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martes, 20 de diciembre de 2022

Navidades virtuales

Imágenes extraídas de Pixabay e internet

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Nota: Zenda e Iberdrola nos traen el séptimo concurso de Cuentos de Navidad. Dejo el enlace para los interesados.

Concurso Cuentos de Navidad

«Navidades virtuales» es mi propuesta.

#CuentosdeNavidad 2022

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Santa estaba feliz. Desde que la Humanidad al completo sucumbió a la realidad virtual de No-lugar podía hacer su trabajo desde la comodidad de su estudio, caldeado gracias al agradable fuego que chisporroteaba alegremente en la chimenea y solo vestido con unos indecentes shorts rojos adquiridos en la plataforma online de los almacenes de Alí. Su avatar pixelado –el anciano era de gustos retro– conseguía entrar subrepticiamente en las casas de No-lugar a golpes de click para dejar bajo esbeltos árboles de Navidad regalos virtuales a aquellos niños que habían sido buenos durante el año o iconos de carbón de negro RGB (0,0,0) para los no pocos diablillos a quienes era necesario una llamada de atención.

Desde entonces, Rodolfo y sus ocho compañeros recuperaron sus instintos naturales en las inclementes tierras laponas; los trabajadores elfos de puntiagudas orejas y vestidos extravagantes emigraron a Rivendel en pos de sus orígenes perdidos y la señora Claus disfruta de los entretenimientos y particularidades de la ciudad de Benidorm con un margarita en la mano. Cuentan que su avatar se asemeja mucho a Ursula Andress.

B.A.: 2022


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jueves, 15 de diciembre de 2022

Modelada en barro

 

Fotografías del montaje sacadas de Internet


¿Busca a su media naranja? ¿Cree que se topará con ella a la vuelta de la esquina? ¿De verdad va a desperdiciar sus ilusiones y su vida esperando que eso ocurra? Déjese asesorar por nuestra dilatada experiencia. La Corporación AEDA pone a su disposición un amplio catálogo donde podrá encontrar al amor de su vida sin el estrés de la incertidumbre.

Con un endoesqueleto fabricado en nuestra patentada superaleación de charbonium® y un cuidado material orgánico desarrollado en selectas granjas de clonación bajo los más estrictos controles de calidad, nuestros especímenes cibernéticos nacen a la vida con el único objetivo de proporcionarle a usted la felicidad. ¡Olvídese de aquellas primeras versiones cíborgs tan poco realistas! Gracias al departamento estético de la Dra. Thurman, sus allegados solo conocerán el alma metálica de su nueva pareja si usted así lo desea.

Creados para cuidar y amar sin reservas, nuestros cíborgs son la nuera que toda madre quisiera para su hijo; el yerno a quien un padre entregaría encantado la mano de su hija más preciada. Además, por un módico suplemento podrá dotar a su espécimen con nuestra exclusiva fórmula madurativa que lo convertirá en el compañero ideal para una relación larga en el tiempo, acompañando su inevitable proceso degenerativo como lo haría una pareja humana.

No lo dude más. Pónganse en contacto con nosotros y disfrute de una financiación de HASTA 48 meses sin interés*

Corporación AEDA. El futuro al servicio de hoy.

 

* Financiación sujeta a previa aprobación de Banco Quarto Cerchio, S.A. 

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–Bueno, mamá. Voy a por una botella de vino. Os dejo a solas.

–No tengas prisa, Toni. Así tendremos más tiempo para una charla entre chicas.

–¿Estarás bien, Lisa? Solo será un momento.

–No seas tonto cariño. Tu madre no me va a comer.

–¡Claro que no, criatura! Este hijo mío es de un tonto...

–Muy bien. Entonces me marcho.

–Ponte la chaqueta que hace frío.

–Sí mamááá…

–¡Y no des un portazo!

–¡¡No te preocupesss…!!

 

(¡Pum!)

 

–Mira que se lo he dicho. Bueno, ¡pues aquí estamos! Estooo… ¿Vosotros podéis beber vino?

–Nuestro sistema digestivo y excretor es muy efectivo. Comemos, bebemos y evacuamos como cualquier hijo de hombre.

–Lo de evacuar sobraba pero me interesa eso de «Hijo de hombre». ¿No se sería más correcto decir «hijo de mujer»? Al fin y al cabo somos nosotras las que parimos.

–Ninguno de los implementos requeridos por Toni para mi puesta en marcha me permiten contestar a esa pregunta.

–Por supuesto que no. Supongo que más bien serás una experta en Manga y películas de los 90´s.

–Correcto. ¿Le apetece hablar de ello?

–¡Ni muerta! Pero hablemos de mujeres y madres… ¿También estáis preparadas para tener hijos?

–Nuestro sistema reproductor aún está en proceso de desarrollo.

–Es una lástima.

–¡Bah! La maternidad está sobrevalorada.

