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miércoles, 27 de septiembre de 2017

Nuevo en esta plaza


Nota: Relato para el concurso de septiembre de "El tintero de oro",
convocado por el blog "Relatos en su tinta"


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–Los ciudadanos merecen saber la verdad.
–¿Verdad? ¿Qué verdad?
–La que oculta este despreciable espectáculo.
Algo de trascendencia debe haber ocurrido en el coso taurino pues el público se ha levantado como una ola multicolor de los duros asientos de piedra que las maltrechas almohadillas apenas ayudan a hacer confortables, llamando la atención de los contertulios con los vítores y aplausos que atronan el cielo mediterráneo. Don Valerio Harnero de la Mar, propietario de la ganadería Mordelón, contrae el gesto, disgustado, y hacia su yerno acerca el oído para que le cuente los pormenores de lo ocurrido durante el Tercio de Varas.
La corrida continúa con buenos lances por parte de Juncalito, el maestro en suertes del segundo de la tarde, y el ganadero se obliga a centrar de nuevo la atención en aquel desagradable periodista que ha tenido la desfachatez de abordarlo en jornada tan épica, la punta del puro incandescente como el ojo del mismísimo Diablo.
–Como verá, estoy muy ocupado, señor…
–Rellán, Arturo Rellán.
–… así que sea breve, por favor.
Arturo se hace el interesante dejando vagar la mirada, no exenta de una superioridad moral que no pasa desapercibida a sus acompañantes, por el ruedo, para después fijar el blanco de su desprecio en la robusta figura del ganadero. Tras disparar una viscosa flema a la tierra de nadie que los separa, el periodista, satisfecho por la atracción que sobre su persona ha conseguido atraer, dice en voz algo más alta de lo necesario:
–Esta «tradición», que con tanto fanatismo defienden y aplauden, se sustenta en hechos indecentes e inhumanos.
–¿Indecentes dice? ¿¡Inhumanos!? Señor Roldán…
–Rellán.
–Como sea. Créame cuando le digo que no le comprendo. ¡Es más, no quiero comprenderlo! Así que hágame el favor de marcharse.
–Lo que aquí sucede se va a publicar con o sin su consentimiento; sólo quería darle la oportunidad de defenderse.
–¡¿DEFERDERME DE QUÉ, DESGRACIADO?! No le digo por dónde puede meterse mi punto de vista porque nos acompañan señoras.
»Fulgencio, por favor –se dirige el ganadero a su yerno–. Acompañe a este «señor» hasta la puerta…
–Tendrá noticias mías… Valeriano.
–¡Váyase a la mierda de una buena vez!

