Érase una vez una pequeña aldea
de nombre Chamalán. Si la buscas en los mapas no la localizarás pues se
encuentra más allá de donde muere el arcoíris, en un precioso valle abrazado
por enormes montañas siempre coronadas de nieve. Un río de aguas cristalinas
nutre con placidez las oscuras tierras de cultivo, cubriéndolas de lozano
verdor, y árboles frutales de la más diversa índole dan sombra y suculentos
frutos a los vecinos durante todo el año. Por cierto… ¿Os he dicho ya que
Chamalán está habitada por animales? ¡¿No?! Me lo temía.
Por supuesto se producían algunos roces entre los vecinos, como aquella
vez en la que Tony Zorro vendió una sortija falsa a Paca Asno; o aquella otra
en la que los gemelos Mapache robaron las galletas recién horneadas de Carlos
Oca; o aquella otra en la que Napoleón Cerdo, el alcalde, convirtió las calles
en un lodazal para dar la bienvenida a su numerosa familia; o aquella otra...
Bueno, creo que podríamos abreviar diciendo que era una agradable comunidad en la
que se convivía en razonable armonía, pues los vecinos entendían los pequeños
vicios y defectos de los demás como algo natural, aceptándolos de buen grado.
Ahora bien, aunque Doña Luisa Urraca era de lo más tacaña, las hermanas
Gallina no dejaban de cacarear y a Antonio Gato había que bajarlo un día sí y
otro también del árbol al que trepaba, lo que nadie en la aldea podía soportar
eran los ronquidos de Bernardo Oso. ¡Y eso que su osera se hallaba en una de
las montañas más altas! Pero es que el grandullón y peludo plantígrado era
capaz de hacer temblar hasta la casa más alejada de la aldea con sus resuellos,
situación que empeoraba durante los meses de hibernación. Tal era así que tras
una noche especialmente mala los vecinos se reunieron con el alcalde para
presentarle sus quejas.
—¡Mis pequeños no pueden descansar y por el día están
inagua-gua-guantebles! —ladraba lastimera Jaimita Galgo.
—Estoy tan estresada que mmmis ubres dammm requesómmm —mugía triste Lola
Vaca.
—Al meeenos tu terneeero pueeede disfrutaaaar del requesónnn… —balaron
las ovejas como una sola—. Nosotras sólo daaamos leche desnataaadaaa…
Tantos fueron los argumentos en contra que Napoleón Cerdo no pudo más que
solicitar avíos de escritura a su secretario, el señor Comadreja, para firmar de
su pezuña y letra la orden de expulsión del caído en desgracia.
Ya mojaba la pluma en el tintero que solícito le tendía su secretario
cuando un inesperado redoble de tambor hizo vibrar las paredes de piedra que
rodeaban el valle, dejándolos a todos paralizados. A la sorpresa le siguió una
buena pizca de curiosidad y a esta el miedo más desorbitado al ver cómo un
numeroso grupo de individuos, de especie desconocida, doblaba la esquina para
tomar la plaza del ayuntamiento con evidente actitud hostil. Mamíferos en
apariencia, su cuerpo recordaba mucho al de Chita Chimpancé, aunque no lucían
el espeso y bello pelaje de esta. Empuñaban agujones afiladísimos que dirigían
a la muchedumbre y se cubrían con un caparazón que brillaba como el agua con
las luces de la mañana.
—¿Qué prodigio es este? —gruñó el que parecía ser el jefe de la manada al
toparse con el concurrido grupo. Montaba a lomos de un pariente de Paca Asno,
bien lejano sin lugar a dudas, pues la luz de la inteligencia no iluminaba sus
ojos, y desde su elevada posición examinó lentamente los rostros hacia él
dirigidos—. ¡Gran día el de hoy! —exclamó satisfecho al término del escrutinio
para después, pendón en mano, declarar a voz en cuello:
»¡¡Reclamo esta tierra y todo lo que contiene en el nombre de…!!
—¡¡¡JJJJJJRRRRRRRRRR…!!!