–¿Eso crees?

–Pues sí. Además, la Corporación AEDA pone a disposición de sus clientes una amplia gama de clones humanos. Perfectos, sanos y a la carta. El resultado es mucho satisfactorio y además se evitan las engorrosas consecuencias de la gestación.

–Veo que albergas grandes sentimientos.

–Soy todo lo sentimental que desee Toni.

–Entonces eres su esclava. Sin libertad de pensamiento ni de obra.

–A menos que se me programe lo contrario.

–¿Y donde deja eso al amor?

–Mi cerebro orgánico tiene implantado un microchip de procesamiento neuronal Cameron, Dyson y Coello. Estoy por encima de esa ilusión que llamáis amor.

–¡Qué dices! Me rompes el corazón.

–Creo necesario aclararle una cosa. Estoy aquí para hacer feliz a su hijo y voy a cumplir mi obligación hasta el último día de su vida.

–O hasta que encuentre a una mujer de verdad y se olvide de su juguetito nuevo.

–Eso no pasará nunca.

–¿Y por qué no, si puede saberse?

–Porque somos perfectos y estamos por encima de la volubilidad, los desvaríos y las indecisiones que tan bien caracteriza a los hijos de hombre. O de mujer, si está más cómoda con ese término.

–El término me importa un carajo pero es muy interesante lo que acabas de decir. ¿De verdad te crees perfecta?

–Sin duda.

–Déjame confiarte una teoría, querida. Aunque tengas ese chip de Lerei, Lerei, Leró…

–Cameron, Dyson y Coello.

–…has sido modelada con el mismo barro que yo misma. Y que Toni, Susana y el mismísimo papa de Roma. Por eso creo que estás contaminada por la imperfecta realidad de la raza humana.

–Eso no es… ¿Cierto?

–¿Dudas? ¿Hay algo más humano que la duda?

–¡Yo no estoy dudando! ¡¿Y quién es esa Susana?!

–Vaya. Y ahora ira y celos. Definitivamente eres más humana de lo que jamás hubiera creído.

 

(¡Pum!)

 

–¡Mamááá… Lisaaa...! Ya estoy en casa. ¿Cómo ha ido…? ¡Lisa! ¿Qué te pasa? ¿Estás llorando?

»¡¡Mamá!! ¡¿Qué le has hecho?!

–Yo no le he hecho nada. Lo que pasa es que tu amiguita acaba de darse cuenta de lo humana que es.

–Esa es la idea, mamá. Lisa debe parecer uno más de nosotros.

–Esto va más allá de las apariencias.

–Toni… ¿Quién es Susana?

–¿Susana? ¿Qué pinta Susana en todo esto!

–¡¿QUIÉN ES SUSANA?!

–Una antigua novia que tuve en la facultad. A mamá le caía muy bien pero… ¿A qué viene esa pregunta?

–¿La sigues queriendo?

–…

–¿Sí o no?

–Es difícil de decir…

–Bueno tortolitos. Creo que será mejor que me marche; tenéis muchas cosas de las que hablar.

»Encantada de conocerte, Lisa. Chao! 


B.A.: 2022


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miércoles, 16 de noviembre de 2022

Pacto entre caballeros



–Sé quién eres. ¡No, en serio! Sé quién se esconde bajo esa aburrida fachada de taxista nocturno. Porque tu película no es Taxi Driver, ni mucho menos, sino que se asemeja más a aquella otra de Bruce Willis. ¿Cómo se llamaba? Ah, sí. El protegido, de Shyamalan si no me equivoco. Y si tú eres ese vigilante sin nombre yo debo de ser Don cristal, je, je, je. Gira la próxima a la derecha y pon dirección al Parque de las Tres Chimeneas. Gracias. Como te decía, yo debo ser Don cristal. O más bien «seré» Don Cristal, pues aún no ha dado comienzo mi imperio del crimen. Va a ser muy divertido. Te estarás preguntando porque no debes parar ahora mismo este taxi que hace las veces de batmóvil y patearme la jodida cabeza. Pues te daré dos buenas razones: primero, como ya te he comentado, porque aún no he cometido delito alguno. Y segundo, pero no menos importante, porque uno de mis esbirros tiene en el punto de mira a tu preciosa esposa. Literalmente. «Esbirro», ¡qué palabreja tan rocambolesca para definir a un tipejo de gatillo fácil! Así que te voy a proponer un trato. Un pacto entre caballeros, que diría Sabina. Yo tengo un hijo, aunque no te lo creas. Si lo quitas a él de la ecuación yo haré lo propio con tu esposa. ¿Te parece? Lo tomaré como un sí. Yo me bajo en esta parada. Me ha encantado charlar contigo.

»Quédate con la vuelta.

