Nota: «En tierra de nadie» fue mi propuesta para el reto especial convocado por la comunidad Relatos Compulsivos para celebrar su primer año de vida. El relato debía tener una extensión máxima de 350 palabras y empezar por la frase «Hoy hace un año».
Compartió la tercera posición en el concurso con un gran autor, Héctor Fariña, por lo que tuvo el honor de ser leído en directo en el programa «Vérsame mucho» de Raquel Fraga. Al final del relato he colgado un pequeño vídeo con la lectura de aquel día.
Compartió la tercera posición en el concurso con un gran autor, Héctor Fariña, por lo que tuvo el honor de ser leído en directo en el programa «Vérsame mucho» de Raquel Fraga. Al final del relato he colgado un pequeño vídeo con la lectura de aquel día.
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Hoy hace un año
que nos conocimos en Ypres. Era la primera Navidad que pasaríamos alejados de
la familia, hundidos en la miseria de una guerra que duraba ya cinco meses, y
todos, a ambos lados de la treintena de metros que separaba nuestras
trincheras, echábamos en falta el calor del hogar.
No
tardamos en entonar más mal que bien Stille
Nacht, heilige Nacht ante los pequeños abetos con los que adornamos
nuestras defensas, canto al que pronto os unisteis con vuestro Silent Night; distintas voces para una
misma nostalgia. Lentamente, uno tras otro, cientos de jóvenes temerosos,
ateridos y comidos por las pulgas, ocupamos la yerma tierra de nadie,
confraternizando con aquellos a los que nos mandaban combatir desde cómodos
despachos de luces doradas y música de gramófono. Cigarros, alcohol,
chocolate,... incluso botones intercambiamos aquel día. Jugamos al fútbol con
el balón que algún jodido loco había llevado a la guerra, para después, o
antes, ya me fallan los recuerdos, entonar el Salmo 23 en honor a nuestros
muertos.
Conocía tu
idioma lo suficiente como para mantener una conversación. «Ian Hamilton», te
presentaste dubitativo, y al poco estábamos disfrutando del pudín de ciruelas
de tu madre, tras despachar las salchichas y el pan negro que Sonja me había
enviado desde Westfalen. Entre risas y tragos de cerveza sacaste la fotografía
de tu prometida Laura de la pequeña Biblia que guardabas junto al corazón,
contándome las mil y una excusas que inventaste para poder visitarla al taller
de bicicletas que atendía en Staffordshire. Fue entonces cuando un inesperado
estampido dio por terminado el armisticio, y volvimos a nuestras trincheras con
la cabeza enterrada entre los hombros.
No te
había vuelto a ver desde ese día. Los mandos han hecho lo imposible para que no
se volviera a producir una tregua como la de aquella Navidad y hoy, un año
después, tengo en mis manos la
Biblia que guarda la fotografía de Laura.
Te juro
por lo más sagrado, amigo mío, que viviré lo suficiente para hacérselos llegar,
como me llamo Konrad Baumann.
El
Señor es mi pastor, nada me falta...
B.A.: 2.017
Un relato delicioso, Bruno. Muestra lo absurdo de la guerra, en la que los que arriesgan, o pierden la vida, poco o nada tienen que ganar y mucho que perder. Solo una bandera los separa, pero esa noche de Navidad les confirmó que eran iguales, con sus miedos, sus ilusiones, sus anhelos... Maldita guerra. Un fantástico cuento de Navidad. Un abrazo!
ResponderEliminarGracias David. Es bien cierto todo lo que dices. Mientras los que mandan mueven hombres como si fueran fichas en un tablero del Risk, miles de jóvenes mueren a kilómetros de su hogar. Hacía tiempo que quería retratar esta bella escena que se suele llamar "La tregua de Navidad", y aproveché el concurso de la comunidad Relatos Compulsivos para ello.
EliminarUn abrazo, compañero.
Nos traes un pasaje de la historia que no deja de sorprendernos, una confraternización espontánea surgida del hastío ante la guerra. ¿que hubiera pasado si aquel acto se hubiera convertido en un plantón en firme y duradero de los soldados de ambos bandos? Los poderosos sin poder echar mano de su carne de cañón para sus juegos de poder, la historia hubiera cambiado sin duda. Dice la historia que as año siguiente los mandos ordenaron bombardeos constantes desde el día anterior para eliminar posibles tentaciones. Un buen relato que nos acerca a un pasaje de la historia de los que gusta recordar. Conociéndote supongo que los nombres de los protagonistas no son casuales. He tratado de buscar información pero no he encontrado relación con el tema tratado. Seguro que nos sacas de dudas en algún comentario ;).
