Érase
una vez, en el lejano
reino de Alto Arcadia, un joven noble llamado Roderico de los Cantos. Destinado
por derecho de sangre a ocupar el puesto de consejero real, desde su privilegiada
posición Roderico pasaba los días suspirando por ganarse los favores de Nilda,
la de los ojos prístinos, hija de un próspero comerciante local.
En
los páramos del reino vivía por aquel entonces un solitario anciano de rasgos
caprinos. La población recurría a Ducardo, tal era su nombre, en busca de
preparados medicinales, amén de ser requerido para cuanto consejo era menester,
demanda que cubría previo desorbitado pago de un cuarto de cobre. Ducardo además
era notable orador y a él era asiduo Roderico pues disfrutaba enormemente con las
historias de caballeros, duendes y magos desgranadas por el viejo al amor de la
lumbre en las frías noches de invierno. Y resultó que como también él soñaba en
secreto con la virtuosa Nilda, con palabras bien afiladas y no buenas
intensiones sembró el horizonte de Roderico de promesas y esperanzas sólo al
alcance del bendecido con el corazón del león y la fuerza del toro, armas indispensables
éstas para dar muerte a fieros dragones escupefuego, recuperar reliquias de la
verdadera religión o salvar de su desventura a la bella princesa de un exótico
reino, ya estuviera encerrada en la más alta de las torres o adormecida por
mano de su cruel madrastra.
Así
fue como se fue Roderico en pos de la aventura. Nilda quedó bajo custodia de su
enfurecido padre, quien veía el ascenso de la familia a la hermética clase
noble truncado por la insensatez del muchacho. Con el primer y último beso la
joven le prometió a Roderico su eterna fidelidad, aprovechando la espera para
preparar el ajuar del futuro matrimonio.
Diez años duró el
viaje de ida y de vuelta, y otros tantos las aventuras que en él se topó Roderico.
Tras un primer lance victorioso con el guardián del puente sobre el río Ira y
un no tan satisfactorio encontronazo con una pandilla de cuatreros, el joven se
ganó en buena lid la posesión de la espada Silbante del usurpador Fabaceo, dio
muerte a la bruja Mirrena en la Cueva de las Sirenas y conquistó para Nanoc, el
salvaje, el reino de Carunar, todas ellas aventuras dignas de conocer y que
este trovador cantará cuando los poderes superiores así lo designen.
Amaneció el día del
retorno a casa. Nube alguna oscurecía el horizonte desplegado ante Roderico y
los polluelos lanzaban sus chillidos hambrientos al cielo de un azul luminoso. Poco
quedaba en el reino de lo recordado. Salvo el viejo castillo y alguna que otra
edificación de recia estructura, veinte años de luchas territoriales, desastres
naturales y periodos de bonanza habían trazado un mapa por completo desconocido
para nuestro héroe. Siendo honestos, también quedaba poco del otrora muchacho imberbe
y alocado en el hombre fibroso, de rostro curtido, que era Roderico ahora, el
cuerpo surcado de múltiples cicatrices. La familia real conocida fue expulsada de
las tierras tiempo ha y de su amada Nilda ninguna noticia halló el caballero. Ya
desesperado, por boca de un lugareño supo de Ducardo. Su viejo conocido seguía
donde entonces a pesar de hallarse cerca de la centena, viviendo de sus
consejos, relatos y plantas medicinales, y hacia allí se encaminó nuestro héroe
a uña de caballo.
–Saludos, Ducardo,
viejo del páramo.
–Salud,
mi señor, sea quien sea.
–¿Ya
no te acuerdas de tu amigo Roderico de los Cantos?
–Nadie
queda de la familia De los Cantos. Todos huyeron en pos del destronado y Roderico
murió hace tiempo en tierras lejanas.
–No
murió pues heme aquí.
–¡¿Roderico…?!
¡En buena hora, muchacho! Veo que la vida te ha tratado bien; vuelves renovado
y purificado. Serás conocido por las generaciones futuras como El caballero de
Alto Arcadia y las ninfas suspirarán por vos entre velos de gasa.
–Déjate
de ninfas. Busco a Nilda. ¿Sabes dónde puedo hallarla?