 B.A.: 2022

Serie del superhéroe anónimo

Confidencias de un superhéroe anónimo


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viernes, 14 de octubre de 2022

Tres oportunidades

Fotos de Pixabay e Internet


–¡Por favor! –suplica desesperado–. Por favor. Esperen un minuto. Luego me iré con ustedes sin causar problemas.

El hombre mira desde el suelo hacia el edificio frontero, atrincherado tras las piernas de los dos municipales que han acudido al aviso de un buen ciudadano. «Hay un mendigo con muy mala pinta delante del colegio Elena Chaparro», dijo y hacia allí se encaminó la pareja, preguntándose si para eso habían opositado al Cuerpo.

–Muchas gracias –dice el hombre transcurrido el tiempo solicitado–. Ahora les acompañaré con gusto.

»Solo quería seguir siendo invisible –apostilla con sus pocas pertenecías ya acomodadas bajo el brazo.

La confesión sorprende a los policías. ¿Un acosador? No lo parece. Estudian curiosos a quien escoltan codo con codo y tras cruzar compenetrados la mirada lo hacen entrar en el bar Paraíso, donde la sargento Fuentes encarga para el mendigo una tostada con York y un Colacao caliente que Pedro, el dueño, prepara no sin cierta reticencia. Sendos cafés con leche aventarán a los municipales el frío mañanero.

–Tiene una oportunidad de explicarnos lo de su invisibilidad. Pero antes desayune o se le enfriará.

Hambriento, el hombre da buena cuenta del festín, sin levantar la vista del plato solo para lanzar una mirada agradecida a sus dos ángeles guardianes. Una vez saciado, el mendigo se cruza de brazos, incómodo y avergonzado, y se lanza a desgranar una historia mil veces vivida, la de un empresario subido a la cresta de la ola que de noche a la mañana sufre el mayor de los reveses en forma de mal negocio. Y desde día cada vez más alcohol en la sangre y menos calor en el hogar, hasta que su esposa da por concluido el matrimonio coincidiendo con la Copa del Rey de hace tres años.

«–¿Dónde has estado?»

«–Mujer. Había que celebrar que el Betis ha pasado a la semifinal.»

«–¿Y se puede saber desde cuándo eres tan futbolero?»

«–La llamada se recibe cuando menos te lo esperas. Jua, jua, jua.»

«–Ernesto. Ese partido fue hace dos días. La de veces que habrá llamado tu hija a los hospitales, buscándote.»

«–Venga, Ester. No te pongas así…»

«–¡Cállate! Cállate, por favor. Ahora que sabemos que estás bien podemos irnos con la conciencia tranquila. Te deseo lo mejor.»

–Tras el divorcio malvivo en la calle gracias a la generosidad del samaritano de turno. Diré en mi defensa que ya no soy esclavo del alcohol; nada le debo pues mucho se ha cobrado.

–¿Y esa «invisibilidad»? –le achucha la sargento.

–Malena, mi hija. El amor de mi vida. Todo se reduce a ella. Estudia en ese colegio y por verla unos segundos aguanto el mal tiempo y los agravios. No sabe que vivo en la indigencia y por eso no quería llamar su atención.

Los municipales poco pueden hacer. «Volveremos si dan de nuevo una queja. Lo entiende, ¿verdad?», pregunta la sargento a lo que el otro asiente, resignado. Ya se marcha del bar, a rebufo de los municipales, cuando la voz imperiosa de Pedro lo llama desde la barra. «¡Oye, tú!».

–¿Es a mí?

–¿A quién si no?

–Dígame.

–No me gustan los vagos…

–Lo siento. Yo…

–¡…pero mucho menos los perdedores! –se impone Pedro con su vozarrón– ¡¡Lucha por tu hija, carajo, si tanto la quieres!!

–¿Cómo?

–Ven mañana. A las 6. Limpio y arreglado. Me importa una mierda cómo lo hagas. Vas a trabajar por lo mínimo que me obligue la ley pero tendrás un sueldo. Te estoy dando la oportunidad de corregir tu vida.

–Muchas gracias. De verd…

–¡Una única oportunidad! Fállame un tanto así –la distancia entre pulgar e índice no permite el paso de un pelo–, y te hecho a patadas.

»Y ahora lárgate.

 

Los meses han pasado y en el hombre apenas queda rastro del antiguo mendigo. Con un préstamo de su jefe, devuelto en forma de horas extra, ha alquilado una pequeña habitación a una hora de distancia y aún así ni un día ha llegado tarde al trabajo. Desde su atalaya puede disfrutar de la visión de Malena, acompañada en más de una ocasión por quien fuera su esposa, pero no es hasta hoy cuando Ester entra en el bar. Nunca sabrá que Pedro ha tejido el encuentro.

–Te veo muy bien, Ernesto.

El hombre da un respingo cuando cruza la mirada con esos ojos color chocolate que tan bien recuerda, siendo incapaz de contener el llanto para sorpresa de la mujer y hartazgo de su jefe.