*        *        *

–Señor Rellán. ¿Podemos hablar en privado?
Fulgencio Sancho, al que sus íntimos llamaban Chencho, invita a Arturo a una de las salas que horadan el interior de la plaza, solitaria en ese momento; nadie en su sano juicio se perdería la faena de Juncalito en la tarde de su reaparición tras la brutal embestida que lo tuvo apartado de los ruedos durante varias semanas. Curioso como buen periodista, Arturo se deja guiar, sentándose en el sillón que le indica el yerno del ganadero y que está colocado ante un balcón cubierto por dos gruesas cortinas de esparto a fin de evitar el calor estival.
–¿Una copa? –pregunta solícito Chencho desde la barra de bar colocada en una de las esquinas de la sala.
–¿Pretende sobornarme?
–¿Desde cuándo es necesario un soborno para que dos hombres puedan disfrutar de una buena bebida?
–¡Tiene razón! Tomaré lo mismo que usted, gracias.
De un tirador coronado con la cabeza plateada de un astado, el joven sirve dos cervezas en sendos vasos de tubo, doradas como los cabellos de la diosa Aurora. «Fabricada exclusivamente para nuestra ganadería –comenta Chencho tras limpiar la espuma que mancha su labio superior con la punta de la lengua–. Bien fría».
–No probaba nada igual desde antes de la guerra.
–¿Digna de un soborno?
–Tampoco se pase, Chencho.
–Fulgencio para usted –le corrige el otro con aspereza.
–Así sea, Fulgencio.
Los jóvenes se deleitan con la refrescante bebida, cada uno sumido en sus propias reflexiones, hasta que el toque del clarín, que anuncia el Tercio de Banderillas, les hace volver a la realidad de la sala.
–Y dígame, señor Rellán. ¿Qué es exactamente lo que pretende publicar?
–Única y exclusivamente la verdad, como le he dicho a su suegro.
–¿Y puede contarme esa «verdad» de la que es custodio?
–Tanto me da decírselo a usted que a Don Valeriano –responde el periodista tras unos minutos de reflexión–. Tengo pruebas de que utilizan presos condenados a muerte para sus salvajes corridas de zombis.
Fulgencio mira al otro con desconfianza. ¿Estaría tirándose un farol? Conoce la fama de Arturo Rellán en el mundillo periodístico, siendo su voz la que siempre sonaba más alta. Habría que andarse con cuidado.
–¿Y cómo ha llegado a esa conclusión? Si me lo puede decir.
–Déjeme que se lo explique –el periodista hace una pausa dramática, humedeciendo el gaznate con un buen sorbo de cerveza–. Tras el final de la Guerra Zombi, la Tercera Guerra Mundial como la llaman los puristas, el toro bravo, como muchas otras especies ganaderas, fue abandonado a su suerte cuando la epidemia dejó de ser algo más que cuentos de viejas. Los pocos especímenes que quedan, principalmente aquí en España y en zonas aisladas de Latinoamérica, han sido declarados en peligro de extinción, prohibiéndose su muerte en esta mal llamada «Fiesta Nacional».
–Todo eso me lo sé de primera mano –comenta hosco Chencho–. Vaya al grano, por favor.
–Paciencia, que ya llego.
»Pero al entorno taurino, «su» entorno, ávido de sangre, se le ocurrió una monstruosidad: torear a zombis en sus macabros espectáculos. La victoria sobre ellos era aún muy reciente, y había miles de ejemplares entre los que elegir. Con las autoridades locales de vuestra parte, organizasteis gigantescas partidas de caza para atrapar a los más «frescos», aquellos que mejor servirían para las corridas, anclándole al desgraciado sobre la cabeza unos cuernos que lo obligaban a embestir más que a caminar, en un patético remedo del toro bravo.
–¿Es usted animalista?
–La duda ofende.
–Entonces verá con agrado nuestro pequeño arreglo. ¿O prefiere las corridas tradicionales?
–No acepto ni lo uno ni lo otro. Ese ser que muere en la arena pudo haber sido mi madre o la suya…
–Mi madre me abandonó el día que estalló la infección, así que no me disgustaría verla en el ruedo.
–…o un viejo amigo. Porque amigos tendrá, ¿no? El quiosquero que le vendía chicles cuando era pequeño... ¡Qué sé yo!
–Ningún espectador reconocería a un ser querido entre los ejemplares que son toreados. Los preparamos para que así sea, vistiéndolos con pieles de auténticos Miuras. No se vaya a creer que somos insensibles al dolor humano.
–¿Y al dolor animal? ¿Y al dolor zombi?
–¡Eso es una estupidez! El toro bravo nació para luchar y morir en la arena, y más dolor le provocaríamos obligándolo a ser lo que no es.
»Respecto al zombi, no es más que una infección que hay que eliminar, ya sea en campo abierto o en el ruedo. Además, nuestros espectáculos ayudan al pueblo a verlos desde otra perspectiva. Comprenden que se les puede matar; dejan de sentir miedo y se felicitan por seguir vivos en las gradas a muertos ante ellas.
–Sois unos auténticos filántropos –aplaude Arturo con sarcasmo–. Pero aún no he terminado de explicarle mi investigación.