–Oh,
hace mucho que perdimos el amor de Nilda, la de los ojos marchitos.
–¿Qué
quieres decir con «Perdimos»?
–Pues
eso, mi señor, que yo también la cortejé y la perdí.
–¡Serás
malnacido…!
–Compréndalo.
Nilda era joven y vos se hallaba lejos, inmerso en aventuras insensatas.
–¡Fuiste
tú quien me empujó a ellas!
–Difiero,
excelencia. Yo sólo narro historias.
–Sabandija
asquerosa…
–¡Pero
no se apure! Nunca tuve oportunidad alguna con la virtuosa Nilda, aunque su padre
no le hacía ascos a mi pequeña fortuna hecha a base de palabras y emplastos.
–¿Entonces
qué ocurrió?
–Felicítese,
mi señor, pues Nilda se mantuvo fiel a su amor… Al menos al principio. Para
desesperación de su padre, la joven rechazaba a los más prometedores pretendientes
con cada puntada dada a las sábanas que debían calentar vuestro sagrado lecho.
Pero las arrugas llegaban y vos no lo hacía, y un buen día, con el ajuar
amarilleando en el arcón nupcial, su recuerdo poco más que un aparecido ante el
primer beso de la Aurora, huyó con cierto caballero procedente de tierras
lejanas. ¿Capta la ironía?
–¡Ironía
la que te voy a dibujar con la punta de la Silbante, gusano!
–No
se enfade conmigo; la culpa es sólo de vuesa merced. Pero puede extraer de su
experiencia la siguiente moraleja: ¿Para qué buscar grandezas en la lejanía cuando
se tiene la felicidad al alcance de la mano?
»Por cierto, el consejo le costará un cuarto de cobre.
B.A.: 2023
Muchas gracias, Bruno, por participar con este cuento en el homenaje a Basile y el Pentamerón. Un abrazo y ¡suerte!
ResponderEliminarGracias a ti por este fabuloso reto que nos va a regalar historias muy, muy buenas. Un abrazo enorme.
EliminarTremendo, Bruno, tu relato. Irónico, divertido y muy absorbente. Una aventura clásica con un final inesperado y unos personajes fantásticos, el juglar y su frase final una genialidad. Me ha gustado muchísimo.
ResponderEliminarHola, Marta. Me alegra que te haya gustado mi relato de fantasía. No me he querido alejar mucho de la estructura y las historias más convencionales pero espero haberle dado un enfoque personal.
EliminarUn abrazo enorme.
Que bonito cuento y que bien lo narras, la situación entre los personajes es divertida al igual que los diálogos. La frase del final es fantástica.
ResponderEliminarUn abrazo Bruno
Puri
Me alegra que pienses así, Puri. He disfrutado escribiéndolo y que vosotros lo disfrutéis igual es el mejor premio. Un abrazo fuerte.
Eliminar¡Hola Bruno! Me ha gustado mucho el cuento, aunque esperaba un final feliz. Pero ahí está bien encajada la moraleja. Has ambientado muy bien el relato en la época que se nos pedía, lenguaje incluído, y tu caballero andante es un personaje acertadísimo. Y el cuentacuentos también, jeje. Suerte en el concurso.
ResponderEliminarHola, José. Pues así es, mi cuento no tiene el final feliz al estilo de ese... "Y vivieron felices y comieron perdices". Espero que al menos Nilda viva una historia de amor tardía. Ducardo debe estar satisfecho con haber llegado a la centena y Roderico pues... Supongo que volverá a tropezar con la misma piedra y se irá en busca de grandezas lejanas.
EliminarUn abrazo del cuentacuentos.
Me ha encantado el personaje del viejo Ducardo, te quedo con ganas de saber más de él! También me ha gustado tan acertada moraleja! Un abrazo y mucha suerte en el concurso!
ResponderEliminarHola, Marifelita. El viejo Ducardo seguro que tiene una vida digna de ser contada. Si los poderes superiores así lo disponen, este cuentacuentos cantará su historia a quien quiera oírla.
EliminarUn fuerte abrazo.
