miércoles, 18 de mayo de 2016

La vichyssoise de la mujer barbuda

Nota: Fotografías sacadas de
Internet y de Pixabay.

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Los siguientes datos están extraídos de WikiFarándula, la enciclopedia libre del espectáculo.

Todo en el Gran espectáculo de variedades y fenómenos de Monsieur Poussin era un fraude, salvo Monsieur Poussin. El hijo de Buffalo Bill difícilmente podría haber nacido en Chiclana en 1923 y el unicornio no era más que un jamelgo, de nombre Rocinante, al que el empresario engalanaba con un cuerno de madera. Aún así, o precisamente por ello, Jacques Poussin sigue siendo un referente mundial del show business.
Nacido en Le Havre en 1876, Jacques Poussin tuvo claro a muy temprana edad que su futuro no se encontraba en los astilleros de la ciudad portuaria, embarcándose de polizón con tan sólo doce años en el SS La Bourgogne con destino a Nueva York. Aunque de inglés sabía lo justo, gracias a su natural desparpajo supo desenvolverse sin dificultad en los Estados Unidos, ya fuera como limpiabotas o repartidor. «El destino me esperaba en el Barnum & Barley Circus», declararía años después, afirmando que junto a Jo-Jo, el hombre con cara de perro, y al resto de fenómenos que allí trabajaban encontró la familia que nunca tuvo en Le Havre. 
Con veintinueve años fundó la Bourgogne Company (llamándola así en recuerdo del transatlántico que lo llevara al Nuevo Mundo), cosechando con su Gran espectáculo de variedades y fenómenos un enorme éxito en todo el país. La lenta recuperación económica que sucedió a la Gran Depresión pospuso hasta 1939 el tour que tenía previsto hacer por Europa, con tan mala fortuna que la invasión nazi de Polonia pilló a la Bourgogne Company en medio del Atlántico, quedando la troupe varada en España a la espera del fin de la contienda mundial.
Otro se hubiera rendido ante la adversidad pero Monsieur Poussin supo adecuar su espectáculo a los gustos y normas del país, y así llevaba ya cinco años, yendo a cuanta fiesta local o romería se pusiera al alcance, cuando Andrea Mediavilla se cruzó en su camino [...]

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–¡Mejor que la del Ritz! –alabó el empresario con aquel español suyo de acento tan peculiar, reflejo de los lugares y las personas con los que había compartido la vida.
La Bourgogne Company estaba en Monesterio con motivo de la festividad de San Isidro y en una venta de las afueras habían coincidido Monsieur Poussin y Andrea Mediavilla, donde la joven trabajaba como cocinera, siendo su especialidad una crema fría llamada vichyssuise que el empresario únicamente había disfrutado hacia el año quince en el Ritz de Nueva York.
–¿Cómo ha llegado esta delicatessen a un lugar tan… apartado, ma chérie?
–Fui cocinera en la embajada inglesa en Madrid –respondió la joven con timidez, la larga cola con la que se recogía el cabello cubriéndole la mejilla izquierda–. Samuel Hoare, el embajador, la adoraba.
–¿Trabajarías para mí? –disparó el empresario a bocajarro–. El sueldo será escaso y las incomodidades muchas, pero formarás parte de una gran familia. Y podrás actuar si lo deseas.
Andrea sonrió con tristeza y apartándose el pelo de la cara le preguntó a Monsieur Poussin: «¿Y quién querría verme?», cogiéndolo totalmente desprevenido. Una larga cicatriz le recorría la mejilla desde la oreja hasta el mentón y ante el sincero interés del empresario, la joven se decidió a contar su desgracia entre silencios y medias palabras, refiriendo avergonzada las muestras de afecto no buscado con las que la abrumara William Osborn, mayordomo del embajador y esposo de Judith, el ama de llaves, y cómo el cuchillo rasgó el aire, la piel y la carne aquella noche en que los celos guiaron la mano de la despechada. «Sé que no ha pasado nada –admitiría después Judith mientras cosía con delicadeza la herida de su víctima– pero sólo era cuestión de tiempo el que mi marido te sedujera. Y eso no lo podía consentir».
–Nunca más tendré que preocuparme por ti, Andrea. Disfruta de tu trabajo, tan importante en estos difíciles días, y no me guardes rencor.
Pero Andrea fue incapaz de cruzarse todos los días con su verdugo, y en su huida llegó a aquella venta extremeña donde la apodaron «la Mujer Barbuda» por llevar siempre oculta la mejilla izquierda con el pelo.
–¡Cuánto has sufrido, ma chérie! Y por eso el destino ha cruzado nuestros caminos.
»¡Serás nuestra cocinera! No hay más que hablar. Y nos ayudarás en el escenario. «La Mujer Barbuda», te llamaron. ¡Pues eso serás! Sólo necesitamos un poco de pelo de cabra con el que tejerte una barba apropiada.
–¡Pero eso sería un engaño! –contestó Andrea escandalizada.
–No, ma chérie. Es actuar.
–¿Como Amparo Rivelles?
–Yo pensaba más bien en Marlene Dietrich.

