Nota: Reseña
del libro Crónicas marcianas de Ray
Radbury para el blog El Tintero de Oro.
Es la primera reseña que hago así que a
ver cómo sale.
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Mi primer contacto con
el libro Crónicas marcianas lo tuve
cursando la EGB, allá por el año 92. Una de las lecturas obligatorias en la
asignatura de Literatura –¿Lengua, tal vez?–, era un pequeño recopilatorio
llamado Antología del cuento literario,
calzada adoquinada con una escogida selección de textos que facilitaba el viaje
a través de la historia del cuento literario de los siglos XIX y XX;
veinticinco autores para veinticinco títulos con el loable fin de devolver al
menospreciado cuento al lugar que le correspondía entre los grandes géneros de
la literatura. Y allí, entre Galdós y Borges, arropado por Poe, Wilde y
Cortázar, se encontraba Los largos años,
uno de los últimos capítulos de estas Crónicas
marcianas de Bradbury.
Mi
interés por la ciencia ficción venía de lejos. Julio Verne siempre inspiró mis
proyectos nunca concluidos y con la obra cinematográfica de George Lucas,
apoyada por la lectura de los tebeos del héroe galáctico español Diego Valor
–gracias papá–, descubrí el género que se conoce como space opera. Pero Bradbury nada tenía que ver con la prosa fría y
científica de Verne, ni con las asombrosas aventuras hechas de espectaculares
batallas espaciales, rayos láser y, por supuesto, carismáticos héroes y villanos.
No. Bradbury se centraba en la pequeñita figura del hombre, haciéndose eco de
las contadas virtudes y los muchos defectos que tan característicos son de la
raza humana.
Los largos años hablaba de una casa de piedra
levantada sobre una colina de Marte, de una ciudad terrícola abandonada y a
punto del desplome, y de un pueblo marciano de cincuenta siglos por el que no
pasaba el tiempo. Y de una guerra, la Gran Guerra, que en la Tierra duraba ya
veinte años. Qué había ocurrido en Marte antes de los hechos narrados en
aquellas pocas páginas era todo un misterio para el lector; tampoco importaba
cuál sería el destino del planeta rojo, pues ni pasado ni futuro tenía especial
relevancia para la tragedia protagonizada por el señor Hathaway y su silenciosa
familia, tratando el autor la historia mil veces contada de sueños rotos,
espera y culpa.
Crónicas marcianas es uno de esos libros cuya lectura
queda en suspenso sin razón alguna –me ocurrió con el Quijote y me sigue
pasando con Cien años de soledad–, y
aunque la historia del señor Hathaway siempre permaneció en mi recuerdo,
tuvieron que pasar muchos años hasta que el libro cayó en mis manos en formado
bolsillo, afianzando su lectura la peregrina idea que ya me asaltara con Los largos años; para Bradbury, el escenario
marciano es poco más que una anécdota pues, aunque estas crónicas tratan de la
colonización terrícola del planeta rojo y de sus nefastas consecuencias, el fin
último del autor no es otro que elaborar un compendio de lo que ha supuesto la
odisea humana para nuestra Historia. Y así, a través de veinticinco capítulos
que pueden ser abordados de manera independiente pues son en sí mismos relatos
completos, Bradbury nos invita a ser testigos del miedo de los nativos hacia
los colonizadores, a los que se enfrentan en la medida de sus posibilidades; de
la extinción de toda una raza a causa de las enfermedades exportadas, como ya
ocurriera con la viruela, el sarampión y la gripe durante la conquista de
América y sigue ocurriendo en las tribus aisladas del Amazonas; del odio
racista y del poder que pueden alcanzar las minorías cuando hacen suya la
máxima «La unión hace la fuerza»; del desprecio del colonizador hacia las
culturas heredadas y que es incapaz de asimilar a causa de su cortedad de
mente, desidia o simple y pura ambición, y de la lucha de unos pocos por
defenderlas, hasta las últimas consecuencias.
