Amigo lector, la República de Vinavistán es
una ficción creada para este relato.
No pierda el tiempo buscándola en el mapa (N. del A.)
una ficción creada para este relato.
No pierda el tiempo buscándola en el mapa (N. del A.)
* * *
Las mesas del Próspero, prestigioso café-teatro sito
en la Gran Vía
de Madrid, se hallan ocupadas hasta completar el exclusivo aforo. Aquel
día asiste el gobernador de una república de la Europa del Este, una más de
las muchas surgidas tras la disolución de la Unión Soviética ,
independizada bajo el nombre de Vinavistán. Más dictador que presidente, Yuri
Vasílievich defiende su pequeño paraíso con vistas al Mar de Azov de las
codiciosas manos de Ucrania y Rusia, sus vecinos fronteros, pues Vinavistán se
asienta sobre una enorme bolsa de crudo de la mejor calidad y su privilegiada
situación a orillas del mar interior la convierten en un bocado más que
apetecible. Vasílievich termina en el espectáculo del mago su primera gira como
presidente por la
Europa Occidental , invitado privilegiado de empresarios de
toda índole que en sus provisiones de crudo han puesto los ojos, y el dictador
se deja querer, encantado.
A las nueve en punto de la noche, fogonazo
de humo y fuerte estampido que hace empuñar las automáticas a los
guardaespaldas del dictador, von Moebius aparece en el centro del escenario
inclinado en exquisita reverencia, arrancando una ovación cerrada del público. «La
teatralidad y el engaño son poderosos aliados», recuerda el mago con placer –aunque la frase no es suya nadie como él a la hora de llevarla a
cabo–, y sin más preámbulos ejecuta el arte de
la clarividencia para continuar con algunos juegos de cartas e irrealizables
ejercicios de levitación, cocinando a fuego lento el elixir de la vida eterna
en el cielo estrellado de la fama.
–Damas y caballeros. Para mi próximo número, El pasado perdido,
necesito un voluntario.
* * *
Nunca
he sido de naturaleza agresiva, y mi manejo con la pistola se reduce a alcanzar
una lata colocada a veinte pasos de distancia al quinto o sexto disparo, pero
debo hacer lo que hay que hacer. No me importa lo que me ocurra después… y esa
es mi mejor baza.
* * *
–Yo mismo.
El español de marcado acento eslavo del
dictador acalla a los tímidos que se ofrecen voluntarios, atrayendo la atención
de todos sobre su gruesa figura vestida de militar. Plegado con resignación a
las restrictivas leyes antitabaco, Vasílievich mastica con placer un cigarrillo
Delectado y niega encantado a la pregunta del mago «¿Nos
conocemos?», poniendo de testigo a sus guardaespaldas, imperturbables tras
los lentes oscuros.
–Voy a hacerle una pregunta. ¿Hay algo que le gustaría recordar de
su pasado? Piénselo detenidamente porque necesito el año exacto.
Mientras el dictador rumia la respuesta
los tramoyistas colocan a los pies de von Moebius un espejo redondo, trabajado
el marco hasta darle forma de brocal. Completan los objetos que precisa para su
número un panel del tamaño de un hombre y un cubo de latón atado a una cuerda
bien larga, que es colocado sobre el espejo con un quejido cristalino.
–Dígame caballero. ¿Ya tiene el año?
* * *
Ha
sido una suerte que ese indeseable se haya hecho tan famoso. La gira fue
programada con meses de antelación, dándome tiempo para planear mi venganza.
Invisible como parte del servicio del Próspero, oculto la pistola entre los
pliegues del uniforme y me dejo impulsar por los vientos de la diosa Némesis.
Ya no hay marcha atrás.
* * *
–Mil novecientos ochenta –responde el
dictador con un guiño cómplice dedicado al público–. Y no sea grosero preguntándome la edad que tenía entonces.
–Jamás se me ocurriría, caballero –sonríe
el mago, retomando el hilo del espectáculo–. La vida es
como un río; nadie puede bañarse dos veces en las mismas aguas. Pero yo no he
venido a bañarme, sino a pescar… Y sólo hay que tener el conocimiento para
atrapar la presa deseada.
Para sorpresa del público, el cubo
traspasa con un chop la superficie de lo que otrora fuera espejo,
transmutado en agua que salpica el escenario a su alrededor. La cuerda se tensa
entre las manos del mago y es engullida centímetro a centímetro hasta algo más
de la mitad.
–¡Mil novecientos ochenta! –proclama
triunfal von Moebius y empieza a tirar del cubo, que debe pesar lo suyo porque
se inclina precario sobre la boca del pozo–. Treinta
años atrás en su vida –y de nuevo con el cubo en la mano, con un
giro fluido, el mago lanza su contenido sobre el panel, por el que se esparce
como mercurio líquido, resultando un nuevo espejo ante el que Vasílievich posa
sorprendido. La imagen devuelta, aunque vestida con el mismo uniforme militar,
es mucho más joven, y el dictador no puede dejar de felicitar al mago por la
ilusión ejecutada.
–Haga su pregunta, por favor.
–Bien… Yuri del pasado. ¿Podrías decirme cómo
era el baile con el que participé en mi fiesta de graduación?
–Contesta Yuri. Yo te lo ordeno –y a la orden
del mago la imagen adquiere vida propia y comienza a ejecutar un extraño baile,
Tony Manero mezclado con danza eslava, que arranca el aplauso del público y la
sincera sorpresa del dictador, que termina contagiándose del frenesí e imita en
lo que permite sus treinta años de diferencia los pasos ejecutados. Es entonces
cuando suena un estruendo y el espejo se rompe en mil pedazos.
