Nota: Relato para el concurso de septiembre de "El tintero de oro",
convocado por el blog "Relatos en su tinta"
convocado por el blog "Relatos en su tinta"
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–¿Verdad? ¿Qué verdad?
–La que oculta este despreciable
espectáculo.
Algo de trascendencia debe haber
ocurrido en el coso taurino pues el público se ha levantado como una ola
multicolor de los duros asientos de piedra que las maltrechas almohadillas
apenas ayudan a hacer confortables, llamando la atención de los contertulios
con los vítores y aplausos que atronan el cielo mediterráneo. Don Valerio
Harnero de la Mar, propietario de la ganadería Mordelón, contrae el gesto,
disgustado, y hacia su yerno acerca el oído para que le cuente los pormenores
de lo ocurrido durante el Tercio de Varas.
La corrida continúa con buenos lances
por parte de Juncalito, el maestro en suertes del segundo de la tarde, y el
ganadero se obliga a centrar de nuevo la atención en aquel desagradable
periodista que ha tenido la desfachatez de abordarlo en jornada tan épica, la
punta del puro incandescente como el ojo del mismísimo Diablo.
–Como verá, estoy muy ocupado, señor…
–Rellán, Arturo Rellán.
–… así que sea breve, por favor.
Arturo se hace el interesante dejando
vagar la mirada, no exenta de una superioridad moral que no pasa desapercibida
a sus acompañantes, por el ruedo, para después fijar el blanco de su desprecio
en la robusta figura del ganadero. Tras disparar una viscosa flema a la tierra
de nadie que los separa, el periodista, satisfecho por la atracción que sobre
su persona ha conseguido atraer, dice en voz algo más alta de lo necesario:
–Esta «tradición»,
que con tanto fanatismo defienden y aplauden, se sustenta en hechos indecentes
e inhumanos.
–¿Indecentes dice? ¿¡Inhumanos!? Señor
Roldán…
–Rellán.
–Como sea. Créame cuando le digo que no
le comprendo. ¡Es más, no quiero comprenderlo! Así que hágame el favor de
marcharse.
–Lo que aquí sucede se va a publicar con
o sin su consentimiento; sólo quería darle la oportunidad de defenderse.
–¡¿DEFERDERME DE QUÉ, DESGRACIADO?! No
le digo por dónde puede meterse mi punto de vista porque nos acompañan señoras.
»Fulgencio, por favor –se dirige el
ganadero a su yerno–. Acompañe a este «señor»
hasta la puerta…
–Tendrá noticias mías… Valeriano.
–¡Váyase a la mierda de una buena vez!
* * *
–Señor
Rellán. ¿Podemos hablar en privado?
Fulgencio Sancho, al que sus íntimos
llamaban Chencho, invita a Arturo a una de las salas que horadan el interior de
la plaza, solitaria en ese momento; nadie en su sano juicio se perdería la
faena de Juncalito en la tarde de su reaparición tras la brutal embestida que lo
tuvo apartado de los ruedos durante varias semanas. Curioso como buen
periodista, Arturo se deja guiar, sentándose en el sillón que le indica el
yerno del ganadero y que está colocado ante un balcón cubierto por dos gruesas
cortinas de esparto a fin de evitar el calor estival.
–¿Una copa? –pregunta solícito Chencho desde
la barra de bar colocada en una de las esquinas de la sala.
–¿Pretende sobornarme?
–¿Desde cuándo es necesario un soborno
para que dos hombres puedan disfrutar de una buena bebida?
–¡Tiene razón! Tomaré lo mismo que
usted, gracias.
De un tirador coronado con la cabeza plateada
de un astado, el joven sirve dos cervezas en sendos vasos de tubo, doradas como
los cabellos de la diosa Aurora. «Fabricada
exclusivamente para nuestra ganadería –comenta Chencho tras limpiar
la espuma que mancha su labio superior con la punta de la lengua–. Bien fría».
–No probaba nada igual desde antes de la
guerra.
–¿Digna de un soborno?