Sinceramente me ha encantado. El lenguaje, muy cuidado, la trama, la estructura, la voz del narrador, desde luego muy conseguidos, y, sobre todo, ese final que remata en una frase absolutamente demoledora cargada de ironía y cinismo que pone absolutamente todo en su sitio, y se trata de un sitio bien distinto al que creía uno intuir mientras leía el relato. Una frase de diez, que para mi gusto le da veinte vueltas a la mejor de las moralejas.
ResponderEliminarVaya un abrazo, y mi enhorabuena!
Vaya, Isra. Te agradezco de corazón tu comentario. Pongo siempre todo mi buen hacer para darle a la comunidad del Tintero el mejor relato posible y que tenga tan buena acogida es el mejor de los premios.
EliminarEste cuentacuentos te manda un fuerte abrazo desde Arcadia Alto.
Gracias de nuevo.
Me ha encantado el cuento, divertido, con un gran personaje que apunta muy bien la moraleja final. Muy original. Mucha suerte. Un abrazo
ResponderEliminarMuchas gracias, Lulita. Me ha costado un poco definir a los personajes pero estoy muy contento con el resultado.
EliminarUn abrazo enorme.
Si, el caballero que conquisto a Nilda, fue bastante afortunado.
ResponderEliminarPues ni Roderico ni Ducardo anticiparon a ese tercer rival.
Y cierto en una decada o dos un pais cambia. Reyes mueren, son traicionados o simplemente desaparecen.
Exactamente, José. En dos décadas pueden ocurrir muchas cosas y nuestro buen e ingenuo Roderico no pudo prever cómo sería la vuelta a casa.
EliminarUn saludo.
Hola Bruno, brillante historia Roderico vivió mil aventuras pero se dejo la mejor atrás. Suerte. Un abrazo.
ResponderEliminarHola, Ainhoa. Es como dices, nuestro héroe será recordado por sus hazañas pero en el camino perdió a su amor. ¿Habrá reencuentro? No lo sé.
EliminarUn abrazo.
Roderico se tardó demasiado, no teniendo noción del tiempo. ¿Cuánto pensaba que lo esperaría Nilda?
ResponderEliminarPero Ducardo no fue inocente, con toda intención manipulo al héroe para que se fuera. Pero tampoco le sirvió al narrador tramposo.
Ese consejo debió de haberlo dado en su momento. Lo calló por ser un tramposo. Así que no merece que le paguen por eso.
Roderico deberá buscar a las ninfas.
Saludos.
Desde luego que Ducardo no es trigo limpio. Tampoco sabemos si cobró el consejo o si fue marcado con la punta de la Silbante.
EliminarMuchas gracias por comentar. Un saludo.
Me encantó Bruno, ¡te luciste! Muy bien lograda la forma de narrar al estilo de los primeros cuentos. Las aventuras del héroe se me antojan para que las cuentes en otros relatos, así de interesante es tu relato. La moraleja final es buenísima y la picardía del viejo Ducardo más. Te felicito. Suerte en el Tintero.
ResponderEliminarHola, Ana. Te agradezco de corazón tus palabras y entusiasmo. No puede haber mejor premio. Aunque hay algunos pasajes que me han costado un montón, estoy muy contento con el resultado. Seguro que volveremos a saber de nuestro héroe. Son de lo más interesantes.
EliminarUn abrazo enorme y de nuevo mil gracias.
Brillante, Bruno. Me gusta todo: el estilo propio de los cuentos de hadas, los nombres de los personajes, las situacione y ¡esa estupenda moraleja! le deseo a Roderico que haya aprendido y encuentre a la vuelta de la esquina una dama no tan joven como Nilda, acaso no tan bella pero que merezca toda la madurez adquirida en viejas lides. Un abrazo
ResponderEliminarHola, Juana. Estoy realmente feliz por la acogida que está teniendo las aventuras de Roderico. Los nombres me han dado bastante problemas pero creo que conseguí dar con la tecla. Seguro que el futuro será magnánimo con nuestro héroe. Seguiremos sus andanzas.
EliminarUn abrazo enorme.
Nuria, tu comentario no me aparece en el blog (cosas de blogger). Me alegra que te haya gustado las aventuras, y desventuras, de Roderico. Sabremos más de él.