En
Crónicas marcianas también hay un
rincón para el extremismo ideológico. En el futuro imaginado por Bradbury, los
integrantes de Climas Morales, por miedo al pensamiento creativo, modelarán el
arte y la literatura a su antojo hasta transformarlo en un producto sin vida ni
sabor, inofensivo, destruyendo cualquier tipo de manifestación. Contra este
radicalismo se sublevará el señor Stendahl, que con ayuda de Pike –maestro del
disfraz muy superior a Lon Chaney, el apodado «Hombre de las mil caras»–,
levantará en suelo marciano la Casa Usher, habitándola con toda suerte de
fantásticos y monstruosos personajes que harán pagar a los representantes de
Climas Morales en el planeta por lo que su extremismo le hizo a la memoria de
Poe y de tantos otros autores responsables todos ellos de nuestro legado
creativo.
El
hombre llegará a Marte como lo ha hecho toda su vida, langosta implacable que
destroza cuanto extraño encuentra a su paso hasta darle una forma familiar;
contaminando con su cultura plástica, perecedera e insustancial la esencia
marciana hecha de columnas de cristal, plata labrada y abejas zumbantes. Y
cuando ya no queda más que disfrutar del paraíso que no se han ganado, la Gran
Guerra estallará en la Tierra, y los colonos –cinco años son pocos para hacer
olvidar las raíces–, marcharán en tromba dejando tras de sí un mundo yermo.
Solo unos pocos quedarán en el planeta rojo, ocultos a los ojos del planeta madre.
La
nueva raza marciana se esforzará por olvidar el modo erróneo de vivir de la
vieja Tierra hecho de leyes insensatas, prejuicios, guerras y máquinas
innecesarias, pues solo así podrá disfrutar de un picnic de un millón de años.
B.A.: 2020
Muy buena reseña, Bruno. Yo nunca he sido una gran lectora de ciencia ficción pero me ha encantado descubrir estos relatos. Hay mucha poesía y mucho desencanto en ellos y esa doble lectura que tienen todos más allá de la aventura que cuentan es muy interesante. Muy buen estreno en las reseñas 😉
ResponderEliminarEse es el encanto de los retos que nos propone David, que nos descubre mundos en los que no nos hubiéramos atrevido a entrar.
EliminarUn abrazo.
Me ha encantado leer esta reseña, Bruno. Por la parte personal que aportas cuando aquel profesor, gran profesor, te puso en contacto con la Literatura con mayúsculas. Y luego el derroche de conocimiento sobre el tema de la CIFI y sobre todo los cuentos de Bradbury. Lo haces de una manera tan natural y cercana, pero a la vez tan atractiva, que hasta yo que he leído, una vez más, el libro por el reto de El tintero me he dicho que tengo que revisar algunas características de las cuentos que comentas.
ResponderEliminarEl final pesimista para los habitantes de la Tierra, no es para menos con los tiempos que corren y además sé que es una línea de pensamiento que te he leído en otras ocasiones.
Un abrazo, Bruno
¡Muchas gracias, María Pilar! La verdad es que cuando David me propuso hacer la reseña de Crónicas marcianas, no sabía muy bien cómo meterle mano así que tiré de lo personal. Y fue así descubrí este genial libro, gracias a una de las lecturas "obligadas" del instituto. Aún lo conservo y reviso, pues contiene una buena parte de mí.
EliminarComo creo que ya tenéis claro todos los compañeros que me acompañan en estas aventuras literarias, la ciencia ficción me apasiona, y no puedo dejar de tratarla con una sonrisa en la boca.
Un abrazo enorme y gracias por pasarte por mi rinconcito.
¡Hola, Bruno! Lo primero: ¡Qué envidia de profesor! En mi caso, si mi devoción por la literatura hubiera dependido de lo que me mostraron en clase... bueno, tupido velo.
ResponderEliminarEs una excelente reseña que apunta lo más importante de esta novela relatada. Curiosamente, a Bradbury siempre le molestó la etiqueta de escritor de ciencia ficción y, en el caso de Crónicas, nunca la consideró así. Y tiene razón, la ciencia de la que se sirve es imposible e imprevisible. Crónicas es una fantasía que utiliza un contexto futuro y marciano para hablarnos de nosotros mismos: del ser humano. Nada en los relatos será ajeno a cualquier lector seguidor o no de la ciencia ficción.