–Tampoco se pase, Chencho.
–Fulgencio para usted –le corrige el
otro con aspereza.
–Así sea, Fulgencio.
Los jóvenes se deleitan con la refrescante
bebida, cada uno sumido en sus propias reflexiones, hasta que el toque del
clarín, que anuncia el Tercio de Banderillas, les hace volver a la realidad de
la sala.
–Y dígame, señor Rellán. ¿Qué es
exactamente lo que pretende publicar?
–Única y exclusivamente la verdad, como
le he dicho a su suegro.
–¿Y puede contarme esa «verdad»
de la que es custodio?
–Tanto me da decírselo a usted que a Don
Valeriano –responde el periodista tras unos minutos de reflexión–. Tengo
pruebas de que utilizan presos condenados a muerte para sus salvajes corridas
de zombis.
Fulgencio mira al otro con desconfianza.
¿Estaría tirándose un farol? Conoce la fama de Arturo Rellán en el mundillo periodístico,
siendo su voz la que siempre sonaba más alta. Habría que andarse con cuidado.
–¿Y cómo ha llegado a esa conclusión? Si
me lo puede decir.
–Déjeme que se lo explique –el
periodista hace una pausa dramática, humedeciendo el gaznate con un buen sorbo
de cerveza–. Tras el final de la Guerra Zombi, la Tercera Guerra Mundial como la
llaman los puristas, el toro bravo, como muchas otras especies ganaderas, fue
abandonado a su suerte cuando la epidemia dejó de ser algo más que cuentos de
viejas. Los pocos especímenes que quedan, principalmente aquí en España y en zonas
aisladas de Latinoamérica, han sido declarados en peligro de extinción,
prohibiéndose su muerte en esta mal llamada «Fiesta Nacional».
–Todo eso me lo sé de primera mano
–comenta hosco Chencho–. Vaya al grano, por favor.
–Paciencia, que ya llego.
»Pero al entorno taurino, «su»
entorno, ávido de sangre, se le ocurrió una monstruosidad: torear a zombis en
sus macabros espectáculos. La victoria sobre ellos era aún muy reciente, y
había miles de ejemplares entre los que elegir. Con las autoridades locales de vuestra
parte, organizasteis gigantescas partidas de caza para atrapar a los más «frescos»,
aquellos que mejor servirían para las corridas, anclándole al desgraciado sobre
la cabeza unos cuernos que lo obligaban a embestir más que a caminar, en un patético
remedo del toro bravo.
–¿Es usted animalista?
–La duda ofende.
–Entonces verá con agrado nuestro
pequeño arreglo. ¿O prefiere las corridas tradicionales?
–No acepto ni lo uno ni lo otro. Ese ser
que muere en la arena pudo haber sido mi madre o la suya…
–Mi madre me abandonó el día que estalló
la infección, así que no me disgustaría verla en el ruedo.
–…o un viejo amigo. Porque amigos tendrá,
¿no? El quiosquero que le vendía chicles cuando era pequeño... ¡Qué sé yo!
–Ningún espectador reconocería a un ser
querido entre los ejemplares que son toreados. Los preparamos para que así sea,
vistiéndolos con pieles de auténticos Miuras. No se vaya a creer que somos
insensibles al dolor humano.
–¿Y al dolor animal? ¿Y al dolor zombi?
–¡Eso es una estupidez! El toro bravo
nació para luchar y morir en la arena, y más dolor le provocaríamos obligándolo
a ser lo que no es.
»Respecto al zombi, no es más que una
infección que hay que eliminar, ya sea en campo abierto o en el ruedo. Además,
nuestros espectáculos ayudan al pueblo a verlos desde otra perspectiva. Comprenden
que se les puede matar; dejan de sentir miedo y se felicitan por seguir vivos
en las gradas a muertos ante ellas.
–Sois unos auténticos filántropos –aplaude
Arturo con sarcasmo–. Pero aún no he terminado de explicarle mi investigación.
–Correcto. Pero antes, páseme su vaso;
hablar da mucha sed.