El extraño no pudo terminar las palabras que dirigía a los aldeanos pues
un ronquido, el más fuerte que nunca antes se escuchara en el valle, los
sacudió con la fuerza de un tornado. Y a este le siguió otro, y otro más,
sembrando el temor en el corazón acorazado de los invasores.
—¡¡Nos hallamos ante las mismísimas puertas del infierno!! —gritó
asustado el mandamás a sus soldados, intentando en vano imponerse al
sobrecogedor estruendo—. ¡Compañeros, huyamos cuanto antes de esta tierra
infecta!
Los vecinos contemplaron estupefactos cómo la jauría de invasores huía en
tropel de la aldea de Chamalán, descompuestos cual alma que lleva el diablo.
Aunque los acontecimientos apenas habían durado lo que diez resuellos, no les
resultó difícil comprender que se habían salvado de un terrible peligro gracias
a la inesperada intervención de Bernardo.
—¡Pobre Bernardo! —se oyó decir de pronto a Petra Araña—. Seguro que pasa
frío en su osera. Voy a tejerle una manta bien calentita.
—¡Y nosotras vamos a llevarle mucha comida! —gritaron entusiasmadas las
obreras del clan Hormiga—. Seguro que se despierta con un hambre atroz.
—¡Y miel! —dijo Guillermina Abeja—. No puede faltar miel.
Y de esa forma, poco a poco, todos los habitantes de la aldea agradecieron
de la mejor forma que sabían la ayuda que les había prestado,
inconscientemente, Bernardo Oso. Y ocurrió que cuando este despertó de su
hibernación se vio tan arropado por sus vecinos que también dejó de ver los
defectos que los caracterizaban, sumándose gustoso a la mejorada comunidad.
Y fueron felices y comieron lo que cocinaban las perdices.
Moraleja: No repudies al prójimo por sus faltas; felicítalo por sus virtudes.
Nunca se sabe, cuando necesitas del otro. Sabia lección y muy pertinente, porque vivimos en un mundo lleno de egoísmo, solo criticando al otro, sin ver sus virtudes. Es tiempo de ver las esencias de los mensajes y no los errores del otro. ÉXITOS Y POR CIERTO, FELICITACIONES DE CORAZÓN POR TU BUEN Y MERECIDO PUESTO EN EL TINTERO DE ORO EN LA XVII EDICIÓN.
ResponderEliminarAsí es, Raquel. Estamos en un momento de la historia en que domina la crítica y el odio al prójimo, alentado lamentablemente por las redes sociales. En Chamalán fue necesario un enemigo exterior para llegar a la armonía. Espero que a nosotros no nos haga falta llegar a eso.
EliminarMuchas gracias por tus felicitaciones por el Tintero de Bronce. Vuestro apoyo es el mejor premio, sin lugar a dudas.
Un abrazo.
Un argumento bien hilvanado al modo clásico de los cuentos y fábulas, con estupendas descripciones y personajes entrañables, como Bernardo Oso, el dormilón ruidoso ja, ja, ja... de la apacible aldea de Chamalán, quien sin ser consciente fue el héroe que salvó del peligro a sus convecinos.
ResponderEliminarAdemás me ha encantado la moraleja, ya que nos hallamos inmersos en una sociedad individualista que desprecia al diferente.
Deseo que también obtengas un buen puesto entre los mejores.
Un abrazo.
Muchas gracias, Estrella. Bernardo Oso se convirtió en el héroe de Chamalán sin saberlo y eso ayudó a unirlo definitivamente con sus vecinos.
EliminarVivimos en un mundo en que todo es criticado, en el que el mal uso de las redes sociales juega un importante papel. Una lástima.
Un fuerte abrazo.
Hola Bruno! Soy Beri. Me ha gustado mucho tu fábula, tanto por la forma (el lenguaje es fluido y ameno) como por el contenido (apología del diferente). He advertido un pequeño error: en el tercer párrafo hablas de "hasta cuotas insospechadas" cuando debería ser "hasta cotas insospechadas". En cualquier caso, excelente relato. Un abrazo.