ResponderEliminarUn abrazo enorme.
Me gusta el lenguaje que has utilizado para este tipo de cuentos. He tenido que buscar en la RAE (COMPAÑERA INSEPARABLE) el término prístino, que aunque me sonaba lo desconocía (puro, inalterable), aunque terminaran marchitos por la ausencia del amado Roderico.
ResponderEliminarEl cuarto de cobre (vellón pobre que también llamaban equivalentes a cuatro maravedís)… estuve buscando datos para mi Sancho Panza, así que lo tengo fresquito.
Acertadísimo los nombres propios elegidos.
Me gustó también y mucho el personaje de Ducardo, el caprino.
Una errata o despiste en (intenciones)
Los diálogos. Al hacer hablar a los personajes, pese al lenguaje algo arcaico pero entendible, nos los haces ver y escucharlos.
Ironía final con el cuarto de cobre de nuevo, y esta vez no fueron felices ni comieron perdices.
Un muy buen aporte, Bruno.
Abrazo grande.
Hola, Tara. ¿Qué haríamos sin la RAE, verdad? Pero tú has estado atenta a mi relato y has cogido el cambio de prístinos a marchitos. ¡Bien por ti!
EliminarLos nombres me costaron lo suyo, como siempre. Siempre quiero que tengan una razón de ser y en esta ocasión he usado mucho los juegos de palabras, como ese Nanoc, el salvaje, que es Conan al revés. El resto me los guardo, je , je , je.
Y ese cuarto de cobre al que recurro al final, buena forma de ver la personalidad de Ducardo. En fin. Me alegra un montón que hayas disfrutado de esta aventura. Un abrazo enorme.
Hola Bruno. Un relato digno de las mejores fábulas, en el que además has echado mano del humor con algunos gags muy divertidos, fundamentalmente en esos diálogos mordaces. Roderico pecó de la ingenuidad de la juventud y la ceguera del amor, y se dejó engañar por el perro viejo de Ducardo, que por lo visto no hace ni dice nada si no es en su propio beneficio. La más sufrida de la historia es la bella Nilda, que debió de mandar a paseo a Roderico en cuanto optó por largarse a la aventura pero prefirió marchitar su vida en una espera sin sentido. No le hubiera venido mal a Roderico conocer la moraleja en el momento de su partida, pero en la vida siempre se termina sabiendo cuando las oportunidades han pasado de largo. Mucha suerte, Bruno. Un abrazo.
ResponderEliminarHola, Jorge. Ducardo desde luego no era una persona de fiar. Bien pudo darle tan buen consejo a Roderico antes de su partida pero entonces no hubiera tenido el campo despejado. Pero tampoco él tuvo buena suerte con la de los ojos prístinos. Cosas de la vida. Nilda se fue con otro caballero cuando la madurez ya llamaba a su puerta y el viejo tramposo quedó en el páramo, viviendo de lo que mejor sabía hacer. ¿Qué ocurrirá ahora con Roderico? Estaré pendiente por si me llegan noticias de él.
EliminarUn abrazo enorme.
Hola Bruno, me gustó mucho tu relato, las palabras y el ritmo que usaste, realmente muy agradable para leer, felicitaciones.
ResponderEliminarSaludos.
PATRICIA F.
Muchas gracias, Patricia. Han sido muchas las vueltas que le he dado a este relato para que fluya como debe. Estoy más que contento con el resultado y el recibimiento que le ha dado la comunidad. Un saludo.
EliminarUn Ulises intrépido e ingenioso el tuyo…, pero con peor suerte. Irónico, con un tono muy perfecto tu relato. ¡Muy logrado!
ResponderEliminarUn abrazo
Hola, Voladera. De hecho, son veinte los años que pasó fuera Roderico en honor a Ulises aunque, como bien apuntas, con distinta fortuna. Me alegra que te haya gustado. Un abrazo.
EliminarMuy buen relato, Bruno, con una muy buena moraleja.
ResponderEliminarMucha suerte en el concurso.
Un fuerte abrazo.
Me alegra que te haya gustado, Estrella. Un fuerte abrazo.
Eliminarmuy bueno Bruno.