Con una nueva cerveza en la mano, algo
achispado, el periodista expone la cadena de razonamientos que lo había llevado
a tan terrible idea. Los zombis no se podían criar; no se reproducían como el
ganado y cada día que pasaba estaban un poco más desgastados por el sol, la
lluvia o los golpes producidos en su errático caminar. En ocasiones se
producían nuevas víctimas, aunque cada vez eran más escasos los ataques zombi,
o el deshielo liberaba a los infectados que habían quedado atrapados durante el
invierno, pero eso no satisfacía la demanda. Fue entonces cuando se preguntó
por la procedencia de los nuevos ejemplares que anunciaban en las fiestas
locales.
–El nuevo gobierno, escaso de medios, no
podía permitirse el lujo de erigir cárceles en las que encerrar a los
delincuentes, aceptando la pena de muerte como un mal necesario para los casos
más extremos, todo un filón para los empresarios taurinos. ¿Por qué malgastar
ese «material»?
Untando las manos adecuadas, los desgraciados sufrieron la muerte a la que fueron
condenados, sí, pero no rápida ni indolora. ¿O va a negarme que son cientos a
los que han infectado para que nutra sus ganaderías?
–¿Y qué si así fuera? Eran escoria, y en
vez de arrimar el hombro se dedicaron a destrozar la poca sociedad que quedaba
tras la guerra.
–¡Es inhumano!
–¡¡ES JUSTICIA!! Y no hay mayor
satisfacción que invitar a los padres de una cría a la que un malnacido violó a
la vuelta del colegio, al hermano del dependiente que murió desangrado por una
barra de pan, a ver cómo el monstruo de sus pesadillas cae en la arena. Debería
estarnos agradecido.
–Y, de paso, conservan la tradición del
ruedo y os llenáis los bolsillos.
–Es mi negocio.
–¿Don Valeriano está metido en el ajo?
–Algo intuye, pero prefiere no saber. Su
mundo pervive gracias al esfuerzo de personas como yo y, aún así, me sigue
menospreciando con su «Fulgecio» por no poderle dar un
nieto. Si no fuera por mi Ana, hace mucho que hubiera muerto de agotamiento en
las mejoras de las defensas.
»¿Qué piensa hacer con esa información?
–La gente debe saber.
–Entiendo… Es un idelista al que no se
le puede comprar. Y dice que tiene pruebas.
–Exacto.
–Pruebas que no habrá confiado a nadie
pues, como periodista, busca la exclusividad de la noticia –cavila Chencho con
la vista en el techo–… Déjeme explicarle cómo veo yo la situación.
Ahora es él quien expone su
razonamiento, y lo hace de manera objetiva. Y así, le habla al periodista de
una vida de postguerra que más se parece a la sociedad del XIX que al mundo globalizado
en el que ambos nacieron, cuando la vida de tres generaciones podían almacenarse
en un pendrive y quedaba hueco para un par de películas. En alta calidad. «Nos movemos a trote de caballo o a
la velocidad con la que pedaleamos en nuestras bicicletas oxidadas
–continúa Chencho su exposición–, y en
los pequeños núcleos autosostenibles que habitamos, la electricidad es un lujo
e Internet un sueño que pocos recuerdan».
»Usted no es tan importante como para
tener una de las pocas grabadoras o de las cámaras que sobrevivieron al
apocalipsis de la civilización tecnológica, por lo que sus pruebas serán meras
anotaciones; las conjeturas de un loco que más pronto que tarde acabarán en la
hoguera o recicladas al no haber nadie que las defienda.
–¿Me está amenazando?
–¡Por Dios, no!