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–Andrea. Una señora quiere ver a Monsieur Poussin.
–Gracias, Conrado. Yo me encargo.
La Bourgogne Company había arribado a Madrid. A pesar de haber transcurrido solamente un año desde el encuentro de Andrea con el empresario, la joven se hallaba totalmente integrada en la troupe, siendo tal la confianza en ella depositada que quedaba a cargo de la compañía cuando, como en aquel momento, Monsieur Poussin se ausentaba para «estrechar lazos» con los representantes locales. Con la destreza que da el hábito, Andrea se puso la falsa barba que caracterizaba a su personaje –siempre lo hacía antes de tratar con alguien ajeno a la troupe–, y fue al encuentro del posible cliente.
Casi cae desmayada cuando vio a Judith, la protagonista de sus pesadillas, esperando junto a Conrado. Con toda la sangre fría que pudo extraer de su tembloroso cuerpo, consciente de que sería imposible que la reconociera bajo el disfraz, Andrea se aproximó a la pareja, comprobando con satisfacción que la presencia de la mujer barbuda intimidaba al ama de llaves.
–Gracias, Conrado –dijo Andrea enmascarando la voz para sorpresa del joven–. Yo atenderé a…
–Señora Osborn.
–¿En qué puedo ayudarla… Señora Osborn?
Con la eficiencia que recordaba en ella, Judith expuso que el nuevo embajador, Douglas Howard, iba a celebrar una recepción y que era su deseo amenizarla con un ilusionista. Mientras las mujeres negociaban las condiciones del contrato, el fuego oscuro de la venganza prendió en el interior de Andrea, iluminando un camino de sangre sólo visible para su alma atormentada. Y así condujo a Judith hasta la carpa del ilusionista, encantadora en su papel de anfitriona, describiendo cada uno de los cachivaches que allí se encontraban.
–Y en este sarcófago –comentó ante un cajón de madera de la altura de una persona–, el Gran Jag Niwas mete a su asistente para a continuación atravesarlo con nueve espadas. ¡Y el muchacho no sufre ningún daño! Es magia muy avanzada.
»¿Le gustaría comprobar que no hay truco alguno?
Judith entró de mala gana en el interior del cajón tras lo que Andrea cerró la tapa con un sorpresivo movimiento, quedando la mujer encerrada y a su merced. «Sin rencores, Señora Osborn», dijo al ama de llaves usando su verdadera voz, y tras eso ensartó la primera de las nueve espadas que el ilusionista afilara aquella mañana con verdadera pasión.

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[...] cuando Andrea Mediavilla se cruzó en su camino, protagonista un año después de un sangriento suceso que sobrecogió a la sociedad madrileña. «La venganza, como la vichyssoise –diría Monsieur Poussin al reportero de ABC desplazado al lugar–, es un plato que se sirve frío». Tras ese terrible acontecimiento, Monsieur Poussin [...]


B.A., 2.016

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17 comentarios:

  1. Otra degustación literaria de nuestro amigo Bruno. Porque es un gusto leer tus relatos, sin duda. Muy trabajado el "artículo" de la WikiFarándula, sí señor, aunque sé que eres un especialista en narrar de esta manera tan verosímil, recreándote en los detalles. Esta parte le da un aire, como digo, muy realista, ensartando el relato literario en medio de la crónica de forma muy original y efectiva.
    En cuanto a la parte de "ficción", pues que me quedo, como siempre, gratamente sorprendido por tu talento narrativo, que te voy a decir. El diálogo perfecto. El drama que te has sacado de la manga (cual mago de la troupe) es genial, me ha encantado (nos lleva de la mano al cine de la época) Y la venganza, ni te cuento. Has hecho un gran trabajo Bruno. Me parece un relato buenísimo, que nos lleva del terror al esperpento, del drama a la comedia, con la misma facilidad con la que nos deja ese increíble final abierto, promesa de una continuación que nos quedamos con ganas de conocer.
    PD: Como hay confianza, te hago una observación. Tengo la duda sobre si lo has escrito así intencionadamente o no, porque la ortografía es perfecta pero el caso es que, dónde dices "Mon chéri", dado que se dirige a una dama, ¿no debería de ser "Ma cherie"?
    Lo siento, tenía que poner la cagada, ya me conoces
    Un fuerte abrazo amigo

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    1. Amigo Isidoro. Si Jacques Poussin sabía lo justo de inglés cuando llegó al Nuevo Mundo, como bien has visto yo de francés sé poco menos que nada. Y encima, mi fiel Google esta vez me ha traicionado (Et tu, Brute?), dejándome en paños menores. Menos mal que tengo a mis "moscas cojoneras" siempre pegadas al cogote. Je, je, je. Así que aprovecho este nuevo pescozón para daros las gracias a ti, a José Carlos y a tantos otros que no dudan en corregirme la plana cuando los dedos o la mente me patinan.
      Superado el desliz, me alegra que te haya gustado este relato de venganza. Me la jugué con el artículo de la WikiFarándula, pero veo que al final cuajó como debía, dándole verosimilitud al conjunto. En cuanto al final, dudé entre cerrarlo o dejarlo abierto, decidiéndome por esto último pues un hombre con tantos recursos como Monsieur Poussin saldría victorioso del sangriento suceso.
      Agradeciéndote nuevamente la corrección, no dudes en "poner la cagada" tantas veces como lo veas necesario.
      Un abrazo fuerte, compañero.
      P.D.: La serie American Horror Story realmente me pone el cuerpo mu malito, pero es buenísima. Y la incorporación de Kathy Bates es de lo mejor. Ya lo verás.

