundo tan loco como el nuestro. Muy buen narrado, con diálogos muy naturales y que caracterizan muy bien los personajes.

    Muy buen relato y felicidades por la mención de tu trabajo. Un abrazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola, Carles. Me alegra que te haya gustado este ángel custodio. Quería retratar esa solidaridad de ¿antaño?, en la que todos los integrantes de una comunidad, barrio o pueblo se trataban como si fueran de la misma familia; pendientes de los problemas de los demás, hasta el punto de rozar la locura por el bien de unos pocos. ¿Volveremos alguna vez a tratarnos como iguales?
      Un abrazo enorme, compañero.

      Eliminar
  37. Que vida tan sufrida para refugiarse en una alucinación, en un engaño a si misma. Pero al menos, la cuidan en el barrio.
    ¿Sería mejor confrontarla con la realidad?
    Bien contado.

    ResponderEliminar
  38. Hola, Demiurgo. Pues no sé si lo mejor es intentar sacarla de su mundo o no. Ante la duda, el barrio entero la cuida como a un gorrión con el ala rota.
    Me alegea que te haya gustado. Un saludo.

    ResponderEliminar