* * *
–Nadie mata nadie.
La guardia pretoriana de Vasílievich rodea
el cuerpo vencido de la chica. Regueros de impotencia, negros de Rimmel, tiznan
la cara de la joven que no puede apartar la vista de la pistola que uno de los
guardaespaldas –bigotazo fiero, pinta de motorista y de
sobrenombre Sex Machine– le ha arrebatado tras frustrar su
atentado contra von Moebius.
–¿Qué te importa a ti? –pregunta con
desesperación desde el suelo–. No voy contra tu amo.
»¿Acaso sabes lo que ese… cerdo me ha hecho?
«Nadie
mata nadie» vuelve a decir el guardaespaldas con su escaso vocabulario de
acento yanqui, pausadas las palabras en seria amenaza que desinfla
definitivamente la voluntad de la joven. El público al fin respira tranquilo,
una vez controlada la situación por el cuerpo de guardaespaldas del dictador;
Von Moebius sostiene los asesinos ojos de la joven buscando en ellos, sin
lograrlo, la razón de tanta ponzoña, y Yuri Vasílievich no sabe qué responder –«¿Qué hago yo aquí?», le ha preguntado– a ese otro yo más joven y delgado surgido de la lluvia de
cristales rotos, que en el momento en que irrumpe la policía en el Próspero
mira sin comprender el uniforme militar que no recuerda haberse puesto para su
baile de graduación de 1980.
B.A., 2.015
Hola amigo
ResponderEliminarComo siempre, un gusto leer tus cuentos. Cuando comienzas ya no puedes parar, y el final no defrauda... aunque reconozco que, en esta ocasión, he tenido que leérmelo varias veces. Me ha gustado esa escenificación. Hace poco estuve en un espectáculo de magia y resultan inolvidables, la verdad.
Un abrazo colega
Amigo Isidoro. Siempre es un placer escuchar (leer sería más apropiado decir) tus impresiones, y por eso te pregunto la razón de tantas relecturas. ¿Demasiadas subtramas quizás? Reconozco que he querido decir mucho en muy poco espacio, y aunque a mí, como cabeza pensante, no me resulte enrevesado, puede que para un lector externo resulte complejo.
EliminarNo dudes en dar abiertamente tu opinión; las críticas constructivas son las mejores aliadas de un escritor novato como yo.
Un saludo.
Tranqui, tampoco han sido tantas relecturas, pero bueno, eso tampoco tiene nada de malo. A fin de cuentas, cuando uno relee es porque le interesa, ¿no? Entiendo tu preocupación, pues a mí también me pasa. Cuando uno escribe lo tiene claro, lo que pasa es que muchas cosas se quedan en la mente, muchas veces por falta de espacio y otras porque sin darnos cuenta, lo damos por entendido. El lector empieza de cero, no sabe ni por dónde va la historia hasta que no avanza. Por eso, la mayoría de las veces, cuando llega al final, tiene que volver al principio para entender muchas cosas que antes se le habían escapado. Pienso que es del todo normal, y yo tampoco soy un lumbreras, je, je, En este caso te lo he comentado porque sí es cierto (y que conste que es una opinión personal), me ha costado un poco más captar toda la esencia del relato, y probablemente no lo haya logrado en su totalidad. A fin de cuentas, estoy seguro ( a mí me pasa cuando escribo), que lo que tú quieres contar va más allá incluso de lo que el lector puede imaginar. Como tú bien dices, el que escribe tiene todo en su mente y no le queda más remedio que decidir que parte es la que va a mostrar al lector para que llegue a comprender lo máximo de su mensaje en el menor espacio. Una genialidad, vaya
EliminarEn cualquier caso, vaya mi más sincera admiración a tu prolija imaginación.
Te diré que yo acabo de publicar uno en mi blog que, probablemente también necesite alguna relectura, porque hasta yo mismo lo veo algo enrevesado,... pero en fin, me cansé de divagar y me dije: quién sabe, quizás alguien lo comprenda mucho mejor que yo mismo ¿?
por aquí nos vemos como siempre
Un abrazo
Saludos compañero. Con este 4º texto, pongo punto y aparte (porque espero que en el futuro escribas alguno más), del universo "Diego Leal". Es cierto que en este caso él no está presente, pero sí aparece un personaje que intervino en una de sus historias.
ResponderEliminarQué grande ese guiño a "Batman begins" (al menos ahí escuché por primera vez la frase sobre teatralidad y engaño), una de mis películas favoritas sobre el murciélago. Muy logrado también ese encanto que suelen tener los espectáculos de magia.
Y por lo demás, una nueva aparición de ese lugar ficticio, a través de su "dictador" que se encontraba de gira en Madrid.
¡Nuevamente buen texto compañero, un abrazo!
¡Bravo compañero! Has acertado de pleno al reconocer este pequeño homenaje al Caballero Oscuro, otra de mis debilidades. Te has ganado un bat-punto. Enhorabuena.
EliminarAdemás, también has visto que he vuelto a usar mi pequeña República de Vinavistán. Me gusta relacionar mis relatos, ampliando el mundo ficticio en el que sitúo personajes y situaciones, creando un todo en el que me muevo como pez en el agua.
Gracias por seguir mis relatos con tanto detenimiento como para darte cuenta de estos pequeños detalles.
Un abrazo.