De un tirón, Chencho enrolla las cortinas
de esparto que cubre el balcón, descubriendo un patio anexo a las traseras de
la plaza donde una remesa de zombis, marcados a fuego con el hierro de la
ganadería Mordelón, esperan su salida al ruedo, los cuernos que los coronan
apuntando hacia adelante. La curiosidad innata del periodista lo atrae hasta el
balcón bajo el que se mueven las pútridas reses; jamás había estado tan cerca
de esos engendros carnavalescos y absorto en su contemplación no es consciente
del acercamiento de Chencho. «Jamás
lo amenazaría –oye decir a sus espaldas–,
pero he de velar por mi mundo», y tras esto, el
periodista siente como dos tenazas de hierro le sujetaban por los tobillos,
lanzándolo por encima de la barandilla para caer a escasos metros de los
Mordelones, que fijan sus ansias en la figura maltrecha del caído con un gemido
antinatural.
–¡Felipe! –grita Chencho desde el balcón
a la figura que ha accedido al recinto atraído por los lastimeros gritos del
periodista, enarbolando una gruesa pica con la que aparta a los astados del
caído–. Tenemos un nuevo ejemplar para la ganadería.
»Que no lo muerdan demasiado.
–Como diga, patrón. Pero creo que se ha
roto un brazo.
–Mientras pueda embestir, como si quieres
cortárselo.
El aullido desesperado del que se
llamara Arturo Rellán queda ahogado por el toque del clarín que anuncia en el
coso taurino el comienzo del Tercio de Muerte.
B.A.: 2.017
Gracias, Bruno, por participar en EL TINTERO DE ORO. Solo una cosilla, el límite son 2.000 palabras y me parece que el tuyo suma 2.006 intenta recortar esas seis palabras. Un fuerte abrazo y suerte!!!
ResponderEliminarTe cuento, David. Escribí el relato contando las palabras con una página contador de internet, y me daba por debajo de las 2.000, y al leer tu comentario, lo he pasado por Word y me ha dado esas 2.006.
EliminarPara que no haya problemas, elimino esas 6 palabrejas de más.
Un saludo, compañero.
¡Ya está hecho!
ResponderEliminarMe ha gustado mucho sobre todo como termina.
ResponderEliminarMe alegra que te haya gustado, sobre todo su oscuro final. Un saludo.
EliminarMe ha gustado mucho sobre todo como termina.
ResponderEliminarMe ha encantado Bruno! Vas leyendo poco a poco hasta el final, saboreando los giros de trama. Me parece una idea muy original y bien llevada, sí señor. Que tengas mucha suerte en el concurso y un fuerte abrazo! ; )
ResponderEliminarGracias Ramón por tus palabras de apoyo. También te deseo lo mejor en el concurso, pues acabo de ver que al final te has animado. Ya tengo ganas de leerte.
EliminarUn abrazo.
Hola Bruno,
ResponderEliminarEl final es inesperado, tremendo y genial.
Me ha gustado mucho el desarrollo de tu relato.
¡Suerte!
Un abrazo.
Muchas gracias, Irene. El bueno de Arturo Rellán no sabía dónde se metía cuando empezó su investigación.
EliminarUn abrazo.
Me da un poco de mal rollo, pero reconozco que es tan imaginativo como siempre. Tiene tu huella, sin duda.
ResponderEliminarUn abrazo
Pues sí, David, siempre trato de buscar ese toque original e imaginativo en mis relatos. Hasta en los más realistas que he escrito, al final le he añadido algo que se sale de lo común.
EliminarUn placer darte ese "mal rollo". Un abrazo.
Hola Bruno me ha sorprendido ese toreo con zombies y lo cierto es que creo que ni el tradicional ni el nuevo con esos desgraciados me gustan demasiado pero tu relato es muy original y no lo esperas para nada.
ResponderEliminarSaludos
Saludos
Gracias Conxita. Me alegro de que mi relato te haya parecido original; la verdad es que fue una idea que me vino de pronto y me pareció que merecía la pena desarrollar.
EliminarUn abrazo.
Hola, Bruno. Te devuelvo la visita.
ResponderEliminarMuy original tu relato, esa mezcla de zombies y taurinos con un final inesperado.
Buen relato. ¡Mucha suerte!
Un abrazo.
Gracias Pilar por tu visita y tus palabras de ánimo. Mucha suerte también para ti.
EliminarUn abrazo.
