Las puertas del ascensor se cerraron con un suspiro melancólico. Víctor pulsó el botón que lo llevaría a la sala privada de blackjack, y en su particular bajada a los infiernos soñó de nuevo con una vida alejada de las mesas de juego y del guiño seductor de las tragaperras –«Ludópata», alegó su entonces esposa durante el proceso de divorcio–, pero nunca tuvo la fuerza suficiente para resistir la tentación y ahora, tras los terribles acontecimientos de los últimos días, ya no tenía sentido intentarlo.
La alfombra del pasillo de la cuarta
planta acompañó cada uno de sus pasos con el fru-frú propio de los tejidos
insultantemente caros, cruzando tras acallar una vez más los gritos de su
conciencia la puerta tras la que esperaba Lupe como centro del tapete
semicircular de blackjack, deslumbrante con su chalequillo de lentejuelas y
pajarita a juego a pesar de todo lo ocurrido.
–Buenas noches, señor –Alfredo se había
colocado a su lado con la discreción que daba el oficio– ¿Beefeater con tónica,
como siempre? Lamento decirle que ya no disponemos de limón fresco para
acompañarlo.
–Sin limón estará perfecto, Alfredo.
Con la llegada del combinado dio comienzo
la partida, como tantas veces desde aquel día en que la civilización se fue al
infierno por correo urgente. El apocalipsis zombi cogió a los tres en aquella
misma sala una jornada especialmente buena para Víctor, y al término de ella se
encontraron solos en el casino, con la masa de infectados girando en torno al
edificio como un vórtice putrefacto y gimiente que impedía la huida en
cualquier dirección, condenándolos a la inercia de sus vidas pasadas.
–...y veintiuno. ¡Blackjack! La Banca gana.
–Lupe. ¿Cree que la Dirección me concedería
un crédito?
–Veamos lo que se puede hacer.
B.A.: 2.016
El juego es una de las drogas más duras y más traicioneras porque nos hace creer que somos infalibles cuando ganamos y que la suerte nos espera en cualquier momento aunque lo perdamos todo por el camino. Como tu personaje, tan bien perfilado con unas solas líneas. Eres muy bueno para estas historias cortas. Te felicito. Un abrazo
ResponderEliminarGracias Ana por dedicarme tu tiempo. Me gusta creer que se me dan bien los microrrelatos; seguiré cultivándolos para llegar lo más cerca de la perfección.
EliminarUn abrazo.
Qué cachondo el ritmo del texto, pasas del blackjack y los casinos a un apocalipsis zombie jaja. Que por cierto, al no ser el primer texto que te leo al respecto, empiezo a ver que es un género que te gusta.
ResponderEliminarCon el tema de la ludopatía y las cartas, me vino a la mente una de mis películas favoritas sobre estos juegos y su adicción. Seguramente la hayas visto, se llama "Rounders". Como siempre, un placer compañero. ¡Aprovecha bien el crédito que aporte la casa!
Como bien has visto, compañero, me siento a gusto con el tema zombi, ya sea humano o animal, (véase Zomblince).
EliminarHe visto Rounders (muy buena), así como "21 Blackjack" (bastante más normalita), aunque no sé cómo le hubiera sentado un apocalipsis zombi a los protagonistas, je, je, je. A lo mejor seguirían con sus asuntos como mi trío superviviente.
Un saludo, amigo.
Hace poco mencionabas tu interés por el apocalipsis zombi y aquí tenemos la muestra, pequeña, pero completa. Me gustan estos relatos de realidades paralelas. Yo mismo lo practiqué en “Colisiones”, a través del sueño-realidad, y tú lo haces magistralmente en esta entrega, realidad interior-realidad exterior. Mientras la debacle se cierne sobre el mundo de los vivos, otra vida, anclada en lo cotidiano, se desarrolla en el interior del casino, como si, no importando ya nada, todo objetivo vital hubiese de centrarse en lo que uno hace en ese momento, lo que siempre ha hecho, lo que más satisfacción le produce… cuando “ya nada importa”. En realidad, se trata de una gran metáfora, a cualquier escala, de la “vida real”, como cuando la familia se reúne en torno a la mesa para cenar unas patatas con algo de tocino con cubiertos de plata en medio de un bombardeo en un país en guerra. Lo cotidiano, la vida que hasta entonces hemos conocido, es la única forma de huir del terror, de la muerte, de lo desconocido. Es cuestión de supervivencia y… de cordura. Me recuerda a la escena de los músicos tocando durante el hundimiento del Titanic. También me parece destacable el uso de su ludopatía, ese anclaje a una obsesión, a algo que en su momento hubiera sido conveniente abandonar debido a los problemas que estaba causando, para ahora convertirse en lo único placentero, lo único que vale la pena. Igual papel juega ese acto ritual de anclaje a la realidad para la crupier, mediante su atuendo, o para el camarero con su servicio. Qué más te voy a decir, Bruno, me parece un relato genial en su sencillez. Un relato que, aunque parezca que tiene un final abierto dónde todo puede pasar, en realidad es un círculo cerrado, tanto como lo es el casino donde se encuentran los tres protagonistas… ¡Show must go on!