ResponderEliminarhasta hace dos o tres relatos , leyendo en orden, no recuerrdo dialogos, y ya los echaba en falta. es una dificultad añadida pues r hay lenguaje arcaico es mas comprometido, asi que doble merito.
muy bueno tambien el personaje de Ducardo, que pudiera parecer mas actual, pero que ha debdo de haber siempre.
muy acertado y original tambien el incluir la moraleja en el texto, que de momento nadie habia hecho
saludos y suerte
Hola, Gabiliante. Gracias por tus palabras. Me gustan los diálogos, leerlos y trabajarlos, y siempre intento incluir algunos en mis relatos, para darles dinamismo y perfilar a los personajes. Y en este caso, como buen apuntas he querido darle un tono arcaico. Espero haberlo hecho bien.
EliminarDucardo es, sin lugar a dudas, un personaje presente en todos los tiempos. Y he aprovechado su presencia para que saliera de él la moraleja, por el previo de un cuarto de cobre, por supuesto, je, je, je.
Un abrazo enorme.
Hola Bruno, todo un acierto poner el relato en boca de un trovador. Ese Ducardo es todo un personaje y de mente aguda, que puede dar tal moraleja al bobo de Rodorico que creyó que Nilda lo esperaría eternamente y que la situación politico-societaria no cambiaría por casa. Qué yo sepa, sólo Penélope, fue capaz de espera a Ulyses por 10 años tejiendo y destejiendo. Me gustó mucho leer tu cuento. Muchas gracias y suerte, Un abrazo.
ResponderEliminarHola, Myriam. De hecho, los 20 años que estuvo fuera Roderico fueron los mismos que estuvo Ulises de aventuras aunque el final no fue para nada el mismo. Ducardo es un personaje a tener en cuenta y nuestro joven protagonista se dejó embaucar. Espero que haya aprendido la lección y que la pobre Nilda haya encontrado a alguien más centrado.
EliminarMe alegra que te haya gustado mi pequeño relato. Un abrazo.
Ja, ja, ja, pedazo de cabroncete. Tiene de todo el cuento, Bruno. El cierre es una fantástica combinación de moraleja y humor que me ha encantado. Mucha suerte en el concurso.
ResponderEliminarUn abrazo.
Hola, Pedro. Pues sí, me ha salido un personaje del que no hay que fiarse mucho. Y encima te cobra, el muy sinvergüenza, je, je, je.
EliminarMuchas gracias por tu comentario. Un abrazo.
Hola, Bruno! Excelente relato, lleno de ironía, que deja una gran enseñanza. Me gustó mucho la forma en que está narrado.
ResponderEliminarUn abrazo
Hola, Mirna. Me alegro que te hayas gustado las aventuras de Roderico. Un abrazo enorme.
EliminarHola, Bruno. Me ha gustado mucho el lenguaje descriptivo y evocador que utilizaste para sumergir al lector en un mundo ficticio lleno de personajes interesantes. Me encantó. Mucha suerte. Saludos.
ResponderEliminarHola, Cynthia. El lenguaje era importante para mi relato así que lo trabajé para darle la mayor verosimilitud sin ser complejo de entender.
EliminarUn saludo y muchas gracias por tu comentario.
Joder con el viejo Ducardo, se la jugó bien a nuestro aguerrido paladín. Eso nos pasa por salir en busca de lo que tenemos cerca y no apreciamos.
ResponderEliminarMe gustó la narrativa con lenguaje al uso.
Un abrazo.
Así es, Francisco. Somos incapaces muchas veces de ver lo que tenemos ante nuestros ojos, siendo presa fácil para los de los del verbo fácil. Ducardo se la jugó bien jugado y, aunque no se llevó a Nilda, llegó a avanzada edad y con una buena fortuna.
EliminarUn abrazo enorme.
Jajaja, es muy divertido como el viejo se la juega a Roderico aunque al final todo quede en tablas. Me gusta mucho esa ironía tan fina en tus escritos. Estupendo relato, Bruno. Un abrazo.
ResponderEliminarHola, Lola. El viejo Ducardo es un tipo del que no te puedes fiar lo más mínimo. Y encima te pide el pago por su tardío consejo, je, je, je.