–Correcto. Pero antes, páseme su vaso; hablar da mucha sed.
Con una nueva cerveza en la mano, algo achispado, el periodista expone la cadena de razonamientos que lo había llevado a tan terrible idea. Los zombis no se podían criar; no se reproducían como el ganado y cada día que pasaba estaban un poco más desgastados por el sol, la lluvia o los golpes producidos en su errático caminar. En ocasiones se producían nuevas víctimas, aunque cada vez eran más escasos los ataques zombi, o el deshielo liberaba a los infectados que habían quedado atrapados durante el invierno, pero eso no satisfacía la demanda. Fue entonces cuando se preguntó por la procedencia de los nuevos ejemplares que anunciaban en las fiestas locales.
–El nuevo gobierno, escaso de medios, no podía permitirse el lujo de erigir cárceles en las que encerrar a los delincuentes, aceptando la pena de muerte como un mal necesario para los casos más extremos, todo un filón para los empresarios taurinos. ¿Por qué malgastar ese «material»? Untando las manos adecuadas, los desgraciados sufrieron la muerte a la que fueron condenados, sí, pero no rápida ni indolora. ¿O va a negarme que son cientos a los que han infectado para que nutra sus ganaderías?
–¿Y qué si así fuera? Eran escoria, y en vez de arrimar el hombro se dedicaron a destrozar la poca sociedad que quedaba tras la guerra.
–¡Es inhumano!
–¡¡ES JUSTICIA!! Y no hay mayor satisfacción que invitar a los padres de una cría a la que un malnacido violó a la vuelta del colegio, al hermano del dependiente que murió desangrado por una barra de pan, a ver cómo el monstruo de sus pesadillas cae en la arena. Debería estarnos agradecido.
–Y, de paso, conservan la tradición del ruedo y os llenáis los bolsillos.
–Es mi negocio.
–¿Don Valeriano está metido en el ajo?
–Algo intuye, pero prefiere no saber. Su mundo pervive gracias al esfuerzo de personas como yo y, aún así, me sigue menospreciando con su «Fulgecio» por no poderle dar un nieto. Si no fuera por mi Ana, hace mucho que hubiera muerto de agotamiento en las mejoras de las defensas.
»¿Qué piensa hacer con esa información?
–La gente debe saber.
–Entiendo… Es un idelista al que no se le puede comprar. Y dice que tiene pruebas.
–Exacto.
–Pruebas que no habrá confiado a nadie pues, como periodista, busca la exclusividad de la noticia –cavila Chencho con la vista en el techo–… Déjeme explicarle cómo veo yo la situación.
Ahora es él quien expone su razonamiento, y lo hace de manera objetiva. Y así, le habla al periodista de una vida de postguerra que más se parece a la sociedad del XIX que al mundo globalizado en el que ambos nacieron, cuando la vida de tres generaciones podían almacenarse en un pendrive y quedaba hueco para un par de películas. En alta calidad. «Nos movemos a trote de caballo o a la velocidad con la que pedaleamos en nuestras bicicletas oxidadas –continúa Chencho su exposición–, y en los pequeños núcleos autosostenibles que habitamos, la electricidad es un lujo e Internet un sueño que pocos recuerdan».
»Usted no es tan importante como para tener una de las pocas grabadoras o de las cámaras que sobrevivieron al apocalipsis de la civilización tecnológica, por lo que sus pruebas serán meras anotaciones; las conjeturas de un loco que más pronto que tarde acabarán en la hoguera o recicladas al no haber nadie que las defienda.
–¿Me está amenazando?
–¡Por Dios, no!
De un tirón, Chencho enrolla las cortinas de esparto que cubre el balcón, descubriendo un patio anexo a las traseras de la plaza donde una remesa de zombis, marcados a fuego con el hierro de la ganadería Mordelón, esperan su salida al ruedo, los cuernos que los coronan apuntando hacia adelante. La curiosidad innata del periodista lo atrae hasta el balcón bajo el que se mueven las pútridas reses; jamás había estado tan cerca de esos engendros carnavalescos y absorto en su contemplación no es consciente del acercamiento de Chencho. «Jamás lo amenazaría –oye decir a sus espaldas, pero he de velar por mi mundo», y tras esto, el periodista siente como dos tenazas de hierro le sujetaban por los tobillos, lanzándolo por encima de la barandilla para caer a escasos metros de los Mordelones, que fijan sus ansias en la figura maltrecha del caído con un gemido antinatural.
–¡Felipe! –grita Chencho desde el balcón a la figura que ha accedido al recinto atraído por los lastimeros gritos del periodista, enarbolando una gruesa pica con la que aparta a los astados del caído–. Tenemos un nuevo ejemplar para la ganadería.
»Que no lo muerdan demasiado.
–Como diga, patrón. Pero creo que se ha roto un brazo.
–Mientras pueda embestir, como si quieres cortárselo.
El aullido desesperado del que se llamara Arturo Rellán queda ahogado por el toque del clarín que anuncia en el coso taurino el comienzo del Tercio de Muerte.