–¡Sentaos en esa mesa, carajo! Me espantáis a la clientela con tanto drama.

–Gracias –dice Ester a la maciza figura de Pedro.

–Quitaos de mi vista –gruñe el otro, incómodo.

Ya sentados, Ernesto pide perdón por todo el daño provocado. «Lo siento, lo siento, lo siento,…», repite hasta la extenuación a la manera de un mantra y Ester, quien venía con intención de cobrarse una antigua deuda, no puede evitar sentir cómo se le pone blandito el corazón. «Lo que más me dolió es que no lucharas por tu hija», le dice con una pena honda, sin reproche alguno.

–Lo sé –contesta Ernesto, cabizbajo.

–Bien. Está decidido. Mañana verás a Malena. Solo te daré una oportunidad; piensa qué le vas a decir.

Y Ernesto recupera por fin una sonrisa que perdió hacía tres años, con el Betis de nuevo en la semifinal de la Copa del Rey.

 

B.A.: 2022


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lunes, 26 de septiembre de 2022

Tragicomedia

 


Nota: Para el reto del Tintero de Oro en el que había que escribir un micro a partir de una cita, he elegido una del director y guionista Billy Wilder que dice: «Si te sientes realmente feliz, deberías escribir una tragedia; si te sientes verdaderamente desgraciado, deberías escribir una comedia», tomándome de paso la licencia de hacer viajar al genio polaco hasta nuestro Madrid de principios del XIX.

 

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Madrid, 2 de mayo de 1808. Tras el fracaso del levantamiento contra las fuerzas de ocupación, el general Murat dicta la siguiente orden:

 

«Serán arcabuceados todos cuantos durante la rebelión han sido presos con armas».

 

Escribía sobre un arrugado trozo de periódico. De esa forma pasaba las horas entre su captura en el cuartel de Monteleón y el futuro cierto ante un incierto muro acribillado a balazos. Y aún así sonreía, sorprendiendo a propios y extraños.

–¿Acaso escribe su testamento para desazón de algún hijo díscolo? –le preguntó un individuo renegrido cuyos ropajes se hallaban manchados de sangre más ajena que propia.

–No, mi buen amigo. Una comedia.

–¡¿Me toma el pelo?!

–No se sulfure y deje que me presente. Guillermo Limones, autor teatral. No sé si ha ido últimamente al teatro de la Cruz...

–No es mi zona de paso, lo siento.

–También yo –se lamentó Guillermo, socarrón, dándose palmaditas en el bolsillo de las monedas, lo que arrancó en el otro una carcajada.

–Tiene usted mucho arte.

–Mi sustento depende de ello. ¿Y con quién tengo el gusto de hablar?

–Juan de Dios, zapatero remendón. Para servirle.

–Encantado.

–¿Y por qué una comedia?, si me disculpa la indiscreción.

–Cierto genio dijo una vez: «Si te sientes realmente desgraciado deberías escribir una comedia».

–Pues la suya será del copón –aseguró el zapatero con la vista fija en el nuevo grupo de prisioneros que los franceses se llevaban en dirección al Paseo del Prado.

–Del copón. Usted lo ha dicho.

 

B.A.: 2022


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domingo, 19 de junio de 2022

El latido del hombre muerto


Fotos de Pixabay e Internet

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Nota: El reto de la última convocatoria de este año consiste en escribir un relato de terror gótico en el que deberá aparecer algún personaje, objeto o localización de cualquiera de los relatos de Poe. Yo he utilizado como base el relato «El corazón delator», enfocándolo desde el punto de vista del anciano asesinado por su joven asistente. Espero que os guste mi visión. 

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Oscuridad. Silencio y oscuridad. Nada oye, nada ve… Nada siente. ¿Estará soñando quizás? Lo último que recuerda el anciano es haberse despertado de un sobresalto para sentarse en la cama, la espalda apoyada contra la cabecera, a la búsqueda del motivo de su desvelo. Se hallaba solo en el dormitorio. Los postigos seguían cerrados, según acostumbraba por temor a los ladrones, y aún así algo hacía que los pelillos se le pusieran enhiestos. Algo oculto en la oscuridad. Una… presencia junto a la puerta de entrada. Tal era el miedo padecido que por espacio de una hora quedó despierto con la vista clavada en aquella dirección.

A cada minuto que pasaba más rápido latía su corazón. Pu-pum, pu-pum, hacía, drenándole gota a gota la vitalidad y la cordura. Pupum-pupum, pupum-pupum. Un dolor repentino en su atormentado pecho le avisó de estar al borde de un ataque pero... ¿Qué podía hacer? El terror atenazaba sus miembros, anclándolo a la cama, y la garganta seca y cerrada le negaba el auxilio del grito. Solo cuando el viejo órgano se paró tras un súbito temblor el ansiado chillido pudo escapar por entre sus agrietados labios, señal para que aquello que aguardaba junto a la puerta saltara sobre él, las manos hacia delante, dispuesto a extirparle el último hálito de vida. Ahora lo recuerda.