EliminarMe alegra que te haya gustado las desventuras de Roderico. Un abrazo.
Qué bien has ido tejiendo la historia creando ese ambiente de cuento clásico en el que tiene mucha importancia la voz pausada del narrador. Claro que la princesa aquí es más moderna, se cansa de esperar al aguerrido caballero en busca de aventuras y se escapa con otro que pasaba por allí. El final lo tiene merecido y encima el causante de todo le cobra por la información. ¡Ja, ja, ja!
ResponderEliminarFelicidades, Bruno y suerte en el tintero.
Hola, María Pilar. Sí, he buscado copiar la estructura y narrativa de los cuentos clásicos, con pequeñas incorporaciones modernas como ese hartazgo de Nilda. La pobre no tenía culpa alguna de los sueños de grandeza de Roderico. Por otro lado, aunque el tiro le saliera fallido a Ducardo, consiguió vivir bastante en un mundo hostil y encima le cobra al héroe un consejo bien tardío.
EliminarMe alegra que te haya gustado.
Un abrazo.
Jajajaja, el final es muy gracioso, Bruno!! Ducardo es un espabilado, pero hay que reconocer que la moraleja que le suelta al pobre Roderico es muy cierta 😊 Me ha gustado mucho como has narrado este cuento, su ritmo ágil, el interés que despierta la historia y ese toque de humor final es la guinda del pastel. Enhorabuena y un abrazo!!
ResponderEliminarMe alegra que pienses así, Cristina. Le he dado un montón de vueltas par obtener el resultado deseado. Estoy muy contento por lo bien que lo ha recibido la comunidad. En el siguiente lo intentaré hacer un poquito mejor.
EliminarUn abrazo enorme.
¡Hola Bruno! Como se las gasta el tal Ducardo. Muy bueno el toque humorístico del final. Encima le pide dinero por el consejo. Se le nota que es un bribón de cuidado. Un saludo y suerte.
ResponderEliminarHola, Rocío. Como dice el refrán, "sabe más el diablo por viejo que por diablo". Ducardo es un personaje a tener en cuenta. Si puede te va a engañar y encima te cobra, el muy sinvergüenza. Je, je, je.
EliminarMe alegra que te haya gustado mi relato. Un saludo.
Una historia con enorme sentido del humor, Bruno. Me has arrancado la carcajada. Me ha recordado un poco a un Don Mendo que se dejaba ver por los teatros que había en la tele durante mi infancia.
ResponderEliminarHas reproducido muy bien el toque jocoso de algunos de los cuentos de Basile. ¡Bien hecho!
Un abrazo y suerte en el concurso!!
Hola, MJ. Me alegra haber conseguido darle a mi relato ese toque tan característico de los cuentos antiguos. ¡Y esa mención a don Mendo! No había caído pero en cuanto me lo has recordado he visto que mi relato tiene un poco de ese tono humorístico. Tengo el DVD en mi colección y voy a revisitarlo.
EliminarMuchas gracias por tus palabras. Un fuerte abrazo.
Hola Bruno. Un cuento clásico de aventuras mil, con el sabor antiguo y un especial sentido del humor, sobre todo en la conversación entre Ducardo y Roderico. Me ha gustado también la moraleja, pero la frase final del bribón, es impagable.
ResponderEliminarUn saludo.
Hola, Trujamán. Me alegra haber conseguido darle a mi relato ese toque clásico, a la manera de los cuentos de mi infancia. Un diálogo era inevitable, no puedo vivir sin ellos, siempre con toques de humor y un poco de mala leche, como en ese final que tanto te ha gustado. ¿Hay mejor manera de retratar al viejo Ducardo?
EliminarUn abrazo enorme.
Hola, Bruno, tremendo el personajazo que nos traes, que se fue a hacer leyenda para después querer tener el resto esperando. Pues bien por Nilda, que seguramente hubiera sido rechazada por la memoria del héroe pues de reconocerla sin su belleza otro gallo cantaría.
ResponderEliminarMuy buen cuento, Bruno.
Un abrazo!
Pues seguro que así sería, Pepe. Después de veinte años no se reconocerían ninguno de los dos enamorados. ¿Cómo hubiera sido su vida en común? No me extrañaría que Roderico volviera a salir de aventuras y Nilda hubiera buscado a otro más cercano.