ResponderEliminarHola Beri. Me alegra un montón que te haya gustado mi pequeña fábula. ¡Y llevas toda la razón con esas "cuotas"! Mira que le he dado vueltas al relato... ¡Pues se me ha pasado! Lo corrijo inmediatamente. Muchas gracias y un abrazo enorme.
EliminarHola, Bruno. Qué voy a decir. Me ha encantado. Lo tiene todo para gustar. La descripción de los animales. la historia, el conflicto que cuenta y el final feliz con moraleja de lo más atinada.
ResponderEliminarTe felicito. He disfrutado con la fábula.
Saludos y suerte aunque creo que no vas ha necesitarla.
Hola Isan. Un placer tenerte por aquí. Me alegra que te haya gustado esta fábula con moraleja. ¡Y pensar que al pobre Bernardo estaban a punto de echarlo! Je, je, je.
EliminarUn abrazo fuerte.
Muy bueno, Bruno. Un cuento narrado con la pericia de los cuentistas más famosos, je,je. Me ha encantado, y en especial su moraleja.
ResponderEliminarLa abejas podrían fabricar también tapones de cera para todos los oídos, ja,ja,ja.
Enhorabuena y que tengas suerte en el concurso.
Un abrazo.
¡Pues no es mala idea, Josep! Si todos se taparan los oídos con cera, no hubieran tenido nunca ese problema con los ronquidos, je, je, je.
EliminarMuchas gracias por pasarte por aquí, amigo. Un abrazo enorme.
Buenas, Bruno.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho tu fábula y la moraleja que tiene. Muy educativo. Muchas veces nos olvidamos de ver lo bueno de la gente y solo nos centramos en lo malo.
Mucha suerte.
Un saludo.
Esa es la verdad, Irene. Y lo peor de todo es que las redes sociales, en vez de sacar lo bueno, saca lo peor de todos nosotros, permitiendo la crítica más agresiva. Una lástima.
EliminarUn abrazo enorme.
Hola Bruno
ResponderEliminarUna fábula preciosa. Me ha encantado. Y ese final en el que todos comen lo que cocinan las perdices... muy bien pensado.
Enhorabuena y saludos
Muchas gracias, Paola. Estuve dudando un poco sobre ese final. La otra posibilidad era: "y comieron lo que quiera que se coma en Chamalán", o algo por el estilo, pero me pareció más ingenioso usar a las perdices, y no como base culinaria, je, je, je.
EliminarUn saludo.
Gracias, Bruno, por participar con este relato en EL TINTERO DE ORO. Un abrazo y suerte!!
ResponderEliminarUn placer como siempre, David. Un abrazo fuerte.
EliminarUn cuento precioso, Bruno, en un tono clásico que me ha encantado. Maravilloso ese pueblecito más allá del arcoíris. Muchas felicidades.
ResponderEliminarMuchas gracias, Marta. Y veo que has entendido bien cuál es la fuente de la que mana mi Chamalán, pues quería que fuera todo un homenaje a los "Cuentos de hadas" con los que nos criamos.
EliminarUn abrazo enorme.
Hola, Bruno! Me gustó mucho la fábula y la moraleja. Además, tiene el tono ideal para contarlo a los niños y un ritmo muy ameno.
ResponderEliminarUn abrazo
Me alegra un montón que hayas disfrutado con las aventuras y desventuras de los habitantes de Chamalán. He buscado seguir las pautas de los cuentos clásicos, y si te da esa impresión es que lo he conseguido.
EliminarUn abrazo bien fuerte.
Hola Bruno. Una historia con un montón de guiños simpáticos y su moraleja incluída. La voz de algunos animales es para partirse, a la vaca la has clavao!!! Todos esos animales con características humanas que bien podrían ser algún vecino/amigo/familiar nuestros. Conozco yo a uno que ronca ¡ufff!