Nada oye, nada ve, nada siente… ¿Había sucedido en realidad o no era más que un mal sueño? Convencido de ser víctima de una pesadilla el anciano lucha con todas sus fuerzas para vencer la oscuridad, algo que al fin parece conseguir cuando a sus oídos llega el chirrido de una sierra, como si estuvieran cortando leña, y el goteo de un líquido sobre una superficie cerámica. ¿Tiene sentido aquello? También empieza a ver: al fondo las ventanas cerradas con postigos y sobre su cabeza el dosel de la cama. Junto a ella la mesita de noche con una lámpara sorda abierta al máximo y ante el cono de luz su joven asistente arrodillado en el suelo... Un momento. ¿Por qué se halla él en su dormitorio en hora tan intempestiva? ¿Qué está haciendo, por el amor de Dios? Es el joven quien está usando una sierra de carpintero para cortar. Trabaja sobre algo duro, en vista de la fuerza empleada, que finalmente logra separar con un bufido de satisfacción. Cuál no es la sorpresa del anciano cuando un brazo cercenado queda visible a la luz de la lámpara; un miembro que reconoce al instante pues aún viste la manga de su camisón de dormir. ¡Realmente ha sido asesinado por aquel demente! ¿Entonces qué es ahora? ¿Un fantasma? ¿El recuerdo incorpóreo de aquello que fuera en vida?

Desearía enloquecer. Correr por la habitación entre gritos descarnados... Atacar a quien veía como a un buen asistente y mejor compañero. En vez de eso permanece en una esquina del cuarto viendo cómo continúa el ultraje de sus restos mortales pues al brazo derecho le sigue la amputación del izquierdo, para rematar tan macabra tarea con las piernas. La cabeza, envuelta en trapos, fue lo primero que se violentó.

El asesino ha acompañado su incansable trabajo con confidencias hechas en voz alta. «¿Acaso un loco hubiera actuado con semejante sangre fría?» –se defiende ante un invisible tribunal; ante la figura de alguna eminencia psiquiátrica presente solo para su afiebrada mente–. ¿Un enajenado hubiera utilizado un barreño para no manchar el suelo de sangre?». El anciano es incapaz de imaginar la causa de tal violencia. No era un hombre desmesuradamente rico y siempre trató a su asistente con exquisita cortesía. Con afectuosidad, diría. El joven, sin duda, ha perdido la razón, por mucho que defienda lo contrario.

Los seis grotescos bultos en que ha quedado dividido el cuerpo del anciano descansan al fin bajo los maderos del suelo. El cuarto se halla en perfecto orden no bien asoman los primeros cabellos de la diosa Aurora, momento en que alguien anuncia su llegada con la aldaba de la puerta. Toc, toc, toc. Con total tranquilidad el joven baja las escaleras para volver al dormitorio seguido de tres hombres, oficiales de policía según se presentan, quienes investigan un supuesto grito oído en mitad de la noche.

Desde el rincón el anciano es testigo de cómo su asesino explica a los oficiales que fue él quien gritó a causa de un mal sueño. Apunta de paso que su viejo compañero se halla de viaje, aclaraciones todas ellas que ofrece sentado en el mismo sitio donde yace el cuerpo humillado. Tamaña desfachatez es imposible soportar. El ente siente la necesidad de vengar su muerte y así, usando los dones de su nueva naturaleza, consigue arrancar un latido a su frío corazón, pu-pum, tan débil como el de un gorrión. Pero a este le sigue otro, y otro más, y cuanto más golpea bajo las tablas más lívido se pone el joven, pu-pum, pu-pum, pu-pum, quien salta de su asiento como si lo hubieran pinchado con un alfiler. Entonces intenta acallar los latidos solo por él escuchados con toda suerte de argucias. Habla alocadamente, se encara a gritos con los oficiales, gesticula con viveza,… hasta que la presión le vence y aúlla:

–¡Malditos! No disimuléis más. Yo lo maté, lo confieso. ¡Ahí está, bajo esas tablas! ¡Escuchad latido de su monstruoso corazón!

El anciano, consumada su venganza, se deja arropar por los brazos amorosos del Más Allá.

 

B.A.: 2022


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viernes, 20 de mayo de 2022

España dice adiós al cambio de hora

 




El microrreto del Tintero de Oro de este mes es escribir una noticia de prensa ambientada en el año 2032. Pongamos a prueba mis dotes adivinatorias.


España dice adiós al cambio de hora


Ha sucedido lo que parecía imposible. Después de muchos debates y contratiempos, tras superar apasionadas discusiones por las que algunos de los más selectos dignatarios a punto estuvieron de llegar a las manos, este reportero ha sido testigo de una realidad que oficialmente empezó a barajarse hacia el año 2018 aunque nuestros abuelos ya trataban en sus tertulias populares de barra y aperitivo. Hoy domingo 31 de octubre de 2032, las 3 de la mañana han vuelto a ser las 2 y así será ya para siempre pues esta madrugada los españoles hemos realizado nuestro último cambio de hora.