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  2. Por cierto, vi las dos primeras temporadas de American Horror Story y me gustó bastante la serie. A ver si voy a por la tercera en breve (quizás para el verano, que tenga más tiempo, je)

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  3. Excelente narración Bruno, prosa cuidada y llena de fuerza. Me ha gustado como has planteado la historia, en forma de crónica periodística al principio y al final, y en el medio la tragedia y la venganza de la protagonista. Los detalles históricos, fechas, lugares y acontecimientos ambientan a la perfección la trama. Muy ingeniosa la forma en la que has obligado a la Compañía a establecerse en España. El final abierto está pidiendo a gritos una continuación que espero nos brindes en otra entrada. Saludos.

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    1. Gracias Jorge. Como le he comentado al compañero Isidoro, no la tenía todas conmigo con el artículo de la WikiFarándula, pero veo que al final ha cuajado correctamente.
      El final queda abierto, a la espera de que indague en la vida de Monsieur Poussin; alguien con sus recursos merece un final a la altura.
      Un saludo, compañero.

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  4. He visto la foto de Kathy Bates de ''Freak Show'' y no he podido evitar entrar a leerme el relato, a parte de por ese título tan ingenioso. A primera vista se trata de un argumento muy sencillo: la venganza de una mujer. Pero la crónica, bien estructurada y cortada en el momento justo para no revelar lo importante, la ambientación histórica que le da absoluta credibilidad, y el diálogo tan bien construido del principio, denotan que pese a su aparente sencillez, hay un gran trabajo detrás, una planificación que se refleja en un relato sólido y sin fisuras, narrado de un modo impecable. Por no hablar del tema circo, que desde un principio me tiene ganado.
    Un saludo, Bruno.

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    1. Gracias Ricardo por comentar y compartir. No me extraña que la presencia de Kathy Bates te haya atraído a mi pequeño relato; es un monstruo de la interpretación y quién mejor que ella, en su papel de mujer barbuda, como maestra de ceremonias.
      La verdad es que este relato ha sido leído y releído muchas veces, consultando datos por lo demás muy escondidos a fin de darle ese toque de verosimilitud. Y me alegra que el esfuerzo haya merecido la pena. Estoy orgulloso del resultado.
      Un saludo, Ricardo.

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  5. Estupendo relato, Bruno. Pobría decir que lamento lo que le pasó a la señora Osborn, pero no es cierto. Solo lamento que tuviera consecuencias para Andrea...

    Ameno e interesante, me ha gustado mucho.

    ¡Saludos y feliz tarde! :)

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    1. La verdad es que la señora Osborn era un mal bicho.
      Gracias por pasarte por mi blog, Julia.
      Un saludo.

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    2. Te felicito por este magnífico relato, Bruno. Consigues que me identifique con Andrea y comprenda su venganza. Me ha gustado mucho cómo despista el título. Creía que ibas a hablar de un monstruo. Enhorabuena. Un abrazo

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    3. Gracias Ana por leer la desdichada historia de Andrea, y por comprender su forma de actuar. Me alegra haberte sorprendido con el título.
      Un abrazo.

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  6. Muy buen relato. La venganza siempre se sirve fría. Me ha encantado como lo has enlazado todo para llevarnos a ese gran final. Muy bueno.
    Un abrazo.

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    1. Gracias María. La verdad es que estoy muy contento con el resultado de este relato. Y si a ti también te gusta, pues mejor.
      Un abrazo.

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  7. Que bueno Bruno! Me ha encantado y no sé como no lo descubrí antes. Está narrado con un tesón y una precisión literaria tan afilada como las espadas del ilusionista, jeje, Me parece un texto redondo de principio a fin. Pobre Andrea, que sucumbe ante la tentación de la venganza. Aunque la señora Osborn se lo merecía, por ser una hija de "fruta". Un gran abrazo! ; )

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    1. Gracias Ramón. Quería escribir sobre la venganza de esta mujer barbuda, y no se me ocurrió mejor forma que desarrollar la historia complementaria de Monsieur Poussin.
      La señora Osborn tendría sus motivos para desconfiar de su marido, pero se metió con la persona equivocada.
      Un abrazo amigo. Te invito a bucear en mi pequeño blog a ver si descubres otro relato que te impacte (un poquito de publicidad, je, je, je).

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  8. Que manera tan apropiada de vengarse! Lo lamento por las dos mujeres. Pero quien a hierro mata a hierro muere...
    Un abrazo

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    1. ¡Hola Mirna! Pues sí, Andrea consiguió su venganza y de una manera de lo más acordé con el papel que le habían obligado a jugar.
      Un abrazo.

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