EliminarGracias por tu comentario. Un abrazo.
Hola amigo Bruno, ay pobre Roderico, es que se lo llevó el tiempo en tanta aventura, como para esperarle Nilda cose que te cose y claro, la ocasión le hizo partir con otro. El consejo final, un frescuelo lo dejó. Un abrazote
ResponderEliminarHola, Emerencia. Veinte años de costura y soledad son muchos años. ¿Se le puede reprochar algo a la pobre Nilda? Yo creo que no.
EliminarMuchas gracias por tus palabras. Un abrazo.
¿Para qué buscar grandezas en la lejanía cuando se tiene la felicidad al alcance de la mano? este final me hizo recordar una historia de una película protagonizada por Shirley Temple el Pájaro azul basada en esa hermosa novela de Maurice Maeterlinck .En efecto a veces tenemos la felicidad, y no lo apreciamos.
ResponderEliminarEso es, Raquel. Muchas veces somos infelices sin necesidad. Tenemos todo aquello que nos llena y sólo vemos lo que está más allá. Por cierto, me apunto el clásico que mencionas.
EliminarUn abrazo enorme.
Hola, Bruno, No voy a decir que te has salido con esta historia para que no sigas el ejemplo de tu protagonista y me dejes a mí el papel del viejo manipulador. Al final, el celoso cuentista tenía razón en su explicación y el joven valoró más irse de aventura que comprometerse, así que tampoco la amaba tanto.
ResponderEliminarSaludos y suerte, aunque creo que serás más afortunado que tu aventurero zagal.
Hola, JM. Intentaré atornillarme los pies al suelo para no ceder a la tentación y volar en busca de aventuras y gloria. Je, je, je. Menos mal que Nilda encontró a alguien que la quería pues este Roderico nos salió demasiado soñador.
EliminarMuchas gracias por tus palabras. Un abrazo.
Felicidades por ese bronce tan merecido, siempre aportas un toque de humor formidable!
ResponderEliminarMuchas gracias, Voladera. ¿Qué sería de nosotros sin un poco de humor?
EliminarHasta el próximo reto.
¡Bien por tu caballero de Alto Arcadia, Burno. ¡Bravo por esa plata con toques de humor! Un fuerte abrazo.
ResponderEliminarMuchas gracias, Isabel. Aunque ha sido bronce, el tintero me sabe a gloria.
EliminarUn abrazo enorme.
Felicidades, Bruno, por este merecidísimo Tintero, otro más!
ResponderEliminarUn abrazo!
Muchas gracias, Pepe. Que alegría que a la comunidad le haya gustado mi relato.
EliminarUn abrazo enorme.
Hola Bruno. Felicidades por ese Tintero de Bronce, un gran trabajo que me gustó mucho y que ha tenido su recompensa. Un abrazo!
ResponderEliminarMuchas gracias, Jorge. Estoy muy contento por el buen recibimiento que ha tenido mi Roderico.
EliminarUn abrazo fuerte!!
Hola, Bruno!! Muchas felicidades por tu tintero de bronce!! Un abrazo!!
ResponderEliminarMuchas gracias, Cristina. Un fuerte abrazo!!!
Eliminar¡Hola, Bruno! Me alegro que hayas ganado el tintero de bronce, Me gustó mucho tu cuento.Enhirabuena.
ResponderEliminarSaludos.
Gracias, José. Estoy feliz por cómo la comunidad ha recibido las aventuras de Roderico.
EliminarUn saludo.
Hola, Bruno, congrats. No sé donde se me quedó el comentario del otro día. Pues eso que mi criterio no iba descaminado y, cuando hay buen hacer, la suerte únicamente precisa papel de figurante. 🥂👍
ResponderEliminarMuchas gracias, JM!!! La verdad es que estoy muy contento por cómo ha acogido la comunidad estas aventuras de Roderico. Por tu comentario, entiendo que blogger te ha jugado una mala pasada pero la intensión es lo que cuenta. Gracias de nuevo por tus calurosas palabras.
EliminarUn abrazo enorme!!