B.A.: 2.017

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40 comentarios:

  1. Gracias, Bruno, por participar en EL TINTERO DE ORO. Solo una cosilla, el límite son 2.000 palabras y me parece que el tuyo suma 2.006 intenta recortar esas seis palabras. Un fuerte abrazo y suerte!!!

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    1. Te cuento, David. Escribí el relato contando las palabras con una página contador de internet, y me daba por debajo de las 2.000, y al leer tu comentario, lo he pasado por Word y me ha dado esas 2.006.
      Para que no haya problemas, elimino esas 6 palabrejas de más.
      Un saludo, compañero.

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    1. Me alegra que te haya gustado, sobre todo su oscuro final. Un saludo.

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  3. Me ha encantado Bruno! Vas leyendo poco a poco hasta el final, saboreando los giros de trama. Me parece una idea muy original y bien llevada, sí señor. Que tengas mucha suerte en el concurso y un fuerte abrazo! ; )

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    1. Gracias Ramón por tus palabras de apoyo. También te deseo lo mejor en el concurso, pues acabo de ver que al final te has animado. Ya tengo ganas de leerte.
      Un abrazo.

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  4. Hola Bruno,
    El final es inesperado, tremendo y genial.
    Me ha gustado mucho el desarrollo de tu relato.
    ¡Suerte!
    Un abrazo.

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    1. Muchas gracias, Irene. El bueno de Arturo Rellán no sabía dónde se metía cuando empezó su investigación.
      Un abrazo.

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  5. Me da un poco de mal rollo, pero reconozco que es tan imaginativo como siempre. Tiene tu huella, sin duda.

    Un abrazo

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    1. Pues sí, David, siempre trato de buscar ese toque original e imaginativo en mis relatos. Hasta en los más realistas que he escrito, al final le he añadido algo que se sale de lo común.
      Un placer darte ese "mal rollo". Un abrazo.

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  6. Hola Bruno me ha sorprendido ese toreo con zombies y lo cierto es que creo que ni el tradicional ni el nuevo con esos desgraciados me gustan demasiado pero tu relato es muy original y no lo esperas para nada.
    Saludos
    Saludos

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    1. Gracias Conxita. Me alegro de que mi relato te haya parecido original; la verdad es que fue una idea que me vino de pronto y me pareció que merecía la pena desarrollar.
      Un abrazo.

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  7. Hola, Bruno. Te devuelvo la visita.
    Muy original tu relato, esa mezcla de zombies y taurinos con un final inesperado.
    Buen relato. ¡Mucha suerte!
    Un abrazo.

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    1. Gracias Pilar por tu visita y tus palabras de ánimo. Mucha suerte también para ti.
      Un abrazo.

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  8. Tu relato me ha dado escalofríos, Bruno, pero eso en nada hace cambiar la opinión que me merece: ¡es buenísmo! Creo que tras leerlo necesito un rato para reflexionar; tu derroche de imaginación me ha dejado en shock. Por si te quedan dudas, ¡me ha encantado!.

