Zenda convoca un nuevo concurso de relatos.
La única condición es que aparezca la palabra «amanecer».
Ésta es mi propuesta.
La única condición es que aparezca la palabra «amanecer».
Ésta es mi propuesta.
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–Tresco no existe. ¿Verdad?
–¿Estás fumao o qué te pasa?
Era amigo de Martín desde
el primer año de instituto. La nuestra era la típica relación de amistad entre
adolescentes, con sus confidencias y ocasionales peleas, entrando el uno en
casa del otro como si fuera la propia. Compartíamos la hora de la merienda, los
juegos de cartas con la familia las tardes de los domingos y las vacaciones en
la playa. Y aún así, a pesar de esta inquebrantable complicidad, siempre planeó
sobre nosotros la oscura sombra de Tresco.
Además de Eva, un par de
años menor, Martín tenía un hermano gemelo de nombre Tresco al que conocía
principalmente por fotografías y conversaciones familiares, pues fueron pocas
las veces que lo traté a pesar de visitar asiduamente la casa durante más de
diez años. El muchacho no iba al Alberto Durero, nuestro instituto, por razones
que nunca me explicaron de manera satisfactoria y, lo que era más extraño, jamás
estuve con los dos hermanos en la misma habitación. En las raras ocasiones que
coincidía con Tresco, mi amigo Martín siempre se hallaba ausente, y la
conversación con el muchacho no despejaba ninguna de las incógnitas que se me
planteaban pues era tan hermético como los miembros de una sociedad secreta. Ni
siquiera en las vacaciones de verano que compartí con la familia traté a los
dos gemelos a la vez. Siempre ocurría algo que requería la presencia de uno de
ellos en otro lugar, y cuando preguntaba por su ausencia al resto de la familia
notaba como éstos me hacían el vacío, normalizándose de nuevo la relación
cuando septiembre volvía a imponer la férrea disciplina del día a día en
nuestras vidas.
Fue tal mi obsesión por
Tresco que llegué a salir con Eva con el firme propósito de sonsacarle la
verdad, pero la chica me caló rápidamente y cortó la relación, quedando como
poco menos que conocidos. Y el tiempo pasó y las fotografías se sucedieron en
los marcos, espejos del natural transcurso de la vida familiar. En los últimos
años Tresco lucía en las imágenes una barba bien cerrada, y en su habitación,
en la que me colaba a la mínima oportunidad, los pósteres, libros, cedés y
ropas iban adecuándose a la moda del momento.
Así hubiera continuado mi
vida si un día –de esto hace ya casi un año–, no hubiera visto al Tresco de las
fotografías andando tranquilamente por la calle, la barba tupida, un chaquetón
oscuro que a veces había vestido Martín y el brazo rodeando los hombros de Eva.
Los llamé por sus nombres una, dos y hasta tres veces, más alto en cada
ocasión, hasta que conseguí que volvieran la cabeza, viendo en sus ojos, en
explosiva sucesión, desconcierto, reconocimiento y miedo, tras lo que apretaron
el paso sin devolverme el saludo. Obcecado, eché a andar tras ellos, y la
persecución me llevó hasta la casa que también fue la mía; hasta los ojos
temerosos de Eva que parapetada tras la puerta me avisaba de la ausencia de
Martín. Pero yo no estaba allí por mi amigo y entré en la vivienda tras apartar
el tembloroso cuerpo de la chica, contando con cada pisada los peldaños que me
separaban de la resolución del misterio.
* * *
–¿Qué haces aquí?
–Eso debería preguntarte yo
a ti, ¿no? Al fin y al cabo ésta es mi casa.
Encontré a Martín en la
habitación de Tresco, sentado ante un espejo de sobremesa con el que se ayudaba
a quitar la barba con la que había falseado su identidad. Fue entonces cuando
le dije aquello de «Tresco no existe, ¿verdad?», a lo que él me contestó
con tanta desvergüenza que le hubiera arrancado la verdad a hostias si Eva no
me hubiera frenado con sus súplicas, pidiéndome que abandonara la casa.