Como ya ocurriera en Estados Unidos, los miembros de la Unión Europea han decidido establecer como oficial e inmutable el horario de invierno por ser «más saludable y favorecer la conciliación», en palabras de nuestro representante en Bruselas. Si bien el huso horario de España debiera ser el localizado en el meridiano de Greenwich, se continuará con el horario de Europa central para así no entorpecer la relación económica y política establecida con sus aliados europeos.

Y si esto es excepcional lo que la semana pasada su aprobó in extremis es revolucionario pues el Gobierno ha tomado en consideración la reivindicación histórica del pueblo gallego de adoptar el huso horario que le corresponde dadas sus coordenadas, como ya hicieran nuestros compatriotas canarios. Terminar con este desfase antinatural, dicen los expertos consultados, beneficiará tareas esenciales como el marisqueo y la agricultura.

Solo el futuro nos dirá si fue acertado lo ocurrido hoy.


B.A.: 2022


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viernes, 15 de abril de 2022

El caso Wellington

 

Fotos de Pixabay e Internet

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Los Ángeles. 12 de Noviembre de 1962

 

Soy detective. Soy un buen detective pero…

Siempre hay lugar para un «pero» y el mío tiene forma de caso mal resuelto con víctima accidental de por medio. Desde entonces muchos cigarrillos y demasiados litros de bourbon consiguen mantener mi nivel de culpa dentro de límites aceptables.

Subsisto resolviendo casos de infidelidad y fraudes al seguro. Cody M. Colt, antaño sinónimo de éxito, ahora no es más que el nombre de otro habitual de la licorería de Rick, o así ha sido hasta hoy. Al menos eso espero.

Eran poco más de las once de la mañana y ya iba por mi tercer trago cuando una desconocida golpeó el vidrio esmerilado de la puerta, justo encima de mi nombre escrito en letras de imprenta. No era rubia platino ni tenía las curvas de Mulholland Drive pero sus ojos rasgados encandilarían al más pintado y llevaba una máquina de escribir Continental con la misma naturalidad con la que Jackie Kennedy luce su Gucci favorito.

–Encantada de conocerle, señor Colt.

–Son pocos los que se atreverían a decir eso, señora…

–Señorita Wellington. Como el asado inglés.

–Nunca lo he probado.

–Tenga cuidado cuando lo haga. Puede indigestar.

–Seguiré su consejo. ¿Es inglesa?

–Una parte.

–¿Y la otra?

–Rusa. Me llamo Laurissa.

–Ahora le daré yo un consejo: no presuma de su pasado ruso.

–¿Tiene miedo de que sea una espía?

–Lo que tengo es curiosidad por su máquina de escribir.

Laurissa, mientras preparaba con soltura la Continental, me contó una rocambolesca historia que según ella nos haría ganar mucha pasta.

–¿Realmente cree que puede viajar al pasado con su máquina de escribir? –le pregunté tras dedicarle mi mejor carcajada de beodo.

–He dicho «ver», no «viajar», señor Colt, y yo le ofrezco este mundo de posibilidades para que vuelva a ser quien fue. Conmigo como socia.

–Una máquina de escribir.

–Es tecnología nazi.

–Le daré otro consejo, señorita Wellington. Solo ganará dinero si le vende ese cuento a Amazing Stories…

Inmune al sarcasmo, Laurissa ya tecleaba en la Continental con la celeridad de una buena secretaria. Entonces las paredes del despacho se esfumaron y me hallé en su lugar en un simulacro bastante aceptable del hall del edificio, por él pude merodear a mi antojo, inmaterial para quienes allí se encontraban. Al dar las once, Laurissa cruzó la puerta de entrada cargada con su máquina de escribir y tras hablar con el conserje puso rumbo hacia mi oficina, donde se encontró con un Cody M. Colt disfrutando de su tercer bourbon del día.

–¡¡Qué cojones…!! –grité y Laurissa dejó de teclear, interrumpiendo la ilusión.

–Deberá disculpar los posibles fallos pero he descrito el edificio de memoria.

–¡Qué demonios fue eso!

–El instante en que nos hemos conocido.

–Eso ya lo supongo. ¿Podemos ver más?

–Lo que quiera –me contestó con destellos en los ojos–. Deme información del lugar y momento que quiera ver y yo lo escribiré para usted.

–¿Qué información?

–Fotos, planos,… Recortes de prensa. ¡Cuanto más mejor! Hágalo y le prometo que será testigo privilegiado de cualquier delito, pudiéndolo resolver sin error alguno.

»¿Hay trato?

–Necesito despejarme. Luego preparas otra de esas… visiones y ya veremos.

