De igual manera
Resignado, el pistolero bajó aquel pedazo
de metal ahora inofensivo, y fijó la mirada en los ojos grises de su rival que
le apuntaban, ¡maldita ironía!, con otra Beretta, el aire mortífero
intensificado por la cicatriz que le cruzaba la mejilla derecha.
–No es nada personal… –dijo el hombre
tras la pistola.
–…son sólo negocios –completó el
pistolero–. Conozco la cita, señor Leal. Y la comparto, por supuesto. Al fin y
al cabo, somos profesionales. Aunque reconozco… –una última mirada a
»Acabemos, señor Leal. Sin reproches.
* * *
Con mano firme, el agente en suelo extranjero Diego
Leal siguió la trayectoria de la oronda figura que bajaba la escalinata de la
catedral a la máxima velocidad que le permitía su exceso de peso, ignorando la
amenaza implícita del cañón humeante. Sólo cuando reconoció al padre Ignacio,
el agente relajó la presión sobre el gatillo, y bajó respetuoso la cabeza ante
el silencioso rezo del cura por el alma condenada del pistolero, preguntándose
si el día que su cuerpo cayera desmadejado sobre el asfalto de una ciudad
extraña alguien se tomaría la molestia de hacer lo mismo por él.
De vuelta a la realidad del momento,
hostigado por la urgencia de la huida, tras un incómodo
carraspeó Diego Leal pronunció la clave acordada para su extracción.
–¿Padre Ignacio? Me acojo a sagrado.
–¿Qué sabrán ustedes de lo que es
sagrado? –y con su mano dibujó un arco que abarcaba al pistolero muerto, al
propio Diego y a tantos otros que se mataban entre sí por una bandera, una
nación o por un puñado de monedas–. No me diga nada. Por supuesto que Dios
Nuestro Señor le acogerá siempre que se lo pida.
»Pero eso se queda fuera –concluyó con
autoridad, el dedo dirigido a la pistola que el agente acomodaba en ese momento
en la funda sobaquera con una ternura que rozaba el fetichismo.
Enojado por la actitud irreflexiva del
párroco, Diego arrojó las pistolas gemelas por la alcantarilla más alejada del
cuerpo. Era posible que la policía las encontrara si se molestaba en hacer una
investigación profunda de la escena del crimen, pero sabía que
Saludos, hoy me apetecía leerte en el género policíaco, y aunque breve este texto, me deja con ganas de leer el siguiente en la próxima visita. Es cierto que en este primer envite Diego ha tenido la suerte a su favor, en base a ese "gatillazo" del rival, pero de haber pasado lo contrario no habría mucha serie que leer jeje.
ResponderEliminarBien narrado el texto, con esa irónica comparación con poner unos cuernos (¿quizás a Diego Leal le pasó? quien sabe) jeje. ¡Un saludo!
Gracias por comentar este relato tan lejano en el tiempo, compañero. He acompañado al agente Leal en tres ocasiones (al día de hoy), y espero que la pistola no le falle nunca o que no lo haga de forma muy dramática, pues le tengo especial cariño al personaje. Quién sabe, a lo mejor en un futuro conocemos algún desamor que le desvele la noche en la fría habitación de un hotel, pero eso, como dirían los viejos narradores, será otra historia.
EliminarUn abrazo.
El desenlace deja una sensación de resignación y la pregunta de si alguien honraría la memoria del protagonista en caso de su propia muerte. El relato me mostró la crudeza y complejidad del mundo de los profesionales del crimen. Bien narrado
ResponderEliminarHola, José. Me alegra que te guste la primera aventura de Diego Leal. He intentado que tenga tonalidades grises, apoyándome en el padre Ignacio para darle fuerza a esa intención.
EliminarUn abrazo enorme!
Hola Bruno, muy bueno, aunque escrito hace años, no pasa de moda y muy apropiado para este reto. Me han gustado muchos las comparaciones que utilizas, acercan el texto a la poesía policial (me acabo de inventar este género, jeje, no me hagas mucho caso).
ResponderEliminarGracias por recordar tu texto.
Un abrazo. :)
Hola, Merche. A Diego Leal lo tengo desde hace tiempo, como bien ves, un sincero homenaje a la obra de Fleming. Este reto era idóneo para sacarlo del cajón.
EliminarUn abrazo enorme.
Va a ser muy difícil volver a confiar si llegamos a la conclusión de que con Beretta o sin ella somos todos espías. Quizás eso sea el futuro temible del mundo. Gracias y un gran abrazo
ResponderEliminarHola, Juana. Desde luego ahora se puede ser más espía con un teléfono móvil que con una pistola. ¿Verdad?
EliminarMuchas gracias por pasarte y comentar. Un fuerte abrazo.
Estupendo, Bruno. Una escena muy visual que da un giro con la aparición del sacerdote. Me ha gustado mucho el aire de fatalismo y resignación que desprende. Un relato genial.
ResponderEliminarHola, Marta. Siempre me han gustado los relatos agridulces y quise darle un aire trágico a mi homenaje a la obra de Fleming. Me alegre que te haya gustado. Un abrazo.
EliminarHola Bruno veo que tu personaje ya tiene algunas otras aventuras más. Un muy buen relato, cargado de tensión y reflexiones sobre el mundo de los espías. Muy buena narración e interesantes personajes, me ha gustado. Un acierto la comparación que haces al inicio de la beretta atascada.