–Decidme a qué viene esta
farsa y me voy.
–Yo te lo contaré –dijo la
madre de los chicos desde el umbral, pillándonos a los tres por sorpresa. Y así
hizo, para mí desgracia y perdición, hablándome del apacible Tresco antes de la
llegada de Eva y de cómo su carácter se volvió inestable y peligroso a causa de
los celos que lo devoraban, sufriendo la pequeña doce años de vejaciones que
terminaron rodando escaleras abajo poco antes de que comenzáramos el primer año
de instituto. Un accidente, por supuesto, y el daño ya estaba hecho, así que la
familia selló un pacto de silencio para evitar un dolor mayor, adoptando Martín
la identidad del gemelo desaparecido ante familiares y amigos cuando su
presencia era necesaria.
–¿Y ahora qué pasará, mamá?
–Nada, Eva. Seguro que
conseguiremos que Dani nos guarde el secreto.
»Al fin y al cabo,
también es parte de la familia.
* * *
Llega de nuevo el amanecer a la
habitación de Tresco, la que es mi prisión desde hace casi un año. Interpreto desde
entonces para el mundo el papel del gemelo con la esperanza de que algún día la
familia se apiade de mí y permitan que recupere la libertad.
Lo que yo nunca llegaré a
saber es que para los míos estoy muerto. Tras secuestrarme, vistieron con mis
ropas el cuerpo de Tresco, que conservaban oculto en un congelador industrial
en un trastero de alquiler, calcinándolo junto con mi coche en lo que los
peritos policiales definieron como un lamentable accidente. Así que mi vida
está ligada a la de Tresco, y durará el tiempo que sea necesario mantener la
farsa.
Mañana hay reunión familiar
y Tresco volverá a aparecer junto a su hermano Martín. Me llevarán
convenientemente drogado, como las otras veces, para que no pueda divulgar el
terrible secreto, excusándome nada más empezar la velada con el pretexto de
algún problema médico. Y así será una y otra vez.
Oigo pasos al otro lado de
la puerta; Martín me trae el desayuno. Tostadas con mantequilla y un café con
leche. Buenos días, hermano.
B.A., 2.016
Suerte en el concurso, un saludo
ResponderEliminarMuchas gracias por el apoyo. Un abrazo.
EliminarUn relato envolvente e inquietante, has conseguido una atmósfera rodeada de misterio.
ResponderEliminarUn saludo y suerte.
Me alegra que te haya gustado, Francisco. Y muchas gracias por tus palabras de apoyo.
EliminarUn saludo.
Un relato que consigue transmitir desasosiego y muchas preguntas. Muy bien llevado, suerte en el concurso.
ResponderEliminarGracias por tus ánimos; son muy necesarios con tan buenos rivales.
EliminarUn saludo.
Uff que tensión consigues crear en el relato, amigo Bruno. Se lee del tirón, queriendo saber más acerca del misterio que envuelve al misterioso Tresco (curioso nombre por cierto), y nos vas desvelando sorpresa tras sorpresa en una sucesión de hechos en cascada muy bien encadenados. Además, resuelves bien las incógnitas que vas abriendo, pues el lector se pregunta por qué Dani no revela al mundo su verdadera identidad, lo que se justifica porque aparece en público drogado, o el por qué de que no se reconociera el cuerpo en el accidente, lo que se justifica porque queda calcinado. Incluso, aunque no se dice de forma explícita, el hecho de que los familiares no se den cuenta del cambiazo supongo tiene que ver con el uso de la barba y que Tresco no aparece mucho en público, además de que debería existir un cierto parecido entre Dani y los gemelos. Algún día alguien sospechará, pero esa ya es otra historia. En definitiva me ha gustado mucho como has creado la tensión narrativa, el relato me atrapó desde el principio. Mucha suerte en el concurso.