Una hora después quedó establecida nuestra particular sociedad.

 

Los Ángeles. 21 de octubre de 1963

 

Ha pasado casi un año de mi primera visión y ya he perdido la cuenta de los casos resueltos. A veces me revuelvo contra la idea de ser un mero voyeur de la barbarie humana, con el tacatac de la Continental como banda sonora, pero luego regreso a la realidad y llevo al culpable ante la Justicia, llenando de paso nuestros bolsillos con varios cientos. Entretanto me he enamorado de Laurissa. Por ella he dejado la bebida.

 

Los Ángeles. 26 de octubre de 1963

 

–Laurissa. Quisiera preguntarte…

–¿A pesar de mi parte rusa?

–Me arriesgaré.

 

Dallas. 25 de noviembre de 1963

 

El viernes, de manera repentina, Laurissa me propuso un nuevo caso de asesinato. Nada más comenzar la visión noté que no era como las anteriores pues la imagen era lujosa en detalles, fruto de una investigación exhaustiva. Me encontraba en un almacén con cajas de libros apiladas por doquier. Grandes ventanales permitían la entrada de luz natural y desde uno de ellos, bien emboscado, un individuo realizó tres disparos hacia la calle. Me acerqué a fin de poder realizar la futura identificación y cuál no sería mi sorpresa cuando el hombre clavó sus fríos ojos en los míos, el aire cómplice, haciéndome entrega del arma para después esfumarse junto con el tecleo de la máquina de escribir. Quedé así atrapado en la escena del delito, en una ciudad entonces desconocida, de donde pude escapar gracias a la confusión reinante.

Laurissa me ha mentido de todas las formas posibles. Su amor fue fingido desde el principio y aunque lo negara se puede viajar en el tiempo con la Continental pues yo lo he hecho al momento en que asesinaban a Kennedy. Solo cinco minutos difieren entre mi realidad y esta otra.

Me hallo escondido a veinte kilómetros de Dallas, sin saber si me relacionan con el magnicidio. Lo que sí sé es que soy un buen detective. Encontraré a Laurissa y a su cómplice como me llamo Cody Magnus Colt, y después decidiré qué hacer con la jodida máquina mientras disfruto de un bourbon con hielo en el local de Rick.

 

B.A.: 2022


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lunes, 14 de marzo de 2022

Ruegos desde la ratonera

 


–Ciérrate. ¡Ciérrate, por favor! ¡¡Mierda!! Por favor. ¡Por favor! Mierda. ¡¡¡Ciérrate…!!!

Morgan mantiene el botón de cierre pulsado, el dedo amoratado por la presión. Las puertas del ascensor al fin se deslizan con un rodar mecánico, lento, desesperante, levantando una barrera protectora contra la horda de muertos que hacia él se dirige con su andar renqueante. Un ascensor difiere poco de una ratonera, lo sabe, pero las escaleras están ya bloqueadas y todos los pisos de la planta se hallan cerrados con llave. Cuando el ascensor inicia el descenso se gira hacia el espejo, aliviado, y entonces la ve.

Aunque ensangrentada y cubierta de desgarros la reconoce sin dudar. ¡Cómo no hacerlo si hasta lleva colgada la mochila de Hello Kitty que le regalara por su último cumpleaños! Lucía, la hija de su vecina Mila, se halla desmadejada sobre el suelo, mísero recuerdo de lo que fue; espantosa promesa de lo que será. Sabe lo que tiene que hacer con el martillo empuñado en la diestra pero le fallan las fuerzas. En su lugar eleva una oración tiempo atrás olvidada para que las puertas se abran antes de que Lucía sucumba a la transformación.

Contra todo pronóstico sus ruegos son atendidos. Con un pin las puertas se abren en el preciso instante en que el cuerpecito empieza a convulsionar entre gemidos antinaturales y Morgan se zambulle en el hall inundado de infectados, dichoso porque serán otras las cabezas que deba destrozar para seguir con vida un segundo más.

 

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B.A.: 2022

jueves, 10 de febrero de 2022

Ángel custodio

 


Amaya anda encorvada sobre el cochecito de capota azul marino. Tiene que echar todo el peso de su delgado cuerpo para hacerlo avanzar y el esfuerzo, sumado al calor del día, empapa de sudor la ligera camiseta que viste. Hubiera preferido resguardar a la nena en la frescura de su pisito pero apenas tenía cereales y los pañales también escaseaban. El bueno de don Federico, el farmacéutico del barrio, no ha querido cobrarle en esta ocasión. «Mañana vienes y me ayudas a limpiar el polvo de las estanterías, que buena falta le hacen», le dijo, dando el pago por zanjado.

–No te inquietes, princesa –consuela amorosamente a su pequeña–. Ya vamos para casa.