    Un saludo y mucha suerte en el concurso.

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    1. Gracias Julia. Espero que tras tu reflexión sigas pensado lo mismo, je, je, je.
      Un abrazo.

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  9. Mi ha gustado mucho tu relato , un poco largo para analizarlo, pero el final me ha gustado. La fiesta Nacional no desaparece a pesar que los toros están escasos.Pero cada vez hay mas ovejas, mejor dicho Zombis para que la fiesta sea un éxito. Un buen relato Bruno

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    1. Como dices María, mismo espectáculo con distintas víctimas. La humanidad es así.
      Un saludo.

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  10. Desde luego Bruno a originalidad no hay quien te gane, de todos los relatos del concurso, en mi opinión, el premio a la originalidad se lo llevaría este ¿a quién puede ocurrírsele imaginar corridas de zombies humanos semejando toros, en un mundo post apocalíptico? Pues a Bruno Aguilar, quien sino. Aún en este universo desvencijado que nos pintas hay lugar para la desmesurada y eterna codicia humana, así como para su falta de escrúpulos. Nos muestras también a las masas deshumanizadas tras la contienda, ávidos de espectáculo y poseídos de una sed de venganza que nubla su entendimiento, como vía de escape ante una realidad que los castiga. Sin duda no has defraudado, amigo, te deseo mucha suerte en el concurso. Un saludo.

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    1. ¿Quién podría tener la mente tan calenturienta como para mezclar The Walking Dead con Tendido Cero? Pues a mí. Je, je, je.
      Como bien dices, Jorge, la humanidad, tras cualquier contienda, vuelve a ser la que siempre ha sido, ávida de sangre y espectáculo.
      Un abrazo y muchas gracias por tus palabras de ánimo.

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  11. La imaginación al poder y esa es precisamente tu mejor baza Bruno, además de la parodia genial sobre “la fiesta nacional futurista”
    ¡Ay ese Arturo prepotente que muestra su desprecio lanzando una flema a la tierra!
    Los diálogos tensos, como si fueran un duelo y alguna frase hilarante, como la de : (–¿Es usted animalista –La duda ofende.), vamos un diálogo digno de los humoristas Faemino y Cansado.
    Y ya no te digo nada de la sensibilidad entre el dolor humano, animal o zombi.
    Una parodia genial y descarnada, sobre todo en su recta final.
    ¡Eres un crac Bruno!

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    1. Gracias Tara. El esfuerzo ha merecido la pena, sin duda.
      Soy un enamorado de los diálogos tipo cinematográficos, y en más de una ocasión los he practicado, y éste, con esos toques de humor que mencionas, creo que me ha quedado más que aceptable.
      Una parodia futurista, con carne podrida de por medio, que me alegra enormemente que te haya gustado.
      Un abrazo, Tara.

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  12. Hola Bruno

    Yo también he quedado sorprendida por el giro que ha ido tomando la historia.
    Los relatos tienen que ofrecerte algo nuevo y lo has cumplido sin duda.

    Mucha suerte y...al toro!

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    1. Hola Paola. Salvo contadas ocasiones, siempre intento dar a mis relatos ese toque distinto que enganche al lector. Me alegra haberte sorprendido.
      Un abrazo.

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  13. Bruno, un relato sorprendente, que no deja indiferente. Me ha gustado.
    Suerte en el concurso.
    Un abrazo.

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    1. Me alegra que no te haya dejado indiferente mi fantasía zombi-taurina.
      Un saludo, Javier.

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  14. Hola Bruno,
    Un sustitutivo un tanto macabro, jeje
    La verdad es que me has tenido engañado un buen rato, pensando que el relato iba de tauromaquia de la de toda la vida, pues describes el escenario con gran conocimiento y destreza.
    Soy antitaurino, que conste, pero desde ahora también soy anti-zombies. Y qué decir del pobre Rellán. ¿Acaso no sabía que la curiosidad mató al gato?
    Un saludo y ¡suerte maestro!