ResponderEliminarAh, bueno sí, la cagadilla: “deslumbrante a pesar de todo lo ocurrido con su chalequillo de lentejuelas y pajarita a juego”… ¿Qué fue lo que le pasó a su indumentaria, me has dejado con la intriga?... Perdona chico, que ya sabes que donde hay confianza da asco.Un fuerte abrazo, amigo
Amigo Isidoro, eres único sacándole el jugo a un microrrelato. Lo exprimes hasta que no dejas en él una gota. ¡Hasta creo que has sobrepasado las trescientas palabras, una de las condiciones que debía cumplir el relato para participar en el concurso al que lo presenté!
EliminarEsa imagen que tan bien has descrito, la de la familia comiendo paratas con tocino en medio de un bombardeo (por otro lado preciosa y terrible a la vez), refleja perfectamente la situación que sufren nuestros tres supervivientes; el aferrarse a lo cotidiano como forma de huir de la locura y la sinrazón. Y es curioso que nombres a la orquesta del Titanic, pues estuve tentado de hacer sonar a través de los altavoces del casino "Nearer, My God, to Thee", una de las piezas que se interpretó en el malogrado transatlántico, pero desistí pues obstaculizaba en el resultado.
Respecto a la cagadilla es un nuevo fallo mío con algunas comas. Al uniforme de Lupe no le pasó nada. La frase correcta debería ser “deslumbrante a pesar de todo lo ocurrido, con su chalequillo de lentejuelas y pajarita a juego” o “deslumbrante a pesar de lo ocurrido los últimos días, vistiendo su uniforme de chalequillo de lentejuelas con pajarita a juego”, o alguna fórmula similar. Pensaré una buena frase y la sustituiré.
Un abrazo fuerte, compañero.
Es que no sólo no me cuesta comentar tus relatos, es que me gusta y, claro, me pongo a escribir y... Bueno, ya está. Por cierto, ya me imaginaba que te faltaba una coma, amigo mío, pero quería hacerte la broma, ya sé que no te sienta mal
EliminarOtro abrazo
Y la vida sigue a pesar de que todo alrededor se esté desmoronando. ya desde el principio dejas entrever que algo malo ocurre, pero nos sorprendes al final con la revelación de ese apocalipsis zombie, a pesar del cual los protagonistas siguen con sus respectivos roles hasta el final.
ResponderEliminarTe deseo mucha suerte en el concurso Bruno. Un saludo.
Agarrarse a sus vidas pasadas, ya sean mejores o peores, es lo único que salva a nuestro trío de supervivientes de la locura.
EliminarUn placer tenerte por mi pequeño blog, amigo Jorge.
Un abrazo.
Disculpa la tardanza, pero ya por fin he podido leer este estupendo micro. El escenario es patéticamente real, tanto como sus protagonistas, ataviados de gala para el "Réquiem" de Mozart que podría escucharse de música de fondo.
ResponderEliminarDoy por hecho que dicho "apocalipsis zombi" no es nada excéntrico o sorprendente, pues dicha historia no es más que el retrato de la actual sociedad o de esta humanidad robotizada o inconsciente.
Un gran placer disfrutar de tus letras, amigo Bruno.
Un abrazo.
Dice el refranero "Nunca es tarde si la dicha es buena", y tus palabras son siempre bienvenidas a este humilde blog, por muy tarde que lleguen.
EliminarLa verdad es que el apocalipsis zombi está más cerca de lo que creemos, nada más que hay que asomarse a la calle y ver a tantas personas con el cuello roto mirando hacia el teléfono móvil, como si no hubiera mundo más allá de la pantalla, caminando por pura inercia. Y cuando te muerde el gusanillo del wassap ya no hay marcha atrás. Estás infectado.
Un saludo enorme. Estrella.
Muy buen micro Bruno, me ha encantado tanto la ambientación como el salto que da al final, para mostrarnos la auténtica situación que envuelve a las personajes. Es corto pero está muy conseguido, enhorabuena! ; )
ResponderEliminarMuchas gracias Ramón. La verdad es que me gusta trabajar los micros y éste salió al final
Eliminarbastante bien.
Un saludo y gracias por pasarte por blog.