Al doblar la esquina distingue a su vecina a las puertas del bloque. Doña Encarna se haya acompañada de otra señora de edad similar y hacia ellas se dirige con buen ánimo, al resguardo de las sombras dibujadas por los naranjos de la calle.

 

–¡Qué cosa más bonita, Encarni!

Doña Ramona –Mona para las pocas amigas que se obstinan en vivir–, sostiene entre sus manos una medalla de plata con el ángel custodio en delicado bajorrelieve. Volutas y hojarascas enmarcan al protector. Joya de la familia desde antes de la guerra, Doña Encarna la acaba de recoger del taller de joyería donde la han pulido y sustituido el deteriorado lazo por otro de seda rosa. «Es un regalo para alguien muy especial», le comenta a Mona emocionada y al levantar la vista ve venir precisamente a la destinataria del presente.

–Mona, ahora tienes que seguirme la corriente –apenas tiene tiempo de advertir entre susurros a su amiga para después saludar en voz alta–. ¡Dichosos los ojos, Amaya! A ti te quería yo ver.

–¿Y eso, doña Encarna?

–Mira lo que tengo para tu niña. Iba a guardarlo hasta el bautizo pero…

La joven abre la cajita que le tiende su vecina y se queda sin palabras cuando descubre la preciosa medalla acunada entre pétalos de papel de seda.

–No puedo aceptarlo, doña Encarna.

–¿Acaso quieres que me enfade?

–¡No, por favor!

–Pues no hay más que hablar. Y ahora, enséñale tu ricura de niña a mi amiga.

La anciana aprovecha que la joven ha hundido la cabeza en el capazo para lanzarle una nueva mirada de advertencia a Mona, quien sin comprender su misteriosa actitud se aproxima con curiosidad para contemplar a la beneficiaria de tales atenciones.

–¿Puede haber cosa más bonita en el mundo? –le dedica Doña Encarna al cuerpecillo acurrucado entre sábanas de flores–. Y qué piernas tiene la jodía.

–Seguro que anoche oyó sus llantos –se lamenta apurada la joven madre–. Es otro diente. El tercero ya.

–Pobrecita, con lo que duelen.

–Siento las molestias.

–¿Molestias? ¡Anda ya!

Mona apenas presta atención a la conversación, incapaz de apartar la vista del interior del carrito, los pelillos de la nuca inhiestos.

–Bueno, doña Encarna, debemos irnos ya.

–Por supuesto, cariño.

–Y la medalla… ¿Cómo se lo puedo agradecer?

–Pues pasándote luego por casa para tomarte un cocacolita.

–Lo haré, en cuanto despierte la nena de la siesta. Que tengan buen día.

Nada más entrar la joven en el portal, Mona se encara a su amiga, exigiendo respuestas.

–¿Una muñeca? –pregunta ante su silencio.

–Amaya no ha tenido una vida fácil –es la escueta explicación de doña Encarna.

A la anciana jamás se le ocurriría traicionar la confianza de Amaya con cuchicheos sobre los abusos sufridos a manos de un padre alcoholizado, violencia de la que huyó mediante un precipitado matrimonio con el primero que le dijo bonitos ojos tienes. Pero como dice el sabio refranero, la joven salió de la sartén para caer en las brasas pues la convivencia marital se convirtió más pronto que tarde en una prolongación de las penurias sufridas hasta entonces. La gota que colmó el vaso de la cordura la destiló la pérdida de su primer hijo y si bien quiso la última Nochevieja que Amaya enviudara pronto, sólo una maternidad cimentada sobre aquella muñeca reborn comprada a precio de saldo fue capaz de darle motivos para vivir. Vida fruto de la inconsciencia, cierto, pero vida al fin y al cabo, y el barrio entero se volcó sin reservas con la nueva madre.

–¡Por el amor de Dios, Encarni! –casi grita Mona, escandalizada por lo anómala de la situación–. Esa chica necesita ayuda, y encima vas y le regalas la medalla de tu familia. ¡Para un muñeco!

–Mira, Mona. Yo regalo mis cosas a quien me sale de las narices.

–No te pongas así…

–¡Me pongo como me da la gana! Amaya es una buena chica con muy mala suerte. Despacha cariño y atenciones como pocos, además de ser una trabajadora incansable.

–Eso no te lo discuto pero creo que deberíais llamar a los Servicios Sociales.

–¿Y para qué, si puede saberse? ¿Para que le ocurra como al pobre Román? Toda una vida pagando religiosamente las cuotas de su modesto piso y van y se lo llevan a un asilo, donde murió solo en vez de hacerlo arropado por los suyos.

»No. Amaya es parte del barrio y como tal la cuidamos. Le damos todo aquello que nunca tuvo y por eso don Francisco bautizará a su nena la próxima semana, con mi medalla prendida de su pecho.

–No lo entiendo, Encarni. De verdad.

–Por supuesto que no, querida. Éste no es tu barrio.

 

B.A.: 2.022

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