ResponderEliminarNo van descaminados cuando nos comparan a los humanos con los descendientes de la mona Chita ¿ehh?, y sí, es muy de humanos el llegar y plantar la pica de Flandes en cualquier tierra en nombre de…el rey /gobierno de turno.
Un fuerte abrazo Bruno.
Muchas gracias por tu comentario, Tara. Como bien has visto, he intentado trasladar los vicios y virtudes que podemos encontrar en una pequeña comunidad cualquiera a mi aldea de fantasía, identificándolos con animales para su mejor comprensión. Y veo que has comprendido perfectamente que mi crítica no apunta únicamente a nuestros "conquistadores" del Nuevo Mundo, sino a todos aquellos que han llegado (y llegarán) con avidez a un territorio con el único fin de hacerse con sus riquezas, independientemente de su nacionalidad o periodo histórico. Por eso he dejado en suspenso el nombre del mandatario que guía a estos invasores.
EliminarUn fuerte abrzo, Tara.
Hola Bruno, muy bueno tu relato que destaca la importancia de tener en cuenta al otro y no prejuzgar, ni tener en cuenta sólo los errores, mas bien exaltar lo bueno y bien hecho y los errores escribirlos en panela de hielo como quien dice ;). ¡Éxitos y bendiciones!
ResponderEliminarMe alegro de que te haya gustado la moraleja del relato, Mery. Vivimos un momento en que todo es criticado, ayudado sin dudas por la distancia y el anonimato que permiten las redes sociales. Es más fácil que halagar lo bueno, y nos hemos vuelto realmente flojos en este sentido.
EliminarUn abrazo.
Muy buen relato como siempre Bruno. Ese país inventado que está detrás de donde muere el arcoíris es para premio.Yo ya te lo he dado. Un abrazo.
ResponderEliminarMuchas gracias por la confianza, Mamen. El mejor premio que puede recibir sin lugar a dudas.
EliminarUn abrazo enorme.
Precioso, Bruno, de esos relatos que tienen el ritmo pausado que a mí me encanta cuando se disfruta de una buena lectura. ¡Qué lograda la voz del narrador! Esa voz modulada del experto contador de historias que te deja embelesada y se interrumpe el tiempo porque ya no hay más tiempo que el de la aldea de Chamalán. Lo escuchas, sí; pero es tan expresivo que te lo hace ver, oír, oler... Y no quieres que se acabe porque es todo ternura, gracia y talento.
ResponderEliminarLa caracterización de los animales con nombre propio y defectos que les van como anillo al dedo, todos cobran vida y se levantan del texto, porque todos se mueven, viven y hablan en ese precioso valle rodeado de montañas. La manera de hablar, que lo he leído en voz alta y te partes de risa. ¿Qué te puedo decir, Bruno? Que me ha enamorado esta historia. Y creo que por encontrar una pepita de oro merece la pena leer y leer... Y yo, otra cosa no, pero lectora soy un rato.
Un cálido abrazo desde este gélido invierno.
¡Vaya, María! Me has dejado sin palabras, de verdad. Son pocas las certezas que tengo, pero una de ellas es que estos relatos son posibles gracias a lectores como vosotros. Y si me lo comparas con una pepita en el ancho río de la narración... ¿Qué más puedo pedir?
EliminarAnte todo y sobre todo me considero un cuentacuentos. Me gusta narrar historias y estos "desafíos" que los plantea el bueno de David me permiten explorar rincones en los que nunca antes me había metido, como este de la fábula. Me alegra un montón haberte llegado de esa manera.
Un abrazo enorme.
A la gente, y en este caso a los animales, se les admira por sus virtudes, pero se les quiere por sus defectos. Aun así, aunque tus textos son admirables y tienen tan pocos defectos como ninguno, desprenden ese no sé qué que hace que se "les quiera" leer una y otra vez.
ResponderEliminarMe pareció una historia muy redonda y aleccionadora. Además, se podrían sacar más moralejas que la que resaltas.