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    1. Amigo Josep, a mi tampoco me atrae el mundo de la tauromaquia, pero entre lo que he mamado obligatoriamente de ella a lo largo de mi vida y gracias a la Wikipedia, que me ha ayudado a aclarar ciertas dudas, creo que he conseguido un escenario lo suficiente realista donde mover a mis personajes.
      Respecto a Rellán, estoy seguro que se hubiera pensando el investigar a la ganadería Mordelón si hubiera sospechado que terminaría siendo parte de ella.
      Un abrazo, compañero.

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  15. Muy buen relato, Bruno. Libremente inspirado en la vida real. No sería la primera vez que se utilizan presos para trabajar como esclavos. En España, tras la guerra, sin ir más lejos. El toque futurista y apocalíptico le da un atractivo más.
    Mucha suerte en el concurso.
    Un beso.

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    1. Gracias Rosa. La verdad es que siempre los más débiles ha sido los que se han llevado la peor parte y, en mi fantasía, le han tocado a los zombis.
      Un abrazo fuerte.

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  16. HOLA BRUNO!!
    Me fascinó tu propuesta zombi, (tema del que soy muy fan) esta conspiración extremista en un mundo postapocaliptico. La narración atrapa desde el primer momento, claro que es más adelante sonde se devela lo más interesante y podemos ver monstruos de diferentes clases.
    Pobre reportero idealista, a veces ir de frente contra el muro no es lo más inteligente...
    DISFRUTÉ MUCHO TU RELATO! SUERTE EN EL CONCURSO!

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    1. Muchas gracias, Diana, y bienvenida a mi mundo postapocalíptico, je, je, je.
      Como bien dices, hay más monstruos de los que vemos, y el pobre de Rellán lo aprendió de la peor manera posible.
      Un abrazo.

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  17. Bruno, describes un mundo futurista (no mucho mejor que el actual), la ciencia-ficción se puede permitir licencias creativas de toda índole.

    El mundo de la tauromaquia me es por completo ajeno, pero considero que es un escenario original para tu relato. Mucha suerte en el concurso promovido por David Rubio

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    1. La verdad es que no creo que el futuro sea muy distinto del presente. Siempre nos moverán los mismos intereses, para bien o para mal.
      Gracias por el apoyo. Un saludo.

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  18. Hola,Bruno, el relato es tremendo, está muy bien y sorprende al no entrar al trapo de las discusiones tan controvertidas que hay sobre este tema. Utilizas bien las palabras y le das un giro sorpresa hacia la continuidad de la fiesta de la forma que sea incluso con zombies. Ya el remate es la muerte del periodista. A mí no me gustan los toros, pero reconozco lo que hay de arte en el toreo. Prefiero que no se mate al toro como se hace en algún otro país. Muchas suerte en el concurso. Abrazos

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    1. Hola Lana. Yo también creo que el toreo sin muerte es una opción bastante aceptable para intentar acercar dos posturas tan enfrentadas. Aparte de eso, el usar zombis en vez de toros... Sólo el tiempo lo dirá, je, je, je.
      Un abrazo enorme.

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  19. Tal y como he leído a otros compañeros comentar al principio algunos de sus comentarios, he llegado hasta aquí gracias a “El Tintero de Oro” de David Rubio Sánchez, y así he podido disfrutar de tu magnífico relato, Bruno, original donde los haya. Te ha quedado redondo con ese final macabro tan bien llevado. Sólo me queda darte mi más sincera enhorabuena y desearte mucha suerte en el concurso. Un abrazo. Nos leemos…

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    1. Muchas gracias por tus palabras de ánimo, Patxi. Espero que nuestros relatos de sigan cruzando, ya sea gracias al Tintero de Oro o en otras páginas.
      Un abrazo.

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