P.D. Aunque solo sea para frikis empedernidos, un dato. Diego Valor fue la denominación española de Dan Dare, el nombre original. Ello inspiró en su día a algún cerebro de las ediciones Vértice para bautizar a nuestro Daredevil como Dan Defensor, aprovechando las dos D del pecho.
Un fuerte abrazo!!
Ante todo, me alegra tenerte por aquí, David, pues sin ti no me hubiera embarcado en hacer esta reseña.
EliminarComo muy bien apuntas, Crónicas marcianas no habla de la colonización y posterior abandono de Marte, no. Es un retrato fiel de la humanidad del ¿momento?, en el que no salimos nada favorecido. Aún podemos encarrilarnos, pero tendremos que hacer un gran esfuerzo.
Y por cierto, gracias por ese comentario sobre Diego Valor. Me encantan los datos frikis, aunque me los guardo para disfrute propio para que no me dejen de lado, je, je, je.
Un fuerte abrazo.
En primer lugar decoret que lo has hecho muy bien, je,je.
ResponderEliminarMe parece increíble que os hicieran leer esta obra en EGB, pero siendo el año 1992 lo entiendo mucho mejor, pues no estamos habkando de la prehistoria, como sería en mi "bachillerato elemental" (de los 10 a los 14 años de edad) de los años 60, ja,ja,ja.
A nosotros nos hacían leer una literatura más "culta", je,je.
A mí tambiñen soemrpe me gustaron las historias de marcianos que por aquel entonces siemre eran seres verdes con trompas como oídos y boca. Cuando tendría unos siete u ocho años vi La guerra de los mundos, versión de 1954, película que me impresionó mucho, y desde entonces me enganché a las historias de extraterrestres.
Crónicas marcianas, parece mentira, todavía no la he leído, pero la acabo de comprar.
Un abrazo.
Hola Josep. Me alegra que el reto de David te haya abierto el apetito por Crónicas marcianas. Seguro que no te defrauda. Por cierto, yo también he disfrutado un montón con la versión de La guerra de los mundos de la que hablas. Consecuencia de tener un padre cinéfilo, supongo. Tengo en mi estantería de películas el DVD, y no descarto hacerme con la versión en alta definición.
EliminarComo siempre, un placer tener estos momentos contigo, amigo.
Un abrazo.
Quería escribir "decirte" en lugar de "decoret", je,je.
ResponderEliminarDisculpa también el resto de gazapos tipográficos.
A tus pies, Bruno, por tan buena reseña y eso que, según dices, es la primera. Soy amante de la ciencia ficción, pero del cine. En la literaria hace poco que empecé a aficionarme y por lo visto, eso que me gusta de la ciencia ficción, el mensaje y condición humana ocultos en la metáfora de una apasionante historia, se ve amplificada en la forma escrita. Lo cierto es que yo también tuve un profesor de esos que se partió el pecho para inculcarnos su amor por la lectura, pero no comprendió que empezar por la que a él le apasionaba (la que el amigo Josep dice "culta") producjo el efecto contrario. Aún así, cada vez me acuerdo más de él y de lo que trató de meternor entre ceja y ceja.
ResponderEliminarVolviendo a tu reseña, te diré que me has dado unas ganas enormes de agarrar es "Crónicas marcianas" y encerrarme hasta devorarlo por completo, porque me lo has vendido como si fuera una necesidad que tuviera que saciar al instante.
Un fuerte abrazo, y nos leemos, compañero.
Vaya Pepe, me alegro que te haya entrado el gusanillo por Crónicas marcianas gracias a mi reseña. Seguro que no te decepciona porque de verdad que es un texto increíble.