Me encantaron los nombres, pero no más que el juego de palabras utilizado en sus diálogos, (XD XD) Son muy muy ingeniosos e imaginativos.
Que el alcalde sea un cerdo... No sé si ahí has querido poner un doble sentido, pero le va que ni pintado.
Me gustó mucho, un relato en el que uno se sumerge y se deja llevar, se ríe, aterra y consuela durante toda la lectura.
Un abrazo!
Me alegra que te haya gustado mi pequeña fábula de la aldea de Chamalán, Pepe. Y si te parece tan redonda entonces las muchas vueltas y que le he dado ha merecido la pena.
EliminarComo muy bien dices, se le puede sacar más punta a este relato, pues esos invasores/conquistadores tienen muchas lecturas interesantes que tratar. Al final me quedé con la subtrama de Bernardo Oso y sus terribles ronquidos, pero no descarto retomar las desventuras de este grupo exploratorio de desconocido patrón.
El alcalde es un cerdo... ¿Coincidencia? Solo hablaré en presencia de mi abogado, je, je, je.
Un abrazo enorme.
Un abrazo enorme
Hola Bruno, nos has dejado cuartelillo, están todos los animales con dos, cuatro y ocho patas, pequeños y grandotes, con sus onomatopeyicas virtudes. Muy entretenido, me he visto alguno de dos patas por ahí de la mano de Chita. Un registro nuevo para tus buenas letras. Un abrazo
ResponderEliminar¡Hola Emerencia! Me alegra que te haya parecido tan entretenido. ¡Y cuidado con los bípedos que se parecen a Chita! No son de fiar. Je, je, je.
EliminarUn abrazo.
Menudo elenco de personajes que aparecen por tu cuento, medio reino animal desfila por él, y hasta esos seres que caminan sobre dos patas aparecen creyéndose como siempre que cualquier suelo que pisan es suyo y de nadie más, como si un territorio fuese algo de lo que uno pueda apropiarse por la cara. En eso no hemos evolucionado nada. Bien por la moraleja final, todos tenemos alguna virtud que aporte al resto de individuos con los que nos relacionamos o a la comunidad. Una fábula amena y bien contada, a la que auguro una buena posición en la clasificación final. Un abrazo, Bruno.
ResponderEliminarMuchas gracias por los ánimos, Jorge. Como bien dices, esos bípedos tan parecidos a Chita Chimpancé van siempre por el mundo creyéndose los dueños de todo. Pecan (pecamos) de falta de humildad y eso, a la larga, pasa factura.
EliminarUn abrazo enorme.
Una fábula fantástica, en más de un sentido, con un argumento ingenioso, bien estructurado y mejor narrado, notable descripción de escenarios, variopinto y numeroso reparto de personajes y ocurrentes diálogos. En resumen, un gran relato didáctico-humorístico que responde con creces a las expectativas. Suerte en El Tintero. Un abrazo, Bruno.
ResponderEliminarMuchas gracias por los ánimos, Paco. Le he dado muchas vueltas al relato para alcanzar este resultado y me alegra un montón que te haya parecido tan completo. El mejor premio que puedo desear.
EliminarUn abrazo enorme.
!Hola Bruno!
ResponderEliminarMe he gozado tu relato, picarón, entretenido y jocoso, creativo, con diferente punto de vista y unas muy buenas moralejas de fondo, además de la que dejas resaltada.
Siempre me he preguntado que pensarían o dirían los animales, árboles y toda la vida mineral, de nosotros los humanos si hablaran nuestro idioma. Me has dado una muy buena pista, a pesar de sus diferencias y quejas, de seguro que estarían mejor sin nosotros, ja, ja.
Grata semana.
Harolina, me alegra un montón que hayas disfrutado tanto con las aventuras y desventuras de nuestros amigos de Chamalán. Es cierto que tiene muchas más moralejas que aquella con la que cierro el relato pero... ¡Es que me pasaba de las 900 palabras! Je, je, je.
EliminarYo creo, como tú, que el planeta, si pudiera, nos expulsaría de una patada en el culo, por soberbios y destructivos.