ResponderEliminarHola, Ana. Pues sí, cada cierto tiempo vuelvo a mi agente Diego Leal para darle una nueva aventura. No sé cómo terminará su vida (aún) pero espero que mantenga la tensión y la calidad a lo largo de la serie.
EliminarUn abrazo enorme.
Una historia de espías en toda regla, con el añadido de pistolas gemelas y tres personajes muy peculiares. Buen trabajo!
ResponderEliminarY gracias por armar toda esta estupenda propuesta de espías y espiados... y hacernos jugar a lo Bond. ;)
Me alegra que te haya gustado, Voladera. No soy experto pero espero que mis propuestas del género de espías sean al menos interesante.
EliminarEspero que la gala de premios también te guste. Gracias a todos vosotros por aceptar el reto. Un abrazo!!
bueno , lo de profesionales en plural, tengo dudas. Vale por Leal, pero el otro solo es un profesional d3 la muerte, sobre todo ahora.
ResponderEliminarsin duda en algún momento no lejano, utilizó la beretta de martillo, como el marido utilizo la esposa de asistenta.
Aquí y ahora, llegados a este punto, lo problemático es que el muerto va a tener que devolver el dinero a cuenta que le dio su contratante.
Buen relato con buen tempo y final sorprendente, metiendo a los curas de por medio.
abrazo, Bruno
Hoy es el día más largo , ¿ a que hora se hace de noche por ahi?😝
Hola, Gabiliante. Pues parece que la falta, aunque sea puntual, de profesionalidad se paga cara. Espero que mi agente tenga siempre presente esta aventura y no descuide nunca su arma pues me gustaría seguir escribiendo sobre él, je, je, je.
EliminarRespecto al día más largo del año sólo decirte que anocheció bien tarde y eso nos dio más horas de calor en la fiesta de fin de curso de mi hijo, je, je, je.
Un abrazo enorme. Gracias por leerme.
Hola Bruno, una historia, de honor y espías y lo sagrado. Te ha quedado muy bien. Un abrazo.
ResponderEliminarGracias, Ainhoa. La historia es de hace unos años pero creo que ha aguantado bien el tiempo.
EliminarUn abrazo enorme.
Hola Bruno. Excelente relato, que veo que es antiguo y se me había pasado. Destaco varias cosas en él. En primer lugar la psicología y personalidad de los personajes, resignados a la existencia que llevan y sabiendo que cada misión puede ser la última, de hecho cualquiera de los dos pudo haber muerto y solo la suerte decidió que Leal siguiera viviendo; ello los dota de cierto cinismo que reflejas a la perfección en los diálogos, por cierto excelentemente tratados y a través de los cuales podemos hacernos una idea de los personajes. Por otro lado está el tono duro con el que está narrado, sobrio y directo, con varios símiles y metáforas que son de nota. El personaje del padre Ignacio parece haberse resignado a su papel de encubridor en medio de tanta muerte y lucha de poder, pero a buen seguro algo sacará de todo ello. Parece sin embargo que Leal lo respeta, pues no duda en deshacerse de su adorada beretta (que buena imagen la que nos evocas con esa ternura que roza el fetichismo aplicada a una pistola) ante el requerimiento del cura. Le auguro muchas a venturas a Diego Leal, al menos mientras la suerte y su buen hacer lo sigan acompañando. Felicidades. Un abrazo.
ResponderEliminarHola, Jorge. Pues sí, Diego Leal "nació" hace ya varios años como sincero homenaje a la obra de Fleming. Es un personaje duro, cínico pero con puntos débiles que espero ir profundizando a lo largo de su ¿larga? carrera. Siempre me resultó interesante la expresión "acogerse a sagrado" y quise convertirla en clave al más puro estilo Bond, que tan aficionado era a diálogos de reconocimiento como "¿Tiene cerillas?" "Uso encendedor" "Mejor" "Hasta que se estropea". Je, je, je. Entonces se me ocurrió la figura del padre, que si bien acepta ayudar a Diego, éste deberá aceptar sus reglas, obligando al agente a deshacerse de su querida pistola.
EliminarMuchas gracias por pasarte, Jorge. Un abrazo enorme.
Hola, Bruno. Una historia en la que captas perfectamente la frialdad del mundo en el que se mueven los espias. Me ha encantado eso, la atmosfera. Los dialogos tambien denotan la profesionalidad de los protagonistas y el final es redondo. Buen fin de semana y un abrazo.
ResponderEliminarMuchas gracias, Pedro. Espero que esta saga de relatos sea un buen homenaje a la obra de Fleming, que tan buenos momentos me ha dado.
EliminarUn abrazo enorme y buen fin de semana.
Hola, Bruno, coincido con Pedro, la atmósfera es letal, dura, cruda, donde la soledad atenaza a un protagonista que más bien no convendría tenerlo cerca con esa beretta bien cargada. Hace tiempo que lo escribiste, pero vino ni que pintado al reto.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo, compañero, y u buen veranito!
Hola, Pepe. Me alegra haber dado cvon el ambiente adecuado, oscuro y sórdido como el alma de estos profesionales. La de Diego Leal es una saga que me gusta revisitar y está era la ocasión adecuada.
EliminarUn abrazo enorme y buen verano.