Tu relato me ha dado escalofríos, Bruno, pero eso en nada hace cambiar la opinión que me merece: ¡es buenísmo! Creo que tras leerlo necesito un rato para reflexionar; tu derroche de imaginación me ha dejado en shock. Por si te quedan dudas, ¡me ha encantado!.
ResponderEliminarUn saludo y mucha suerte en el concurso.
Gracias Julia. Espero que tras tu reflexión sigas pensado lo mismo, je, je, je.
EliminarUn abrazo.
Mi ha gustado mucho tu relato , un poco largo para analizarlo, pero el final me ha gustado. La fiesta Nacional no desaparece a pesar que los toros están escasos.Pero cada vez hay mas ovejas, mejor dicho Zombis para que la fiesta sea un éxito. Un buen relato Bruno
ResponderEliminarComo dices María, mismo espectáculo con distintas víctimas. La humanidad es así.
EliminarUn saludo.
Desde luego Bruno a originalidad no hay quien te gane, de todos los relatos del concurso, en mi opinión, el premio a la originalidad se lo llevaría este ¿a quién puede ocurrírsele imaginar corridas de zombies humanos semejando toros, en un mundo post apocalíptico? Pues a Bruno Aguilar, quien sino. Aún en este universo desvencijado que nos pintas hay lugar para la desmesurada y eterna codicia humana, así como para su falta de escrúpulos. Nos muestras también a las masas deshumanizadas tras la contienda, ávidos de espectáculo y poseídos de una sed de venganza que nubla su entendimiento, como vía de escape ante una realidad que los castiga. Sin duda no has defraudado, amigo, te deseo mucha suerte en el concurso. Un saludo.
ResponderEliminar¿Quién podría tener la mente tan calenturienta como para mezclar The Walking Dead con Tendido Cero? Pues a mí. Je, je, je.
EliminarComo bien dices, Jorge, la humanidad, tras cualquier contienda, vuelve a ser la que siempre ha sido, ávida de sangre y espectáculo.
Un abrazo y muchas gracias por tus palabras de ánimo.
La imaginación al poder y esa es precisamente tu mejor baza Bruno, además de la parodia genial sobre “la fiesta nacional futurista”
ResponderEliminar¡Ay ese Arturo prepotente que muestra su desprecio lanzando una flema a la tierra!
Los diálogos tensos, como si fueran un duelo y alguna frase hilarante, como la de : (–¿Es usted animalista –La duda ofende.), vamos un diálogo digno de los humoristas Faemino y Cansado.
Y ya no te digo nada de la sensibilidad entre el dolor humano, animal o zombi.
Una parodia genial y descarnada, sobre todo en su recta final.
¡Eres un crac Bruno!
Gracias Tara. El esfuerzo ha merecido la pena, sin duda.
EliminarSoy un enamorado de los diálogos tipo cinematográficos, y en más de una ocasión los he practicado, y éste, con esos toques de humor que mencionas, creo que me ha quedado más que aceptable.
Una parodia futurista, con carne podrida de por medio, que me alegra enormemente que te haya gustado.
Un abrazo, Tara.
Hola Bruno
ResponderEliminarYo también he quedado sorprendida por el giro que ha ido tomando la historia.
Los relatos tienen que ofrecerte algo nuevo y lo has cumplido sin duda.
Mucha suerte y...al toro!
Hola Paola. Salvo contadas ocasiones, siempre intento dar a mis relatos ese toque distinto que enganche al lector. Me alegra haberte sorprendido.
EliminarUn abrazo.
Bruno, un relato sorprendente, que no deja indiferente. Me ha gustado.
ResponderEliminarSuerte en el concurso.
Un abrazo.
Me alegra que no te haya dejado indiferente mi fantasía zombi-taurina.
EliminarUn saludo, Javier.
Hola Bruno,
ResponderEliminarUn sustitutivo un tanto macabro, jeje
La verdad es que me has tenido engañado un buen rato, pensando que el relato iba de tauromaquia de la de toda la vida, pues describes el escenario con gran conocimiento y destreza.