Un abrazo enorme.
Muy bueno, Bruno! Ágil, sencillo y a la vez excelente lenguaje, se lee de un tirón sin querer dejarlo por un instante. Si tuviera un nieto a mano ya se lo estaría leyendo. Encantador de todas las maneras posibles. Y muy positivo. Un detalle extra, de los que me gustan a mí: el lugar donde queda Chamalán. Más allá del arcoíris.
ResponderEliminarPrecioso. Me saco el sombrero
Muchas gracias por tan bellas palabras, Juana. Intento ofrecer en cada reto lo mejor de mí y por eso le doy tantas vueltas a mis propuestas, por lo que me siento muy contento de que pienses así de mi fábula en Chamalán, aunque no tengas un nieto a mano para leérsela.
EliminarMuchas gracias, de verdad. Un abrazo enorme.
¡Si señor! bonita moraleja.
ResponderEliminarHay saber aceptar al prójimo con sus defectos, pero intentando corregirlos, pues hay defectos que pueden devenir en vicios si no se corrigen. Y el respeto como lema a tener en cuenta.
Un abrazo.
Llevas toda la razón, Francisco. Todos tenemos defectos, y si la "obligación" de los demás es aceptarlos, la nuestra es corregirlos en la medida que nos sea posible.
EliminarUn abrazo enorme, compañero. Gracias por pasarte por aquí.
He dividido en dos tu relato, Bruno, y la verdad no sé cuál me gusta más. Primero (y como ya se ha dicho) tiene un halo de cuento infantil que me atrapó trasladándome a mi tierna infancia, con todos los animalitos hablando o quejándose de sus problemas... la parte del diálogo, la forma en que está caracterizado entre Jaimita, Lola y las ovejas me ha hecho reír. Me ha despertado antipatía la tacañería de Doña Luisa. En fin, que cada uno de los personajes me ha hecho surgir diferentes sentimientos, y por eso me ha encantado.
ResponderEliminarLa segunda parte ─no menos importante─ el mensaje de fondo ante la no aceptación del otro. Hay que mirar menos los «defectos» y más las virtudes. Esta parte viéndola con una óptica adulta me ha encantado también.
Que pases un bonito fin de semana.
Pues solo puedo decirte que estoy doblemente contento, Carla. Y llevas toda la razón en hacer esa doble lectura del relato pues quería enviar un mensaje "adulto", muy necesario en esta sociedad tan cerrada y criticona en la que vivimos, a través de los cuentos de nuestra infancia.
EliminarUn abrazo enorme y buen fin de semana.
Hola Bruno
ResponderEliminarImpresionante, estupenda la fábula, y más aún la moraleja. Si nos ponemos a pensar, cuántas veces quizás el prejuicio nos privó de conocer a una persona que nos podría haber aportado mucho a nuestras vidas. Te deseo mucha suerte en este reto!
Abrazo
Pues sí, Yessy, es más fácil criticar lo desconocido que hacer un esfuerzo para superar nuestros prejuicios. Uno de nuestros mayores pecados es la pereza, sin lugar a dudas.
EliminarUn abrazo enorme.
Hola Bruno! Las ovejas mis favoritas jajaja buen retrato. Los humanos «con corazones acorazados» muy valiente antes los considerados inferiores y muy cobardes ante lo desconocido... Un abrazo🐾
ResponderEliminarJe, je, je. Me alegra que hayas disfrutado con mis ovejas, Rosa. He disfrutado un montón pensando en la forma en que debería mostrar a mis protagonistas, y si no ves grieta alguna en ellos pues... ¡Estoy más que contento!
EliminarUn abrazo enorme.
Me ha parecido un relato genial, Bruno, con moraleja incluida. Todo de diez, el estilo de escritura, el narrador, la caracterización de los personajes... Ya entrando en tema chistes, si gana el tuyo a ver como pongo voz de vaca, jajaja. Estoy de coña, jajajaja. Que tengas muchísima suerte en el concurso. ¡Un fuerte abrazo! ; )
ResponderEliminarPues no había pensado en ello, Ramón, y me encantaría poder disfrutar de tus habilidades mujísticas. Pero bueno, la responsabilidad de que tengas que poner voz de vaca recae en los compañeros. Je, je, je.