EliminarA mi también me gusta la ciencia ficción que vemos en cine y televisión. Galáctica, Ulises 31, "La guerra de las galaxias" (cuando se llamaba así),... ese Diego Valor del que hablo. Todos estos y muchos más son los responsables de lo que escribo en este blog, y no puedo más que decir "Gracias".
Un abrazo enorme.
Excelente reseña, compañero, por la que te doy las gracias más efusivas junto con un fuerte abrazo virtual. Has realizado un completo análisis que nos desvela las más rojizas intenciones del autor, su impagable denuncia que bien podría ser más propia en tratados de antropología social.
ResponderEliminar(Coincido contigo, y que nadie se me enfade, en los cien años de soledad que necesitaría para leer el Quijote, y ni así...)
No, Patxi, las gracias te las doy yo a ti por dejarme este comentario. He hecho esta reseña con el mayor cariño, y me alegro que te haya gustado y que estés de acuerdo con mi análisis.
EliminarUn fuerte abrazo.
P.D.: Como digo en la reseña he leído el Quijote, las dos partes, y supongo que será por la diferencia de épocas pero he de reconocer que me resultó tedioso. Pero que esto quede entre tú y yo.
Me ha encantado, Bruno, tu manera tan personal de enfocar Crónicas Marcianas de Bradbury, y tu implicación con ellas.
ResponderEliminarConcuerdo con la afirmación de que por miedo al pensamiento creativo, (de los extremistas y nacionalistas, de los que creen estar en poder del modelo social único y absoluto), modelarán el arte y la literatura a su antojo hasta transformarlo en un producto sin vida ni sabor.
Ha sido estupendo leerte colega.
Muchas gracias por tu comentario, Tara. Posiblemente sea el totalitarismo, y sus consecuencias, uno de los mayores peligros a los que tenemos que hacer fuente. No como lo hace el protagonista de Usher II, pero sí aunando fuerzas y presentando una oposición firme.
EliminarUn abrazo grandote.
Bruno, buenos días, que maravilloso despertar, por esa narración que te ha salido de las entrañas. La maraña de tripas se te han desenlazado, yendo del pasado al futuro con Bradbury. Creo que esa visión del futuro, de ese pequeño humano, es desalentadora, pero aún así, hay escritores capaces de contarlo con ciencia ficción, no tan árida como la filosofía o la antropofagia. Yo no tuve un profesor de literatura que me ensañara más allá que los escritores clásicos españoles, que me aburrían, tanto, que casi termino odiando el quijote, lo he intentado, al igual que tú, pero... me lo tiranizaron. Cien años de soledad, me supera, mi mente no puede reconocer tanto Buendía junto, con uno, como el que te he dejado yo aquí, ya me conformo. Un placer compañero. Un abrazo
ResponderEliminarHola Emerencia. Tu comentario es pura narrativa. He disfrutado de él como del mejor de los relatos a los que nos tienes acostumbrados.
EliminarBradbury fue, desde luego, un artista. Un maestro capaz de hablar de lo peor y delo mejor de la Humanidad con el pretexto de una inaginaria colonización. En nuestras manos está el que aprendamos de nuestros errores y enfoquemos el futuro con mayor sensibilidad y responsabilidad.
Un abrazo enorme.
Una reseña abordada desde tu propia experiencia personal, que le da por ello un toque más cercano. La historia de la humanidad no deja de repetirse ciclicamente, y la denuncia que hace Bradbury de nuestros defectos es un compendio de todos los errores que hemos ido cometiendo desde que el hombre es hombre. Lo aterrador es que cada vez tenemos mayor capacidad de hacer daño a nuestro entorno y a nosotros mismos. De haber estado en activo Bradbury hoy en día, probablemente su crítica social seguiría los mismos caminos.
ResponderEliminarExcelente y trabajada reseña, amigo. Gracias por ofrecérnosla.
Exacto Jorge. Dice el refranero que el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra, pero creo que se queda corto. Tropezamos una y otra vez y, lamentablemente, no aprendemos.
EliminarMe alegra que te haya gustado mi reseña. No sé si perfecta, pero sí hecho con el corazón.
Un abrazo enorme y cuídate.