ResponderEliminarUn saludo amigo.
La verdad, amigo Jorge, es que si hubieran dejado pensar a la "carne de cañón", como bien la has definido, muchas guerras habrían terminado antes de tiempo. Como siempre ocurre en estos casos, los que manejan los hilos del poder, bien tranquilos en sus despachos, rodeados de lujo y confort, mandan a la muerte a miles y miles de jóvenes por motivos que en muchas ocasiones ni siquiera les importa. Pero eso es lo que hay, y tropezaremos una y otra con la misma piedra.
EliminarRespecto a mis dos personajes, es imposible que lo encuentres en Internet. Konrad Baumann está formado por el nombre de dos desertores del ejército alemán durante la Segunda Guerra Mundial a los que conocí en una de mis "investigaciones" para un personaje que al final no prosperó. Respecto a Ian Hamilton... Me lo guardo de momento, je, je, je.
Un abrazo, compañero.
Muy buen relato, Bruno. Nos metes en la atmósfera de esa trinchera y nos haces sentir esa sensación de desamparo que acompaña a una guerra.
ResponderEliminarMuy merecido premio, felicitaciones
Gracias Mirna. Aunque no hay premio mejor que vuestras palabras.
EliminarUn abrazo.
En primer lugar enhorabuena por ocupar un escalón del podio destacado en el concurso jeje.
ResponderEliminarCreo que algo que convertía cada día en la guerra en una tortura, no era solamente el hecho de angustiarse pensando en qué día sería el último de cada persona en esta vida, sino también la desolación que debía dejar el hecho de que, tras confraternizar con compañeros de filas o enemigos, les llegara también la hora. El único camino para no volverse majara debía ser el no permitirse ningún tipo de sentimiento o camaradería, pero...es inevitable, todos somos personas, con una historia detrás nuestra, con anhelos, deseos e ilusiones por cumplir.
¡Buen texto y un abrazo!
Y ya no que le llegara la hora a esos camaradas de guerra, sino pensar que la bala que lo mató podía haber salido del propio fusil. Como dices bien, para volverse majara.
EliminarGracias por comentar, amigo José Carlos. En breve colgaré un pequeño montaje con el texto leído en el programa Vérsame mucho.
Un saludo.
Felicidades por haber quedado tercero, Bruno! Ha de ser una gozada que lean tu relato en la radio. Me ha encantado y me gustaría decirte que bien podría haber optado al primer premio. Consigues expresar mucho en tan pocas lineas y el final me ha tocado la patata, de verdad. Siempre fueron los desdichados del pueblo los que sufrieron los acosos y desvaríos de superiores que, como bien describes, mientras mandaban a morir a millones de personas, disfrutaban de un café caliente, y más de uno en buenas compañías. Y algo similar sigue sucediendo hoy día, de otra manera, aunque espero que no vuelvan a repetirse guerras de ese tipo. Un fuerte abrazo!
ResponderEliminarGracias Ramón por tus amables palabras, pero he de hacer una apreciación: compartí el tercer puesto con otro gran escritor de la comunidad, el magnífico Héctor Fariña, cuyo relato te animo a leer. Dicho esto, me alegro de haberte tocado la patata, je, je, je.
EliminarComo bien dices, espero que guerras como ésta no se vuelva a repetir, aunque me da que el futuro no es muy esperanzador.
Un abrazo fuerte, amigo.
Qué gran relato amigo Bruno! Merecido galardón estar entre los primeros del concurso. Mientras lo leía, no he podido evitar que me viniese a la cabeza aquel tema de El último de la fila, "Querida Milagros" Genial, preciso y emotivo Cuento de Navidad en las trincheras. Un pasaje histórico que has ilustrado a la perfección con ese toque personal que te caracteriza, una faceta en la que ya te conocemos y sabemos de tu solvencia. Me gustó el contraste visual que provoca el recuerdo del taller de bicicletas atendido por Laura con el estallido que dió fin al armisticio. Lo estoy viendo como en una secuencia cinematográfica. Excelente, Bruno. Te felicito. Un abrazo
ResponderEliminarMuchas gracias por tus palabras, amigo Isidoro. Me alegro de que te haya gustado mi pequeña revisión de este momento tan emotivo ocurrido durante la Primera Guerra Mundial.
EliminarTenía poco espacio en el que desarrollar una historia tan compleja y espero que no me haya quedado enrevesada o densa, pues era mucho lo que quería contar.
Estaría bien que terminara siendo un corto cinematográfico, je, je, je, pero eso no depende de mí.
Un abrazo fuerte, compañero.