Soy antitaurino, que conste, pero desde ahora también soy anti-zombies. Y qué decir del pobre Rellán. ¿Acaso no sabía que la curiosidad mató al gato?
Un saludo y ¡suerte maestro!
Amigo Josep, a mi tampoco me atrae el mundo de la tauromaquia, pero entre lo que he mamado obligatoriamente de ella a lo largo de mi vida y gracias a la Wikipedia, que me ha ayudado a aclarar ciertas dudas, creo que he conseguido un escenario lo suficiente realista donde mover a mis personajes.
EliminarRespecto a Rellán, estoy seguro que se hubiera pensando el investigar a la ganadería Mordelón si hubiera sospechado que terminaría siendo parte de ella.
Un abrazo, compañero.
Muy buen relato, Bruno. Libremente inspirado en la vida real. No sería la primera vez que se utilizan presos para trabajar como esclavos. En España, tras la guerra, sin ir más lejos. El toque futurista y apocalíptico le da un atractivo más.
ResponderEliminarMucha suerte en el concurso.
Un beso.
Gracias Rosa. La verdad es que siempre los más débiles ha sido los que se han llevado la peor parte y, en mi fantasía, le han tocado a los zombis.
EliminarUn abrazo fuerte.
HOLA BRUNO!!
ResponderEliminarMe fascinó tu propuesta zombi, (tema del que soy muy fan) esta conspiración extremista en un mundo postapocaliptico. La narración atrapa desde el primer momento, claro que es más adelante sonde se devela lo más interesante y podemos ver monstruos de diferentes clases.
Pobre reportero idealista, a veces ir de frente contra el muro no es lo más inteligente...
DISFRUTÉ MUCHO TU RELATO! SUERTE EN EL CONCURSO!
Muchas gracias, Diana, y bienvenida a mi mundo postapocalíptico, je, je, je.
EliminarComo bien dices, hay más monstruos de los que vemos, y el pobre de Rellán lo aprendió de la peor manera posible.
Un abrazo.
Bruno, describes un mundo futurista (no mucho mejor que el actual), la ciencia-ficción se puede permitir licencias creativas de toda índole.
ResponderEliminarEl mundo de la tauromaquia me es por completo ajeno, pero considero que es un escenario original para tu relato. Mucha suerte en el concurso promovido por David Rubio
La verdad es que no creo que el futuro sea muy distinto del presente. Siempre nos moverán los mismos intereses, para bien o para mal.
EliminarGracias por el apoyo. Un saludo.
Hola,Bruno, el relato es tremendo, está muy bien y sorprende al no entrar al trapo de las discusiones tan controvertidas que hay sobre este tema. Utilizas bien las palabras y le das un giro sorpresa hacia la continuidad de la fiesta de la forma que sea incluso con zombies. Ya el remate es la muerte del periodista. A mí no me gustan los toros, pero reconozco lo que hay de arte en el toreo. Prefiero que no se mate al toro como se hace en algún otro país. Muchas suerte en el concurso. Abrazos
ResponderEliminarHola Lana. Yo también creo que el toreo sin muerte es una opción bastante aceptable para intentar acercar dos posturas tan enfrentadas. Aparte de eso, el usar zombis en vez de toros... Sólo el tiempo lo dirá, je, je, je.
EliminarUn abrazo enorme.
Tal y como he leído a otros compañeros comentar al principio algunos de sus comentarios, he llegado hasta aquí gracias a “El Tintero de Oro” de David Rubio Sánchez, y así he podido disfrutar de tu magnífico relato, Bruno, original donde los haya. Te ha quedado redondo con ese final macabro tan bien llevado. Sólo me queda darte mi más sincera enhorabuena y desearte mucha suerte en el concurso. Un abrazo. Nos leemos…
ResponderEliminarMuchas gracias por tus palabras de ánimo, Patxi. Espero que nuestros relatos de sigan cruzando, ya sea gracias al Tintero de Oro o en otras páginas.
EliminarUn abrazo.