ResponderEliminarGracias Jorge por tus palabras. Me alegra haber creado la suficiente tensión como para que te hayas tenido que leer del tirón mi relato. Como bien apuntas, he resuelto algunas incógnitas guardando otras, como la singularidad del nombre Tresco, en la oscuridad de mi mente, dejando que el lector saque sus propias conclusiones.
EliminarYa en el anterior concurso de Zenda, donde me presenté con "Tierra de gigantes", no tuve suerte. A ver si esta vez consigo alzarme con uno de los premios.
Gracias y un fuerte abrazo.
Que original relato de misterio amigo Bruno. Estoy totalmente de acuerdo con Jorge en cuanto a la tensión creada, al ritmo y lo bien que nos has enganchado. Creo recordar que ya has usado alguna vez ese recurso de contar la historia en primera persona desde el punto de vista de la víctima y, la verdad es que te sale fenomenal. Yo creo que ese comportamiento celoso y obsesivo del Tresco original no debía de ser tan raro, sino más bien algo genético… porque hay algo en esa familia. Un toque psicótico… porque, vamos, con lo fácil que hubiera sido dejar que la cosa hubiera salido a la luz al principio como un simple accidente doméstico, lo complican todo con un enfermizo encubrimiento, sustitución de identidad, secuestro y vete a saber cuántas cosas más… porque lo de conservar el cuerpo… ¿es que acaso ya habían pensado en darle una utilidad cuando ocurrió el accidente? Lo que te digo, ni Norman Bates, desde luego. Y encima no se salva ni la dulce Eva. La familia Monster, vamos. Pobre chaval, la que le ha caído. Ahora que, esa situación es inestable por narices, así que no descarto que ya se te haya ocurrido una posible continuación para el relato.
ResponderEliminarEspero que tengas suerte compañero. A mí, personalmente me ha parecido una forma muy original y técnicamente impecable de resolver la propuesta.
Un abrazo y a por ellos
Coincido totalmente contigo, compañero Isidoro; la familia de Martín tiene que tener en su código genético algo de Jack el Destripador o de Vlad Tepes el Empalador, porque la forma de resolver el accidente de Tresco no es muy lógica. Aunque... ¿Qué podríamos llegar a hacer por miedo a la Justicia y la cárcel? Mira por ejemplo la película Very bad things, en la que (¡atención spoiler!) la muerte accidental de una chica a manos de uno de los protagonistas, y el intento de ocultarlo, genera una espiral de desconfianza y violencia que acaba con la vida de casi toda la pandilla de amigos (fin del spoiler).
EliminarEs cierto que he usado en más de un relato la primera persona cuando quiero acercar al lector al protagonista. Me viene a la memoria "En manos del destino", donde cuento el dramático suicidio de una anciana duquesa con el único propósito de ayudar a escapar a Carlos y Julia, dos muchachos en los que encontró el amor y la felicidad que la vida le había negado. Me gusta intercalar en ocasiones el uso de la primera y de la tercera persona, y si crees que se me da bien habrá que seguir trabajándolo ¿No te parece?
En fin. Espero que tenga algo más de suerte en el concurso que la vez anterior aunque, para ser sincero, tampoco es que me quite mucho el sueño, pues a fin y al cabo no es más que una excusa para darle vueltas al coco y escribir un pequeño relato.
Gracias como siempre por tus comentarios, amigo.
Un abrazo
Recuerdo ese relato, "En manos del destino". Me pareció buenísimo, en serio. Y no me refería sólo a las narraciones en primera persona, sino a cuando, además, el que narra es la propia víctima, como en "Leyenda urbana" y otros. No es un recurso fácil de utilizar, puedes caer en alguna contradicción fácilmente, y a ti, repito, se te da muy bien
EliminarOtro abrazo
Gracias Isidoro. Seguiré cultivando ese recurso.
EliminarUn abrazo, amigo.