EliminarUn abrazo enorme.
Hola, Bruno: Bonito relato, con una moraleja que mueve al respeto y la tolerancia, tan escasos en estos tiempos. Excelente factura literaria.
ResponderEliminarMuchas gracias Beba. Tolerancia y respeto, dos preciosas palabras que representan perfectamente a esta pequeña fábula.
EliminarUn abrazo.
Hay una historia sobre un niño que atemorizó a las tropas francesas tocando un tambor en Montserrat. Al retumbar, pensaron que un enorme ejército se les echaba encima y salieron huyendo... Muy original!
ResponderEliminarUn abrazo
¡Vaya David! Pues la verdad es que no conocía la historia del pequeño tamborilero (quién sabe, a lo mejor la oí hace mucho tiempo y se me quedó grabada en el subconsciente), pero te aseguro que voy a investigarla. Es de lo más sugerente para un relato.
EliminarUn abrazo enorme, compañero.
Me encanta la voz que has elegido para narrar este fantástico cuento, en todos los sentidos. A veces los defectos se convierten en virtud, como esos tremendos ronquidos del oso que ahuyentan a los bípedos invasores y concilian de nuevo a una comunidad bien avenida, con sus vicios y virtudes. Resulta un relato divertido y aleccionador. Cómo te dice Ramón, será divertido, si resultas ganador, escuchar las voces de los animales en el podcast. Como siempre un placer leerte. Saludos y suerte en el Tintero.
ResponderEliminarMuchas gracias José. Me alegra haber conseguido darle el tono deseado a esta fábula de evidentes tintes clásicos. Me encantaría escuchar a Ramón roncando como el oso Bernardo pero eso no depende de mí, je, je, je.
EliminarUn abrazo enorme.
Salvados por los ronquidos jajajajaja. Pobre Bernardo que lo querían echar por ruidoso y acabó salvándolos de la invasión. Mucha suerte en el Tintero. Un saludo.
ResponderEliminarJe, je, je. No sabe el bueno de Bernardo lo cerca que estuvo del destierro.
EliminarUn abrazo enorme, Beitavg.
Precioso cuento, Bruno. De esos que apetece contar a los niños. Y ese final tan distinto del tradicional... ¡Me encantó! Un saludo y suerte.
ResponderEliminarMe alegra un montón que te haya gustado mi pequeña fábula, Carmen. Como a todos mis relatos le he intentado dar mi toque personal y si te ha gustado el resultado pues... ¡Mejor que mejor!
EliminarUn abrazo enorme.
Felicidades Bruno, por tu puesto en la convocatoria de la Granja. Buen trabajo colega. Hasta pronto y un fuerte abrazo.
ResponderEliminar¡Vaya Tara! No había visto que ya se había celebrado la gala.
EliminarMe llevo con gusto este cuarto puesto. ¡Por un punto se ha llevado Jorge el bronce! Maldito... Je, je, je.
Un abrazo y hasta la próxima.
Ja! Yo de tí mandaba a Jorge a... Chamalán :))
EliminarMe lo voy a pensar... :)
EliminarFelicidades Bruno por tu cuarto puesto en el Tintero. Por un poco no ha sido tercero, la verdad que me da rabia que por un punto nada más se diriman estas cosas, pero así es la competición. Me voy corriendo para Chamalán que parece un lugar muy agradable jeje. Un abrazo!
ResponderEliminarHola Jorge. Enhorabuena a ti por ese tercer puesto tan merecido, aunque reconozco que a veces me he sorprendido maldiciendo ese dichoso punto, je, je, je.
EliminarEn serio. Muchas felicidades por tu relato y espero que volvamos a "enfrentarnos" en el siguiente reto.
Un abrazo enorme, compañero.